El Observatorio

El Sistema

La gravedad de la crisis, y la forma tan cruda y tan veloz en que está poniendo al desnudo las vergüenzas del capitalismo, está obligando a que salten a la palestra, ya sin recato ni pudor alguno, los lí­deres más conspicuos de la socialdemocracia para advertirnos de que, aunque la crisis sea sistémica, «el Sistema no tiene alternativa». A la cabeza de esta defensa numantina del capitalismo se ha puesto en España. Cómo no, Felipe González, el artí­fice del «nuevo» PSOE, de la integración de España en «el Club» (OTAN y UE), de la liquidación de la izquierda y de la cultura del pelotazo.

En un artículo ublicado en el diario El País (17 de marzo de 2009), bajo el título “Crisis global y respuestas”, el ex presidente del gobierno y cabeza visible de la socialdemocracia española, Felipe González, vuelve a repetir y reiterar la tesis que, por activa y por pasiva, no deja de machacar estas últimas semanas en todo tipo de foros y medios, tanto en España como en Iberoamérica: que “no podemos caer en la tentación de buscar alternativas inexistentes al sistema”. Muy pocos días antes había dicho de forma lapidaria que “aunque la crisis es sistémica, no hay alternativa al Sistema”.Tanta insistencia en esta idea clave de que “no hay alternativa” es, en efecto, la clave de bóveda de todo el mensaje. Lo primero, lo prioritario, es hacer creer a todos que “vamos en el mismo barco”, que no hay otro barco que éste, y que si el barco se hunde nos hundimos todos. Bonita y manida metáfora, que sólo tiene un defecto: la de ser falsa.No, Sr. González, ni todos vamos en el mismo barco ni es verdad que sólo haya este barco. Los cuatro millones de parados que hay ya prácticamente en España no van en el mismo barco que el señor Botín. Ni van ahora ni han ido nunca. Ni de coña. Uno va en un yate de superlujo, protegido por la marina de guerra del Estado (para acudir en su rescate si hace falta o para defenderlo frente a cualquier contingencia), mientras los otros van, como mucho en patera, cuando no a nado directamente. Ofende la inteligencia, y hasta es obsceno y repugnante, plantear que las colas cada día más abarrotadas que vemos en las puertas de los comedores de caridad de muchas ciudades españoles “navegan” en el mismo barco que los consejos de administración de los bancos. Es absolutamente falso: mientras unos son ya “náufragos”, los otros siguen viviendo “en otra dimensión”.Es verdaderamente repulsivo tener que seguir oyendo, a estas alturas, y de las bocas de esos “reformadores” de pacotilla, que lo que hay que hacer ahora es “corregir los defectos” y “eliminar los abusos” del Sistema para que los ciudadanos acepten “el enorme esfuerzo de salvamento de las entidades (financieras) en crisis”. Suena de tal forma a engaño y estafa que produce verdaderas náuseas. Sobre todo, cuando ni siquiera se pide que los autores de los “abusos” dejen su puesto y abandonen el timón. Porque, por supuesto, el Sr. González no pide la cabeza de ningún banquero. ¡Hasta ahí podíamos llegar! No, no, ¡que la zorra siga guardando el gallinero! Es igual que, si al “monstruo de Amstteten”, tras reconocer que llevaba 24 años secuestrando y violando a su propia hija, se le reconociera el derecho a seguir haciéndolo, solo que con “moderación”. ¡No se exceda, señor Fritzl, que puede poner en quiebra el Sistema!El cinismo de González conoce ya tan pocos límites que no se arredra ante nada. Primero fija el dogma de que hay que salvar el sistema financiero. Luego reconoce que para ello hay un problema: la mala opinión que se tiene hoy de los banqueros. Y a continuación formula la alternativa: hay que convencer a la gente de que sin ese salvamento no hay salida, es un “ejercicio de responsabilidad ineludible”. Se trata literalmente de “amenazar a la gente con el Coco” para que asuma que los intereses del señor Botín son también sus intereses y acabe aceptando con ello una “hipoteca” que probablemente seguirán pagando sus hijos y sus nietos durante decenios. Una “hipoteca” ineludible, para que el barco no se hunda. El único barco. El barco en el que vamos todos. Ese barco llamado Sistema y que no tiene alternativa. ¡Menuda cara dura la suya, sr. González!

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