Territorios í‰ticos

El suicidio como cuestión filosófica

www.jorge-eines.com

Uno.

Escribía Albert Camus, una vez más citado en esta columna, que el suicidio era la única cuestión realmente filosófica.

Acabamos de regresar de Argentina. Hemos viajado de gira con Tejido Abierto y hemos tenido suerte. El público se interesó por nuestra propuesta, incluso algunos espectadores recibieron una profunda inspiración. Otros nos aplaudieron con pasión y hubo quien gritó Viva García Lorca. También están los que se retiraron antes de acabar la representación. Lo habitual. Ni más ni menos que renovar una constatación en nombre de las gentes de la escena. Quiero decir que hemos podido ser lo que ocurre y sin duda esos fueron los mejores momentos. ¿Por qué? Cuando hacemos técnica hacemos ética y cuando tejemos ambas cosas habitamos la cuestión que da título a esta entrega. Nadie quiere suicidarse. Todos quieren vivir en la escena. Es el arte del actor el que nos convoca.

Mientras estoy en Argentina, Javier Mediavilla, tan alumno tan querido, me solicita que interceda y tomé contacto con un prestigioso actor argentino para que se integre en un próximo proyecto de cine. No lo consigo. El actor parece estar detrás de algo que lo protege vaya a saber de qué pero eso lo hace intangible. Otra vez Camus: La fama es un entierro prematuro porque no te permite cambiar.

Conclusión. No he podido hacerle el favor a Javier. No he podido tomar mate con un individuo que me conoce y que incluso le podría apetecer hablar de futbol conmigo. Se ha suicidado. Tiene tanto éxito que no sabemos si alguna vez podrá recuperarse de tanto prestigio social.

Luego de la última función de Bodas de Sangre en Buenos Aires, en el Teatro Apolo, el Director del Centro Cultural Español nos invitó a festejar. Vamos los doce. Nos apetece comprobar una vez más que abajo del escenario podemos sentirnos bien porque hacemos lo que queremos con la gente que queremos.

Entre los invitados hay una actor de larga trayectoria en Hollywood y Europa. Beatriz Melgares, actriz, con un impulso tan natural como no premeditado le pide hacerse una foto con él. El actor se niega. Dos naderías entrelazadas. Ella que le pide la foto y el que se la niega.

¿Quién pierde? Nuestra profesión. El arte del actor. Hombre famoso o mujer famosa. Es lo mismo. El que trabaja bien y hace de su tarea una implicación técnicamente seria acaba siendo hermoso para el que quiera verlo. En ese instante gana la vida.

Lo opuesto es el suicidio. Cada vez que algo se congela en una respuesta inconsciente nacida de un poder que no manejamos pero que define y conduce nuestra conducta, morimos un poco.

Como toda cuestión filosófica es irrelevante. No cambia la realidad.

Por ello debo pedir disculpas a mis lectores por tratar de avanzar sobre un territorio que ya está en manos de los intereses mediáticos. Se han quedado con todo.

Me parece que todos queremos sacarnos la foto.

Dos.

Tenemos miedo a no sobrevivir. Somos cobardes en si, por naturaleza social. En nuestra época casi de forma antropológica. Eso nos hace muy gobernables.

Muy apasionados por la ignorancia. Cuanto menos queremos saber más amamos nuestro yo.

Como si todo estuviera preparado para el goce de los poderosos no dejaré de remar para llegar hasta un sitio que queda libre. Se trata de hacer posible que la cuestión filosófica se resuelva bien.

El porvenir es lo que hago ahora. Hoy.

En ese lugar se acabaron las grandes certezas. Me permito afirmar que quizás tengamos suerte.

Cada uno tiene la suya. Hay que buscarla.

Deja una respuesta