Pilar Urbano

El precio del trono

Buscar la verdad. Aclarar aquellos puntos oscuros en los episodios más significados de nuestra historia reciente. Tal es el impulso que empuja a Pilar Urbano a escribir uno tras otro sus libros de investigación. Periodista independiente y valiente en cada uno de sus libros ha desvelado una serie de verdades incómodas ofreciendo datos sobre la intervención americana sobre España.

En cada uno de sus libros se ha atrevido a enfrentarse con los enigmas más oscuros de nuestra historia reciente, con los acontecimientos más decisivos de los últimos 30 años de historia de nuestro país. Yo investigué el 23-F, La madre del ajusticiado, El hombre de Villa Tevere, La Reina, Yo entré en el Cesid, Garzón: el hombre que veía amanecer y Jefe Atta son títulos imprescindibles.

“El precio del trono” es su último libro y promete ser dinamita. El anuncio de este lanzamiento trae a la memoria de muchos el revuelo que se formó en 2008 con la publicación de otro libro de Urbano, La Reina muy de cerca.» Informar con rigor, sin favor y sin temor» es su lema. El nuevo libro de Pilar Urbano combina el ensayo y la crónica, las autobiografías (de Don Juan y Don Juan Carlos) y el reportaje. Nuevos documentos hasta ahora secretos, cartas inéditas y testigos que al fin rompen su silencio. Pilar Urbano sitúa a Kissinger y a la CIA como instigadores del asesinato de Carrero Blanco. Una hipótesis que ya se había puesto sobre la mesa, pero a la que Urbano aporta ahora más datos. El dato más importante que Urbano aporta es el explosivo usado en el atentado contra Carrero Blanco, el C4, que, según ella, sólo poseían los servicios secretos norteamericanos. La periodista afirma que no se empleó Goma 2, como afirmaron los etarras, y además desgrana en su libro otros detalles. Por ejemplo, que el túnel que los terroristas excavaron no tenía forma de «T», sino de «L»; que, tras año y medio de vigilancia en la zona donde se cometió el atentado, la calle Claudio Coello de Madrid, fue alquilado un sótano que no lo había sido hasta entonces; que Kissinger se reúne el día antes con Carrero Blanco y adelanta su viaje de regreso a Estados Unidos. Pilar Urbano cimienta su teoría en la oposición frontal del presidente del Gobierno de Franco a la renovación del acuerdo con EE UU para el mantenimiento de las bases militares estadounidenses en suelo español. Además, la periodista considera que a finales de los años sesenta del pasado siglo el dictador había estrechado lazos con la Francia de De Gaulle, en detrimento del Gobierno estadounidense, y que Carrero Blanco demostró a Kissinger que España podía desarrollar un arma atómica en el plazo de dos años.

«Informar con rigor, sin favor y sin temor»

Como redactora del ABC asistió en directo -se encontraba en esos momentos en la tribuna de prensa del Congreso- a la entrada del teniente coronel Tejero y sus guardias civiles en las Cortes, el 23 de febrero de 1981. Tras varias horas bajo las metralletas, logró salir y escribió una crónica memorable. Dotada de un instinto certero, al que se une una desbordante capacidad de trabajo, una honestidad e independencia fuera de toda duda y una visceral defensa de la libertad, sus libros se han convertido en un instrumento de trabajo imprescindible para quien quiera conocer las claves ocultas y los entresijos decisivos por los que ha transcurrido la vida política del país desde la muerte de Carrero.

Todos los caminos conducen a Washington

Pilar Urbano es, sin duda, la periodista de investigación que en sus libros más ha sabido encontrar, «Yo no lo he buscado, simplemente aparecían y lo que he hecho ha sido reflejarlo», la omnímoda e inquietante presencia de la intervención norteamericana en algunos de los capítulos más decisivos de la historia reciente de nuestro país. Reproducimos a continuación algunos de sus párrafos más significativos.

«A partir del asesinato de Carrero Blanco -20 de diciembre de 1973- se detectó una descarada afluencia de agentes de la CIA hacia nuestro país. (…) Aunque la CIA no haya admitido jamás estar operando -espiando, influyendo, vigilando- en España, se llegó a hablar de una presencia -y no precisamente turística- de mil quinientos agentes. Una cifra casi insultante, por mucho que ahí se incluyesen colaboradores, confidentes, patriotas aficionados, longamanus… Y, por supuesto, periodistas a sueldo, como los tenían también los soviéticos (…).

Desde la séptima planta del edificio de la embajada americana en la calle Serrano -impenetrable sancta santorum de la Estación CIA en España-, los agentes americanos se sentían capaces de extender sus tentáculos por todas partes. Lo mismo celebraban reuniones con políticos de izquierdas, de derechas y de centro, que invitaban a periodistas a sugestivos viajes de ocio y estudio (…).

Con tanta naturalidad como frecuencia, los hombres de la CIA se dejaban caer por las oficinas de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol: (…) y aprovechaban ya el viaje para quedarse curioseando los archivos policiales. “Eran muy entrometidos. Muy metiches. Querían estar informados en vivo, en directo y por sí mismos -me comentaba un coronel de aviación que, tiempo atrás, actuando como oficial del CESID tuvo que pararles los pies-, incluso con los comunistas prochinos y los militantes de grupos minoritarios de ultraizquierda. Se tomaron como cosa propia la tarea de auspiciar que aflorase la oposición política socialista o nacionalista vasca; pero se creían con derecho a controlarla ellos”.

(…) Se inicia después del asesinato de Carrero, quizá porque la CIA incrementa entonces su actividad, quizá porque se tema que también en España intenten cambiar el curso de la historia según la hora de su reloj, como en Chile, como en Turquía, como en Portugal…» (Del libro «Yo entré en el CESID». EditorialPlaza y Janés. Noviembre de 1997).«Todo es posible en Granada»Tengo una anécdota curiosa. Estaba yo con López Rodó para el libro de la Reina, y viendo una galería de retratos llegamos al final a una foto en la que están Carrero, Kissinger y López Rodó que era entonces ministro de Asuntos Exteriores.

Y entonces yo le digo: – “¿ésta es la última foto de Carrero vivo?”. Dice él: –“sí”. Pero yo le comento: –“y en ese momento a lo mejor Kissinger decidió que esa fuera la última foto de Carrero vivo”. Y contesta López Rodó, muy catalán él, – “todo es posible en Granada”. Y así lo puse en mi libro “La Reina”. Cuando la Reina leyó aquello le preguntó al Rey: – “¿Qué pasó en Granada?”.

Bueno, ya sabemos que la Embajada americana está allí, con los jesuitas en medio, en la calle donde perforaron el túnel. Y que el ruido de una taladradora suena y resuena, produce una resonancia en el suelo y en la Embajada americana tenían, y siguen teniendo, radar y sonar y unas medidas de seguridad potenciadísimas esos días por la estancia de Kissinger. De modo que no pudo pasarles inadvertido que estaban haciendo un túnel. (…) Hay varios golpes de Estado y hay varios episodios que deciden el ritmo del cambio en un país. En este caso concreto, parece ser que a Kissinger, Carrero le parecía “más franquista que Franco” y que por tanto la duración del franquismo podía traer como inevitable una eclosión del comunismo o de las izquierdas que eran muy vigorosas”. (Declaraciones de Pilar Urbano en el Ateneo Madrid XXI).

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