El auge de la industria de los estupefacientes y el creciente número de personas que emplea, obedece a la cancelación de las oportunidades de ocupación rentable en el campo y la ciudad
Parece que otro de los asectos exitosos del libre comercio norteamericano es el relativo a la operación del crimen organizado. En un muy competitivo intercambio se han registrado importantes incrementos en las exportaciones de estupefacientes.Las muy sólidas empresas mexicanas dedicadas a este sector de la economía han logrado penetrar exitosamente el mercado del más grande consumidor del mundo. El éxito alcanzado por las empresas mexicanas es tal que ya está presente, de manera directa, en más de 270 ciudades de aquel país, desplazando a las organizaciones locales e imponiendo su tecnología operativa (decapitados y con mensaje en el pecho).De acuerdo a lo dicho por altos funcionarios estadounidenses relacionados con la materia, en México son cerca de 150 mil personas las que participan en la operación de un negocio que representa cerca de 25 mil millones de dólares, además de cerca de 300 mil campesinos dedicados a la producción de marihuana y amapola. El comercio entre ambas naciones se ve equilibrado por la importación a México del equipo y la maquinaria requeridos (AK-47, bazookas y demás juguetes letales).No obstante la preocupación mostrada por dichos funcionarios, la verdad es que esta faceta del libre comercio ha redundado en un alto grado de beneficio para el consumidor yanqui, al registrarse una mayor competencia y menores precios. Todo indica que la pretensión de tales declaraciones es la de proveer al retorno del nefasto proteccionismo contra la penetración comercial de los empresarios mexicanos.El éxito de las empresas mexicanas dedicadas al solaz de los ciudadanos yanquis es equivalente al que se observa, por ejemplo, en materia de comercio al menudeo con la expansión incontrolada de las tiendas de Wall Mart o en la comercialización de productos agropecuarios de importación.Cuando se asumió el compromiso de la globalización y se firmó el Tratado de Libre comercio con México, se dijo que el mercado establecería naturalmente el equilibrio mediante el aprovechamiento de las llamadas ventajas comparativas; que no resultaba útil que cada quien produjera de todo, sino que cada país encontrara sus nichos de especialidad para vender al otro; así EE UU venden maíz, frijol y arroz, en tanto que México les vende excelentes estupefacientes (se oye mejor así que simplemente llamarles drogas).Aunque parece una ironía lo hasta aquí dicho, no está lejos de ser una realidad. El auge de la industria de los estupefacientes y el creciente número de personas que emplea, obedece a la cancelación de las oportunidades de ocupación rentable en el campo y la ciudad, resultante de la desigual competencia de las importaciones. Una política que pretenda erradicarla, necesariamente tendría que pasar por la cancelación de los efectos nocivos de la apertura comercial; esto es algo en lo que tendrían que coincidir las autoridades de ambos lados de la frontera.