SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El rey de la taberna

José María Aznar, al que yo acompañé en las campañas electorales y en sus peregrinaciones a Silos o a Quintanilla de Onésimo, es un tipo duro, pero no un cardo. Tiene una voluntad de acero y una idea de España. Le conocí cuando aún bebía Coca-Cola, antes de que Miguel Ángel Rodríguez le dijera: «Si pides esa mierda en Castilla, no esperes que te vote nadie». Durante su época de candidato tuve buena relación con él. No era el tipo impenetrable y antipático que Fidel Castro llamaba «führercito con bigote». Había gateado de niño por las obras completas de Ortega y admiraba, en secreto, a Manuel Azaña y a los poetas del 27. Me explicó una vez, a la hora de encender el puro, que aprendió muchas cosas de su abuelo, al que la derecha llamó el Bello Aznar y los socialistas El Perillán.

Creo que fue un buen presidente. Logró que la derecha española se reencontrara con la Historia y luego cumplió su palabra de no permanecer en Moncloa más de dos legislaturas. Según él mismo me dijo, no aspiraba a estatua para que los pajaritos pasaran y dejaran su regalo. Como es sabido lo crucificaron por seguir a Bush en la parrillada de Irak y por tomar pastel de pecanas en el rancho del Tío Sam.

Durante el Gobierno de ZP y los primeros tiempos de esta legislatura se convirtió en una sombra insistente con la que, ahora, algunos de los suyos intentan cubrir el abismo. Dice el proverbio que añorar el pasado es correr tras el viento. El presidente del Congreso, Jesús Posada, lo ha resumido así: «Aznar es el pasado. Las cosas se van para no volver». Yo no sé si están tramando alguna operación política; lo que sí he notado es que él vuelve a hablar hacia dentro como en los comienzos.

Me explica un viejo amigo del ex presidente que vio la entrevista de Gloria Lomana, Victoria Prego y Paco Marhuenda: «No ha pronunciado la palabra volveré, como el general Mac Arthur. Les ha dicho a los suyos: como no dejéis de tocarme los huevos con los papeles, os echo a todos de aquí». «¿Volver?», se pregunta alguien muy importante en el PP. «Ha sido una defensa-ataque cuando han empezado a salir cosas de él alusivas a la corrupción». El Tercer Hombre me cuenta que Luis Bárcenas, parado y superactivo, mientras repasaba el capítulo de bodas y bautizos, vio la comparecencia de Aznar en Antena 3 como una defensa de sí mismo.

Después del alboroto, sólo quiero recordarle a Aznar que no olvide la sentencia de su filósofo favorito: no se puede amenazar a la prensa y tratarla con gestos y frases de rey de la taberna.

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