Fallece Miguel Delibes

El último escritor de Castilla

Le faltaban apenas unos meses para cumplir los noventa, pero se ha ido de la forma sobria, sencilla, elegante y lacónica con la que lo hizo todo en la vida. Y se ha ido como vivió: con el cariño y la admiración de sus paisanos (que en número de varios miles han acudido a darle su último adiós en Valladolid, la tierra en que nació y donde ha muerto) y con el respeto y la consideración de todo el mundo literario, editorial y periodí­stico español. Pero su marcha no es un adiós: queda su ingente obra, que desde hace muchos años se lee desde la escuela. Y queda sobre todo su testimonio literario: la agoní­a de un mundo valioso que se pierde en aras de un «progreso» que ignora lo que destruye, avasalla la tierra y no muestra ninguna condescendencia por los oprimidos.

Miguel Delibes ha sido un escritor rototípico del siglo XX. Un escritor (que como Faulkner y su condado sureño o como Joyce y su Dublín o Benet y su Región) han edificado su obra en un terreno literario absolutamente propio, un terreno que acotaba sus propios límites y que ayudaba a definir no sólo una determinada orografía, sino el carácter y la naturaleza de los personajes y hasta el propio estilo literario. El Macondo de Delibes ha sido Castilla, una Castilla agonizante, que pierde por momentos su naturaleza y su identidad, que vive amenazada por el "espíritu de los tiempos" y que, sin embargo, revive en sus personajes sus últimas horas de digna y sobria reivindicación.Castilla ya estaba herida, desde hace siglos. Pero Franco la acabó de matar. Mientras otras regiones del país, que luego se han erigido grandilocuentemente en víctimas prioritarias de la dictadura, salieron de ésta ricas, prósperas, industrializadas y modernas, Castilla salió del franquismo polvorienta, olvidada, pobre, atrasada y prácticamente liquidada. Miguel Delibes supo muy pronto de eso. Su padre era profesor de la Escuela de Comercio de Valladolid, y él también estudió Derecho Mercantil (donde, por cierto, aseguró siempre que había aprendido el gusto por la palabra justa). Luego se dedicó al periodismo, donde llegó a dirigir "El Norte de Castilla": desde esa tribuna, que él transformó de "prensa franquista" en diario liberal los cinco años que la dirigió, intentó llamar la atención sobre los problemas de Castilla: creó los suplementos "Las cosas del campo" y "Ancha es Castilla", pidió la creación y mejora de la escuelas, defendió la universidad de Valladolid, planteó la necesidad de dignificar la vida de los municipios castellanos, de elevar el precio del trigo, de elaborar planes sociales para los pueblos, de fomentar el arte… Pero en 1963, el inevitable encontronazo con el régimen acabó con sus sueños regeneracionistas: Fraga lo envió al "exilio" literario. Y en él, Delibes siguió a lo suyo: recreando en la ficción la Castilla soñada, los campos de Castilla, la agonía de Castilla.Periodista, escritor de cuentos, autor de relatos de viajes, ensayista, Miguel Delibes fue ante todo un gran novelista. En los cincuenta años justos que van desde su primera novela ("La sombra del ciprés es alargada", 1948, Premio Nadal) hasta la última ("El hereje", 1998), Delibes escribió una veintena de novelas, muchas de las cuales forman parte ya de la historia de la narrativa española del siglo XX: novelas como "El camino" (1950), o "Cinco horas con Mario" (1963), o Los santos inocentes" (1981), que es imprescindible leer (o aún mejor, releer) para comprender plenamente el devenir de nuestra literatura.Leer o releer estas obras es además la mejor forma de acercarse a Delibes, el camino más idóneo para conocerlo. Como dijo en el discurso de recepción del premio Cervantes, en 1993: "Yo no he sido tanto yo como los personajes que representé en este carnaval literario. Ellos son, pues, en buena parte, mi biografía". Y en efecto, muy poca distancia ética y de opiniones podríamos encontrar entre el Delibes autor y sus protagonistas de "El camino", "El disputado voto del señor Cayo" o "Los santos inocentes".Delibes definía la actitud del pueblo vallisoletano ante su Semana Santa (una de las cosas que le gustaban, junto a la caza) con tres palabras: "sobriedad, laconismo y llaneza". Tres términos que vienen como anillo al dedo para definir también su actitud ante la literatura: tanto su estilo "de escritor" (sobrio, sencillo, sin ínfulas) como su estilo literario: esa prosa sobria, llana, precisa, que siempre dice mucho más de lo que parece. Porque la prosa de Delibes, pese a su llaneza, es una prosa muy rica de contenidos: ya sea para denunciar ideas espúreas de lo que representa "el progreso", ya para poner la mano en la llaga de la explotación inmisericorde de los jornaleros, ya para denunciar el oportunismo político de quienes buscan el voto pero ignoran por completo a la gente. Escritura moral, que censura los vicios impenitentes de la época.De los muchos homenajes que ha recibido en prensa, radio y televisión estos días, me quedo con estas palabras de la editora Esther Tusquets, que ayudan a singularizarlo y definirlo como pocas: "Si no compartía la egolatría de tantos autores, todavía era más excepcional su relación con el dinero. En los años sesenta, los autores, excepto Cela, apenas hablaban de dinero. Y con Delibes, aunque tenía que mantener a lo que a mí me parecían un montón de hijos, y aunque no podía dedicarse todavía sólo a su obra, porque tenía que dirigir "El Norte de Castilla", no recuerdo haber mencionado casi el tema. Pero lo excepcional no es esto, sino que, hasta los ultimísimos años, en lugar de recurrir a un agente literario, que hubiera multiplicado por mucho sus anticipos y sus royalties, siguió editando en Destino, por fidelidad a Vergés, uno de sus amigos, sin molestarse en echar cuentas. (…) Fiel sin reservas a los suyos, podías confiar el él a ciegas". Hombre de una pieza, y escritor de una pieza.

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