Aumenta la presión sobre Irán

El tablero asiático pasa por Teherán

En los últimos dí­as, EEUU ha desplegado un nuevo dispositivo militar en el Golfo Pérsico -explí­citamente dirigido contra Teheran-, ha esgrimido con mayor fuerza las supuestas ambiciones nucleares de Irán para imponerle nuevas y más duras sanciones, y está azuzando indisimuladamente la disidencia interna en un intento de desestabilizar el régimen. Irán es un punto caliente porque el dominio del tablero asiático, donde se dirime la disputa entre China y EEUU, pasa en una parte significativa por Teherán.

Irán había sido uno de los emblemas del “multilateralismo” de Obama. Sin abandonar la tradicional hostilidad de Washington hacia Teherán, Obama dio un giro a los modos y formas de la línea Bush al ofrecer al régimen islámico vías de diálogo. Irán había sido el gran actor emergente en Oriente Medio durante los últimos años, y Obama buscaba reacomodar el creciente rotagonismo de Teherán en la región. Pero parece que la oferta ya ha caducado. Los últimos acontecimientos marcan un claro redoble de la ofensiva norteamericana contra Irán que se despliega en todos los ámbitos. Obama ha retirado el escudo antimisiles con bases en centroeuropa, pero ha anunciado el despliegue de otro en el Golfo Pérsico, más modesto pero apuntando directamente a Irán. La instalación de misiles Patriot, con la excusa de proteger a Qatar, Emiratos Árabes, Bahrein y Kuwait de un improbable ataque iraní, tendrá el resultado de consolidar la presencia estable de la marina norteamericana en el mismo corazón del Golfo Pérsico. Su supuesta “nuclearización” ha sido la plataforma para incrementar las sanciones económicas sobre Irán. La Casa Blanca está desplegando todo su arsenal diplomático para crear un cerco político y económico en torno a Irán. Está presionando a la ONU para que se redoblen las sanciones internacionales, apoyándose en la UE. Hillary Clinton está de gira por todos los países del Golfo Pérsico para reforzar una especia de “coalición árabe” de los aliados sunníes de EEUU, encabezada por Arabia Saudí, contra la creciente influencia en la zona de la potencia chiíta iraní. Y, como caldo de cultivo cada vez más evidente, los redoblados intentos norteamericanos por azuzar la desestabilización interna en el seno de Irán. Los conflictos entre “reformistas” y “duros” en el seno de la burguesía iraní se ha trasladado a la calle en forma de protestas. Frente a la “línea dura” del presidente Ahmadineyad –que ha aprovechado con audacia el ocaso imperial norteamericano para aumentar hasta cotas impensables la proyección internacional de Irán– se levanta otro sector del régimen que considera peligroso el nivel de enfrentamiento con Washington, y aboga por bajar el pistón y alcanzar acuerdos con la superpotencia. Washington se ha apresurado a actuar sobre estas disensiones. En los círculos mediáticos más representativos de la opinión del complejo militar industrial, se lanza la idea de “forzar un cambio político en Irán”. Irán no es ninguno de los países de la órbita ex-soviética donde, con el evidente respaldo de la CIA, han triunfado “revoluciones naranjas” entronizando a gobiernos pro-norteamericanos. La autonomía de Irán, y el hermetismo de su Estado a la intervención norteamericana, hacen imposible llegar a estos extremos. Pero Washington sí puede azuzar las protestas, generar desestabilización interna y debilitar con ello al régimen iraní, haciéndolo más proclive a aceptar las condiciones norteamericanas. Desde Teheran también se divisa China ¿Por qué Washington aprieta ahora el puño en torno a Irán? La utilización de la “amenaza atómica”, según la cual Teherán estaría avanzando hacia la consecución del arma nuclear, carece de sentido. Irán sólo es capaz de enriquecer el uranio hasta el 3,5%, y ha anunciado que aumentará ese porcentaje hasta el 20%, suficiente para un reactor de investigación de uso civil, pero todavía muy lejos del 80% que se requiere para un engendro militar atómico. La “excusa” de la defensa de la democracia en Irán es ridícula. En Arabia Saudí el nivel de libertades es sensiblemente menor que en Irán, pero claro, Riad es un aliado norteamericano y no tiene problemas. Los únicos que han hablado francamente han sido, curiosamente, los militares israelíes. Ehud Barak, ministro de Defensa y el militar judío más laureado, ha confesado que Irán no supondría una amenaza existencial para Israel incluso en el supuesto de que se hiciera con la bomba atómica. Los militares israelíes no creen que Irán se atreviera a utilizar el arma nuclear en caso de que algún día la fabricara. El problema es otro: “con un Irán nuclear cambiarían radicalmente las reglas del juego en Oriente Próximo”. Y esta es la sustancia del asunto. El Pentágono ha decidido hacer frente a la emergencia china en casa del rival, interviniendo activamente en el tablero asiático. Han situado el principal teatro de operaciones en un triángulo en forma de cuña que apunta directamente hacia Xingxiang, la región china más vulnerable escenario de los recientes disturbios étnicos. Uno de los vértices del triángulo está en Yemen, donde Washington está desplegando una ofensiva para hacerse con el control de la entrada al Mar Rojo y el Golfo de Adén, la puerta de entrada a Asia y una de las rutas comerciales estratégicas para Pekín. En el otro extremo de la cuña, el ejército norteamericano está desplegando en Afganistán la mayor ofensiva militar desde 2001. Pero, si miramos el mapa, en el centro de este triángulo vital para los estrategas norteamericanos está Irán, un Estado relativamente incontrolable para Washington, dado su alto grado de independencia, y que ha aprovechado los fracasos de Bush para incrementar considerablemente su protagonismo en Oriente Medio. Irán es el principal elemento discordante de ese triángulo mágico norteamericano. Con capacidad de movimientos para alterar el equilibrio de fuerzas regional. Washington aspira a poder concentrar su dominio sobre esa cuña regional para concentrar sus fuerzas contra China. Y el “problema iraní” es una de sus mayores preocupaciones. Este es el objetivo de la ofensiva actual norteamericana contra Irán, que sólo podemos explicar desde la agudización de los movimientos de Washington por contener la emergencia china.

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