Cargando...Italia, país siempre singular, siempre pendiente de sus astucias, siempre sorprendente, siempre difícil de descifrar, siempre inaprensible, se halla ante una inescrutable paradoja: ha conseguido encumbrar a Mario Draghi, una de las figuras más destacadas de su élite económica, a la presidencia del Banco Central Europeo, al mismo tiempo que el Gobierno de Roma se hunde, cada día más, en el pantano de la indecisión y el desprestigio. Italia forma parte de la solución y a la vez es un enrevesado problema.
La crisis financiera ha avanzado como un incendio forestal con varios brazos. Hace un par de años, Italia parecía a salvo. El más urgente problema era Grecia. Después venían Portugal e Irlanda. Y después España, con los negativos efectos de su colosal burbuja inmobiliaria. A mediados del 2010, en España se disparó el déficit y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue conminado por los grandes poderes de este mundo a cambiar inmediatamente de política. Y España obedeció con un volantazo fenomenal cuyas consecuencias políticas quedarán perfectamente registradas en las actas electorales del próximo 20 de noviembre.