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El viejo PSOE de Rubalcaba le cierra el paso a la Chacón

EL APRETADO triunfo de Rubalcaba sobre Chacón en el Congreso del PSOE conduce al partido por el túnel del tiempo 12 años atrás y convierte la etapa de renovación de Zapatero en un mero paréntesis. Es el viejo PSOE de Felipe González, a quien el propio Rubalcaba reclamó su apoyo en vísperas de la apertura del congreso, el que vuelve a tomar las riendas del partido. El mismo PSOE apolillado de Rodríguez Ibarra que ha llamado a Chacón «Zapatero con faldas».Las reiteradas llamadas a la «unidad» del nuevo secretario general en su breve discurso de la tarde vienen a reconocer la difícil situación en la que queda el PSOE, dividido literalmente en dos. Rubalcaba se ha impuesto por sólo 22 votos de diferencia de entre cerca de un millar. Hubiera bastado con que 12 delegados hubieran cambiado el signo de su voto para que ganase quien ha perdido.La organización debe afrontar ahora una complicada tarea de sutura, con el agravante de que, quien haya seguido el congreso, sabe que la cuestión del liderazgo no ha quedado zanjada. Y eso porque Carme Chacón le dio un repaso dialéctico a su rival, al punto de que, para quienes siguieron los discursos y no estaban en el secreto de los tejemanejes internos, fue una sorpresa que acabara siendo ella la derrotada. Bien puede decirse que Rubalcaba venció y Chacón convenció. O al menos ilusionó a la izquierda no sectaria.Partiendo con desventaja, con el aparato del partido en contra y pese a las zancadillas del grupo mediático del viejo PSOE, Chacón ha sabido ganarse la confianza de casi la mitad de los delegados en un tiempo récord. Su propio discurso de ayer, valiente y ganador, generó una atmósfera de entusiasmo que contrastó con el tono melancólico de Rubalcaba. Hasta a la hora de focalizar al enemigo, Rubalcaba quedó retratado por antiguo: él eligió al Vaticano y a los especuladores, y Chacón -con simplista demagogia-, a Merkel.La dirigente catalana se erigió en protagonista al negarse a aceptar que el PSOE esté condenado a una «travesía en el desierto». Reclamó «un cambio de rumbo», animó a los delegados a «hacer historia», arremetió contra el aparato -«la fortaleza del PSOE no está en Ferraz, está en cada militante», dijo-, y se sacudió los intereses espurios que los agentes de Rubalcaba le han atribuido, subrayando que llegaba «libre de ataduras».

Cuando acabó su intervención había quedado claro que, fuera cual fuera el resultado, Rubalcaba ya no podría ser el futuro del partido. Chacón tuvo el acierto de identificar a su rival con el pasado. Tras advertir a los delegados que tocaba elegir entre las dos alternativas que allí se planteaban, señaló: «Nos resignamos o cambiamos, nos estancamos o avanzamos, nos quedamos sentados o nos levantamos». Al final eso es lo que sucedió, ha ganado la resignación y el estancamiento (…)

Al elegir a Alfredo los socialistas han decidido atrincherarse en lo peor de su pasado ante el empuje de un PP que les ha arrebatado el poder nacional, autonómico y local por doquier. Rubalcaba era la apuesta inmovilista. El PSOE ha preferido poner en el puente de mando al eterno maquinador, al profesional del poder, antes que arriesgar por una mujer innovadora que, probablemente, no ha dicho su última palabra.

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