Mientras Trump sanciona a la Justicia internacional y a los que cooperen con ella

El Sur Global lanza el Grupo de La Haya: ¿un nuevo movimiento de países no alineados?

Ante la ofensiva trumpista de imponer la ley de la selva en las relaciones internacionales, un importante grupo de naciones del Tercer Mundo opone una resuelta resistencia, creando el Grupo de la Haya.

Pocos días después de que el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, firmara una orden ejecutiva para sancionar a la Corte Penal Internacional (CPI) por sus acciones contra EEUU y sus aliados, como Israel -refiriéndose inequívocamente a la causa abierta por Sudáfrica contra Israel en este tribunal internacional- un nutrido grupo de países del Sur Global han formado el llamado Grupo de La Haya (la ciudad que alberga el CPI), una coalición internacional de solidaridad cuyo objetivo es detener el genocidio del pueblo palestino como premisa fundamental para la defensa de los derechos humanos y el derecho internacional.

Rayos y truenos suenan en la Casa Blanca. ¿Cómo osan? ¿Cómo se atreven a tratar de sentar en el banquillo a nosotros, la superpotencia, o a uno de los nuestros?.

Este es el espíritu con el que Donald Trump ha emitido una orden ejecutiva que ataca furibundamente a una Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya que, en sus palabras, ha emprendido «acciones ilegítimas e infundadas contra Estados Unidos» e Israel, un «aliado estrecho», y ha «abusado aún más de su poder al emitir órdenes de arresto infundadas» contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su exministro de Defensa Yoav Galant.

Estas acciones, clama Trump, «sientan un precedente peligroso, poniendo en riesgo directamente al personal actual y anterior de Estados Unidos, incluidos los miembros en servicio activo de las Fuerzas Armadas, al exponerlos a acoso, abuso y posible arresto».

Esa «conducta maligna», dice Trump, «amenaza con infringir la soberanía de EEUU y socava la labor crítica de seguridad nacional y política exterior del Gobierno estadounidense» y de sus aliados. Por ello, cualquier esfuerzo de la CPI para investigar, arrestar o procesar a personas protegidas «constituye una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos».

Y no le falta razón. La Justicia Internacional y la defensa de los derechos humanos, llevada a la práctica de forma consecuente y valiente por un gobierno como el de Sudáfrica, heredero de la heroica lucha de Mandela, es una amenaza contra las potencias imperialistas, como la Rusia de Putin, pero sobre todo para la principal fuente de guerra, de intervención, de opresión y tiranías del planeta: los EEUU. Y por ende, para sus sangrientos gendarmes, como Israel.

La superpotencia norteamericana se reserva su derecho imperialista -y el de sus sicarios- a cometer los crímenes de guerra, las violaciones de la legislación internacional, los atropellos contra los derechos humanos, y a patrocinar los genocidios y las limpiezas étnicas que su política internacional y sus intereses estratégicos requiera. Sin pedir permiso ni perdón. ¿Pero con quién se han pensado ustedes que están hablando?

Son nueve países -Belice, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia, Senegal y Sudáfrica- que se niegan a permanecer pasivos ante el genocidio de Israel en Palestina

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El Sur Global dice no

Pero el mundo está cambiando. El orden mundial unipolar, el orden donde EEUU podía dictar las normas -o saltárselas- sin que nadie rechistara, está desvaneciéndose a la misma velocidad que nace un nuevo orden mundial multipolar, donde cada vez más naciones luchan por tratarse de tú a tú con la decadente superpotencia. Potencias como los BRICS+, con China a la cabeza, en primer lugar, pero a su zaga, cada vez más países del Tercer Mundo luchan por alcanzar cotas cada vez mayores de independencia, soberanía y autodesarrollo, resistiendo las agresiones, el avasallamiento y la arbitrariedad de Washington.

Y un ejemplo de ello es la creación del Grupo de La Haya, donde nueve países de Asia, África y América Latina han decidido que no van a arredrarse ante la agresividad de Trump ni de EEUU, y que van a seguir defendiendo la acusación sudafricana en la CPI para el genocidio del pueblo palestino, y por ende la legislación internacional referente a crímenes de guerra y de lesa humanidad que ahora la Casa Blanca pretende hacer desaparecer. Esta coalición incluye a Belice, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia, Senegal y Sudáfrica, cuyos gobiernos han enfatizado su negativa a “permanecer pasivos ante las acciones genocidas de Israel, la potencia ocupante de Palestina”.

La creación del Grupo de La Haya es una iniciativa de la Internacional Progresista, organización que reúne a organizaciones, activistas e intelectuales progresistas y de izquierda de todo el mundo, entre ellos a los que promueven políticas de claro corte antihegemonista y antiimperialista.

El coordinador general de la Internacional Progresista, David Adler, señala que el Grupo de La Haya pretende contribuir a la defensa básica de los derechos humanos y del derecho internacional, en “hacer cumplir el derecho internacional”, que incluye las resoluciones de la ONU y las decisiones de los tribunales internacionales.

“Existe un sistema multilateral cuyos principios fundamentales están consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, respaldados por los repetidos vetos de EEUU en el Consejo de Seguridad, que le han dado impunidad, hemos visto estos principios pisoteados repetidamente por la conducta absolutamente criminal de Israel”, ha denunciado Adler.

La primera iniciativa de estos nueve países del Sur Global es una declaración en la que se comprometen a cumplir con las órdenes de arresto emitidas por la CPI en noviembre pasado contra Netanyahu y su ex ministro de Defensa, Yoav Gallant, por cargos que incluyen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, así como a impedir el suministro o la transferencia a Israel de armas, municiones y equipo relacionado en todos los casos en que exista un riesgo claro de que puedan utilizarse para cometer o facilitar violaciones del derecho internacional o del principio de prohibición del genocidio.

El Grupo de La Haya es una iniciativa de la Internacional Progresista, organización que reúne a organizaciones, activistas e intelectuales progresistas y de izquierda de todo el mundo

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Hacia un renovado movimiento de países no alineados

Los líderes de India, Ghana, Egipto, Indonesia y Yugoslavia lideraron la Conferencia de Bandung.

«Ante un Trump que ha intensificado sus ataques al sistema de derecho internacional, la Internacional Progresista está tratando de coordinar un grupo de países no alineados comprometidos con los valores de la justicia y la legalidad mundial”, ha remarcado Adler. «Se trata de renovar, de recrear un movimiento de países no alineados para el siglo XXI”.

Esta referencia a los No Alineados tiene un poderoso simbolismo.

El Movimiento de Países No Alineados (MPNA) fue una agrupación de Estados surgida en plena Guerra Fría, donde dos superpotencias -el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético- se disputaban la hegemonía mundial, llenando el mundo de guerras a través de peones interpuestos. Rechazando alinearse detrás de ninguno de los dos hegemonismos, el MPNA fue una referencia para multitud de países del Tercer Mundo, pero también para potencias del Segundo Mundo.

Su germen se creó en la Conferencia de Bandung, donde tres líderes revolucionarios -el indio Jawaharlal Nehru, el egipcio Gamal Abdel Nasser y el indonesio Sukarno promovieron la idea de unir al resto de países del Tercer Mundo en la no alineación. Poco después países como la China de Mao o la Yugoslavia de Tito -ambas enfrentada a la URSS- se convirtieron en promotores del MPNA.

Entre otros objetivos, este Movimiento de Países No Alineados se caracterizó por defender cuestiones tales como el apoyo a la autodeterminación, la oposición al apartheid en Sudáfrica (y a la ocupación de Palestina), la no adhesión a pactos multilaterales militares, la lucha contra el imperialismo en todas sus formas y manifestaciones, el desarme, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el fortalecimiento de la ONU, la democratización de las relaciones internacionales, el desarrollo socioeconómico y la reestructuración del sistema económico internacional. Cuestiones todas de una rabiosa actualidad.

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