El PSOE, 18,8 puntos por detrás del PP

«El desgaste de José Luis Rodrí­guez Zapatero llega a cifras sin precedentes, consolidando la impresión de fin de ciclo polí­tico, a pesar de que, teóricamente, resta casi año y medio para las elecciones generales y extiende el pesimismo sobre la solvencia económica de España.»

El PP tiene ya una ventaja de 18,8 untos, una diferencia nunca registrada entre los dos grandes partidos, con el PSOE en un nivel de voto del 24,3%, el menor de su historia. Según la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS, los socialistas tendrían la mayor caída de toda su historia. Obviamente, con esos datos, el PP tendría una holgada mayoría absoluta, a pesar de que la muestra del sondeo hace imposible la atribución de escaños. (EL PAÍS) LA VANGUARDIA.- La declaración del estado de alarma –enérgicamente comunicada a la opinión pública por el jefe de Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba– logró evitar una catástrofe logística cuyas consecuencias en todos los órdenes habrían supuesto la más dolorosa puñalada en el plexo solar del debilitado presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El mal mayor fue evitado –de momento–, pero la suma de males abulta cada vez más en España. Los últimos siete días dibujan un panorama español muy inquietante. Un panorama de excepción. La sociedad visualizó ayer una situación política inédita: a fecha de hoy, en España hay un presidente y un jefe de Gobierno. La voz de la autoridad fue, a todos los efectos, la de Pérez Rubalcaba; Zapatero, en segundo plano. Encuesta. El País El PSOE registra su peor resultado Fernando Garea El PSOE no había tocado fondo todavía. Su acelerado desplome se mantiene de forma continuada y el malestar ciudadano contra el Gobierno y la forma en la que gestiona la crisis económica prosigue. El desgaste de José Luis Rodríguez Zapatero llega a cifras sin precedentes, consolidando la impresión de fin de ciclo político, a pesar de que, teóricamente, resta casi año y medio para las elecciones generales y extiende el pesimismo sobre la solvencia económica de España. El PP tiene ya una ventaja de 18,8 puntos, una diferencia nunca registrada entre los dos grandes partidos, con el PSOE en un nivel de voto del 24,3%, el menor de su historia. Según la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS, los socialistas tendrían la mayor caída de toda su historia. Obviamente, con esos datos, el PP tendría una holgada mayoría absoluta, a pesar de que la muestra del sondeo hace imposible la atribución de escaños. Aunque la comparación con un sondeo de este tipo, sin comicios convocados, no es homogénea y no es equivalente a un resultado electoral, la encuesta arroja el peor porcentaje obtenido por los socialistas hasta la fecha. En 1977, en las primeras elecciones democráticas los socialistas lograron el 24,4%. La encuesta es la primera realizada justo después del varapalo al PSC en las elecciones autonómicas catalanas y nada más anunciarse el enésimo plan de ajuste del presidente del Gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero llegó el miércoles al Congreso con un plan que incluye privatizaciones, reducción de impuestos y supresión de las ayudas a los parados de larga duración. Está por ver que lograra su objetivo de calmar a los mercados, pero lo que no parece, según la encuesta es que el presidente del Gobierno consiguiera tranquilizar a los ciudadanos. La mayoría de los encuestados rechaza claramente las medidas de recorte del gasto y, sobre todo, considera que son fruto de la improvisación, que son insuficientes, que vienen impuestas desde fuera de España y que llegan tarde. Esa imagen de actuación forzada e improvisación, sin una ruta clara, perseguirá a Zapatero y es letal para su ciclo político. El 57% desaprueba el recorte del gasto público, aunque un 51% de los votantes del PSOE las respalda. Sin embargo, el malestar de los votantes socialistas se refleja en que el 80% asegura que las medidas llegan tarde; el 68% que son insuficientes y el 63% que son impuestas desde fuera e improvisadas. La siguiente medida de calado que prepara el Gobierno, la reforma de las pensiones, cuenta de antemano con el rechazo de los ciudadanos, por lo que el desgaste de Zapatero podría prolongarse, en vísperas de la cita electoral de mayo en municipales y autonómicas. Hasta un 60% de votantes del PSOE está en contra de esa reforma que se anuncia para el mes de enero. Hay otras dos medidas que, no obstante, sí tienen apoyo de los españoles: las fusiones de las cajas de ahorro y la reducción del nivel de deuda y gasto en las comunidades autónomas. Y se vuelve contra el Gobierno la situación de pesimismo ante la crisis económica, porque ya llega al 91% el porcentaje de españoles que creen que la situación es mala y muy mala. Se mantiene también la impresión de que el final de la crisis ni siquiera se atisba. Incluso, el pesimismo se ha extendido al temor a que España pueda ser objeto de un rescate por parte de la Unión Europea similar a los aplicados a Grecia y a Irlanda. Ese pesimismo hace que el 54% asegure que la situación de Irlanda puede extenderse a otros países de la UE y que el 51% considere que es probable que España pueda necesitar "en un futuro más o menos inmediato el apoyo del fondo de rescate europeo". No se libran del pesimismo los votantes del PSOE, aunque todavía son mayoría los que creen improbable el rescate europeo de España. Con todos esos datos es evidente la deducción de que es el rechazo a la gestión de la crisis económica lo que está provocando el desgaste del Gobierno. Sin embargo, hay otros asuntos como el del Sáhara o las revelaciones sobre las maniobras de la Embajada de EE UU en Madrid para frenar procesos judiciales que afectan a Estados Unidos que no contribuyen a movilizar al electorado del PSOE. El efecto del cambio de Gobierno, que le dio un respiro al PSOE el último mes, se ha venido abajo, ha durado apenas unas semanas y se ha retomado la tendencia a la baja de los socialistas. Y aterroriza a los candidatos socialistas para las municipales y autonómicas de mayo. La imagen de Zapatero sigue siendo muy mala y la fidelidad de voto de los socialistas no para de bajar: solo un 42% de quienes votaron a los socialistas en 2008 estaría dispuesto a hacerlo ahora. No tiene precedentes este nivel de fidelidad y, además, hay datos aún más preocupantes para el PSOE como que esa desafección empieza a traducirse en posible apoyo a otras fuerzas políticas. Hay trasvase de voto del PSOE al PP, pero también a Izquierda Unida y a UPyD, que están en condiciones de recoger el descontento hacia el PSOE. IU puede llegar, según el sondeo, al 7,6% de los votos, es decir, casi el doble de los que logró en 2008, y UPyD pasaría del 1,2% al 4,3%. El porcentaje de voto del PP apenas se ha movido 0,2 puntos, pero su éxito se cimienta, sobre todo, en la caída del PSOE. No es su mejor estimación de voto, a la que llegó el pasado mes de marzo, pero el sondeo sí le muestra la consolidación de la impresión de que su victoria electoral es inevitable. Además, Mariano Rajoy ha visto reforzada su estrategia política con el resultado de las elecciones catalanas del pasado domingo, en las que el PP llegó a su mejor nivel de voto en esa comunidad. Nadie podrá reprocharle pasividad o falta de propuestas, sin que él pueda argumentar que, justamente, es lo que más rentable le resulta política y electoralmente. Su valoración sigue siendo muy mala, en muchos aspectos peor incluso que la de Zapatero, pero le sigue beneficiando la movilización de los suyos que hace que la fidelidad de los votantes del PP se mantenga inalterable en el 80%. El rechazo al Gobierno empuja a Rajoy a La Moncloa más que el apoyo que puedan suscitar él y su partido. En los últimos debates en el Congreso, ni siquiera se ha esforzado en mostrar alternativas y propuestas, más allá de la petición de elecciones anticipadas. Aunque sepa que el pacto de estabilidad con PNV y Coalición Canaria aleja esa posibilidad y constate que, con encuestas como la de Metroscopia, Zapatero no puede arriesgarse a acelerar una convocatoria electoral que tiene claramente perdida en este momento. Y sin haber desvelado si volverá a presentarse. ********************* Editorial Encrucijada socialista Las elecciones del pasado domingo fueron catastróficas para el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), que llegó a sus mínimos históricos. A seis meses de las elecciones municipales la tierra se abre bajo los pies del socialismo, que tiene en Cataluña un notable granero de votos. La encuesta de Metroscopia, que publica hoy EL PAÍS, confirma que el desplome del socialismo en Cataluña se corresponde exactamente con lo que está ocurriendo en el conjunto de España, donde se sitúa en un 24,3% y alcanza la mayor diferencia de expectativa de voto, un 18,8%, en relación con el PP. Los socialistas catalanes han sido, así, los primeros en sufrir las consecuencias electorales de la crisis. Pero sería un error convertirla en la única causa de su derrota. La errática gestión del tripartito, con sus continuas querellas internas, bastaría para explicar buena parte del fracaso. Ahora, a 34 diputados de distancia de los vencedores, Convergència i Unió, los socialistas intentan buscar soluciones. Como sucede siempre que hay malos resultados, regresa la polémica sobre las dos almas del partido: la catalanista y la españolista, con la amenaza en el horizonte de que los socialistas pierdan Barcelona, la capital más importante que tienen en España. El próximo congreso del PSC -primera fuerza municipalista de Cataluña- será después de los comicios locales. Los estatutos establecen un periodo de cuatro meses desde la convocatoria hasta la celebración de la reunión del máximo órgano. En este largo trecho las distintas sensibilidades del partido deben debatir con sentido común y la convicción de que una sin la otra van ambas directamente a la ruina. El mayor activo del PSC a lo largo de la democracia ha sido el de mantener el difícil equilibrio entre sus dos almas. Si finalmente no logran hacerlo, correrán el serio riesgo de quedar reducidos a la irrelevancia. EL PAÍS. 5-12-2010 Opinión. La Vanguardia Estado de alarma en una España en la esquina del ring europeo Enric Juliana El jefe de Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba logró desbaratar ayer un golpe civil que ha causado enormes daños al prestigio de España en el mundo, ha arruinado las vacaciones de centenares de miles de pasajeros, ha acentuado la amargura de una sociedad desorientada por la profundidad de la crisis económica y ha colocado al poder político en la situación más comprometida desde los atentados del 11 de marzo del 2004 en Madrid. El Consejo de Ministros declaró ayer el estado de alarma previsto en el artículo 116 de la Constitución. Ley marcial en los aeropuertos y aviso a todos los navegantes. Código Penal Militar. Diez años de prisión por el delito de desobediencia. Escuadrillas de Control Aéreo Operativo del Ejército del Aire han tomado posesión de las torres y centros de control de todos los aeropuertos españoles. Efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional personados en el hotel Auditorium de Madrid para notificar la militarización a los controladores allí congregados. Soldados de la Unidad Militar de Emergencias (UME) repartiendo comida y 3.900 mantas a los pasajeros confinados en Barajas. El estado de alarma tendrá una vigencia de quince días y el Gobierno no descarta su prórroga –previa autorización del Parlamento– para garantizar el buen funcionamiento de los aeropuertos durante las vacaciones de Navidad. El sometimiento de los controladores al orden militar ha evitado un colapso de gigantescas proporciones en el espacio aéreo y la quiebra de la fiabilidad política de España en una coyuntura financiera de extrema gravedad en la zona euro. Es la primera vez que se activa el estado de alarma en democracia. Las hemerotecas registran como antecedente más próximo el agitado año 1979, con la transición aún tambaleante. Recién celebradas las segundas elecciones generales, el Gobierno en funciones de Adolfo Suárez militarizó el metro de Barcelona para atajar una huelga que tenía a la ciudad paralizada, recurriendo a la vieja legislación franquista. Suárez, como es sabido, no logró acabar la legislatura. La declaración del estado de alarma –enérgicamente comunicada a la opinión pública por el jefe de Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba– logró evitar una catástrofe logística cuyas consecuencias en todos los órdenes habrían supuesto la más dolorosa puñalada en el plexo solar del debilitado presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El mal mayor fue evitado –de momento–, pero la suma de males abulta cada vez más en España. Los últimos siete días dibujan un panorama español muy inquietante. Un panorama de excepción. Hoy hace una semana, el desfondamiento del PSC en las elecciones catalanas envió el peor de los mensajes al socialismo español. El derrumbe electoral de la socialdemocracia es una posibilidad cierta. El lunes, la deuda pública se mantenía en el interior del bucle depresivo que podría conducir al default (suspensión de pagos) del Reino de España. El miércoles, Zapatero tuvo que cancelar su agenda internacional –dejando al Rey solo en la Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata (Argentina)– e improvisar un nuevo paquete de medidas de ajuste para propiciar la intervención ambulatoria del Banco Central Europeo en el mercado de bonos (en pocas palabras, dinero alemán para contener a los especuladores). Entre las medidas de ajuste aprobadas en el Consejo de Ministros del viernes figura la privatización del 49% de Aena, con el consiguiente cambio de escenario laboral en las torres de control. El viernes mismo estallaba la huelga salvaje de los controladores con el pretexto del reglamento sobre las horas de trabajo retribuibles. La fracción más incivil de la enriquecida clase media española se lanzaba al ataque del Estado. Intento de golpe. La sociedad visualizó ayer una situación política inédita: a fecha de hoy, en España hay un presidente y un jefe de Gobierno. La voz de la autoridad fue, a todos los efectos, la de Pérez Rubalcaba; Zapatero, en segundo plano. El Partido Popular acentuó su mensaje único: espera con ansia, con mucha ansia, ver pasar el cadáver del adversario socialista. Confinado en Lanzarote por la huelga, Mariano Rajoy envió señales poco audibles, y el portavoz Esteban González Pons hizo de volatinero: juegos de palabras aprendidos entre las pólvoras de la política valenciana. El PP transmitió un áspero mensaje. Gaspar Zarrías, visir del socialismo andaluz, acusó al PP de mover hilos invisibles. Fuentes socialistas señalan con insistencia al senador popular Ignacio Burgos Pérez, que el pasado 3 de noviembre se habría reunido con la directiva sindical de los controladores. CiU, en fase de investidura, ha dado su apoyo al Gobierno. Ejercicio de autoridad al borde del abismo europeo. Pérez Rubalcaba, al timón. El PP, con alteraciones en el área cerebral que gobierna el disimulo. La sociedad, perpleja e indignada. Informes empresariales al Rey pidiendo grandes cambios de rumbo. Estado de alarma en el interior de una fase de excepción. LA VANGUARDIA. 5-12-2010

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