Arte

El Vaquilla en el museo

Las primeras pelí­culas en las que se retrataba esa realidad de los barrios bajos de la España de finales de los setenta y principios de los ochenta, especialmente en Barcelona. La rumba-pop de grupos como Los Chichos, Los Chunguitos o Las Grecas. Y su reflejo en las publicaciones de la época, colocaron a estos jóvenes -la mayorí­a gitanos, drogadictos y pequeños delincuentes habituales-, casi a la altura de un mito generacional con presencia constante en la cultura popular. Una exposición titulada «Quinquis de los ochenta. Cine, prensa y calle», recupera en el CCCB estas manifestaciones culturales que, sin duda, reflejaban a la perfección el desencanto que en muchos sectores sociales provocaba una transición que se desarrollaba en plena crisis económica y social.

Películas en las que or primera vez aparecía en la gran pantalla española el sexo entre jóvenes y el consumo de drogas, que pretendían reflejar la realidad social más dura del momento, rompiendo con todos los paradigmas del cine español hecho hasta entonces, y dirigiéndose a un gran público. Esta era la línea de decenas de títulos como “Perros Callejeros”, “Yo, El Vaquilla”, “El Pico”, “Colegas”, “Navajeros” o “Barcelona Sur”, con las que irrumpieron en el cine nombres tan respetados hoy en día como los de Eloy de la Iglesia o Miguel Hermoso.Estas películas y toda la memorabilia y documentación que se ha podido recuperar constituyen el centro de la exposición, pero también todos los referentes culturales que rodeaban al fenómeno. No en vano, el éxito popular de jóvenes delincuentes como “El Vaquilla” o “El Torete” venía retroalimentado por la prensa sensacionalista del momento, que intentando hacer amarillismo con esta realidad, acababa encumbrándolos casi a la categoría de héroes populares.Es por eso que el tema central de la exposición no es tanto la propia delincuencia o las condiciones de vida de estos personajes, sino el fenómeno por el cual se forjaron estos mitos en la prensa y en la calle, que se aborda con una mirada generacional que lamentablemente adopta cierta distancia, vestida más de interés cultural por los fenómenos mediáticos, que de auténtica preocupación por las condiciones en las que se vivía en barrios barceloneses como el casi extinguido de La Mina, engullido por la vorágine constructora, por el Fórum, y por las ansias de lavar la cara a una pretendida ciudad europeísta libre de incómodos estorbos marginales.Aún así la muestra cobra un especial interés, sobre todo en los apartados dedicados a los montajes audiovisuales de algunos de estos filmes con documentación de la época. En el aspecto social destacan apartados dedicados a los polígonos del franquismo (barraquismo vertical, que le llaman ahora) -ejemplificado en los de La Mina en Barcelona, San Blas en Madrid y Otxarkoaga en Bilbao- y a la situación en las cárceles durante la época, con imágenes y explicaciones del motín de la Modelo en 1977.

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