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Elí­as Querejeta

Elí­as fue un productor social mucho antes de que surgiese este término y sus pelí­culas, como decí­a, «tení­an que servir para algo». Cambiar la realidad a través del cine.

Hoy en día está surgiendo en el mundo un nuevo tipo de emprendedor: el “emprendedor social“. Personas que con su trabajo intentan no solo ganar dinero sino que, además generen valores de solidaridad, dignidad humana, cultura, participación social, bien común, cuidados medioambientales, etc… Una ventana de esperanza en una sociedad tan individualizada. Elías fue un productor social mucho antes de que surgiese este término y sus películas, como decía, “tenían que servir para algo“. Cambiar la realidad a través del cine.

Encontré en Elías a un maestro, un amigo, un cómplice perfecto para poner en marcha ideas nuevas y arriesgadas. Abordar un tema y exprimirlo hasta las últimas consecuencias. Ir aprendiendo de la realidad y mostrar la visión de un problema, alejado de tópicos y de corrientes de opinión. Despojar todo de adornos para mostrar una realidad cruda, sin rodeos, directa, pero a la vez poética de alguien que ama su profesión y las cosas bien hechas, utilizando para ello todas las herramientas del cine.

Para Elías no había una separación entre ficción y realidad. En el caso de los documentales, todo era cine, todo eran películas y como tal se trataban. Películas con personajes reales que interpretaban sus propias vidas: ” …los planos que sean japoneses “(solía decir), que la cámara no tenía que notarse. Huir así de un reporterismo fácil, que basa la autenticidad en una cámara nerviosa al hombro de un operador que lo sigue todo u otras veces falsamente oculta en una cámara vigilante satisfaciendo así las necesidades de voyeur de una parte de la sociedad. La realidad que merece la pena ser contada no necesita artificios, solo paciencia, respeto y esperar a que surjan las cosas.

Para Elías la película era un proceso vivo, que iba variando y creciendo en función de lo que la realidad demandaba. Una realidad cambiante que también exigía su propia metodología: el guión era una herramienta de trabajo que tenía que desaparecer en la película, no se tenía que notar. Tampoco el equipo que debía estar totalmente integrado e implicado en la historia.

Cada día de trabajo iba modificando y enriqueciendo la idea inicial y a veces cambiándola totalmente. Algo así como cuando se pinta un cuadro. Cada nueva pincelada lleva a otra y a otra hasta que la obra no pide nada más y está terminada. Esa forma de trabajo aporta resultados sorprendentes, pero también exige una capacidad de riesgo e implicación personal que no todos los productores están dispuestos a asumir. Elías sí lo hacía y eso se notaba en las películas que producía.

Creo que esa capacidad de estar en contacto con esa realidad, atento a lo que acontecía en la sociedad, hacía de él una persona permanentemente joven, siempre dispuesta a aprender y asumir retos. Esa curiosidad también le llevó a buscar nuevas formas de expresión, nuevos lenguajes y nuevos directores que gracias a él tuvimos la primera oportunidad en ésta industria.

Todo esto hizo que el cine que el produjo fuese diferente. Elías era diferente: un apasionado del cine hasta el último día de su vida.

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