SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El presidente comparecerá

Mariano Rajoy tiene, efectivamente, tres anclajes. Uno: la declaración del tesorero Bárcenas ha sido muy pirotécnica, con un brutal impacto en la opinión pública –impacto muy negativo para el presidente–, pero no abre un frente judicial preocupante para la Moncloa. Dos: el Gobierno no se halla paralizado y apoya al presidente casi sin fisuras (dejemos entre paréntesis los silencios sedosos de Alberto Ruiz Gallardón, de viaje oficial a Perú en los días más críticos). Y tres: el grupo parlamentario popular, pieza clave de la legislatura, no parece hoy campo abonado para maniobras de división. Prepondera en él la representación provincial y los notables con retranca son pocos. No se convertirá en un avispero.

Hay tres anclajes y dos sensaciones en círculos marianistas. Alivio y un cierto remordimiento. Alivio ante el olor a pólvora mojada. El Ente (el preso, el albacea y el abogado) puede haber medido mal el alcance de la maniobra. Remordimiento por no haber atravesado con mayor decisión la humareda del lunes. La declaración de Rajoy en la conferencia de prensa con el primer ministro polaco fue demasiado floja y desleída. Le faltó solemnidad y era innecesario propiciar una disputa entre periodistas por el turno de preguntas. ( ABC y El Mundo se están repartiendo leña y la pugna entre diarios en Madrid vuelve a ser muy descarnada).

Prevaleció la doctrina del perfil bajo, atribuible al propio carácter de Rajoy y a los consejos de su sociólogo de cabecera, el andaluz Pedro Arriola. El arriolismo suele recetar sedantes cuando las cosas se complican. María Dolores de Cospedal intentó una corrección de estilo con su comparecencia posterior, sin límite en el turno de preguntas. Cospedal trabajó bien el atrezo: dama de rojo, melena algo alterada, contundencia y sequedad. Doña Urraca de Castilla con porte de la calle Serrano. Su palabra contra la de Bárcenas y que salga el sol por Antequera. El carácter castellano disfruta en el combate. El gallego lo vive de otra manera. El gallego no soporta ser humillado. Ese es el fallo de los adversarios de Rajoy en la derecha. Le desprecian demasiado. Ya cometieron ese error en el 2008. Rajoy no olvida. El día que el preso de Soto del Real vea que sus actuales aliados le dejan de lado –cosa que ocurrirá–, quizá asistamos a una tragedia. Raúl del Pozo, que además de escribir muy bien, tiene instinto y olfato, captaba ayer un cambio en la vibración del aire.

La consecuencia más tangible del episodio Bárcenas es una fenomenal crisis de opinión pública. No hay elecciones a la vista, pero la silente combustión de una sociedad que cada día que pasa aborrece más al estamento político puede tener consecuencias fortísimas en el 2015. En esta coyuntura, Rubalcaba no puede ser Sagasta. Sobre todo, no puede aparentarlo. El domingo ya elevó el tono y ayer amenazó con la moción de censura, si Rajoy no acepta comparecer en el Congreso.

Al presidente le interesa comparecer y al líder del PSOE no le interesa subir a la tribuna con el ruidoso caso de los ERE de Andalucía colgando como un sonajero metálico. Se están buscando fórmulas, pero, en teoría, la comunicación entre los dos partidos principales está rota. En estos casos siempre hay un expresidente disponible. Rajoy, de una manera u otra, comparecerá. Le conviene.

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