SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El PP y la guerra de los Rose

Una fuerte corriente de opinión en el PP cuestiona las políticas del Gobierno de Rajoy. A través, aunque no sólo, de la abierta disidencia de una excéntrica e instrumental Esperanza Aguirre, sectores populares estiman que el presidente se ha confundido en la política fiscal, en la antiterrorista -exponen como gran yerro la excarcelación del etarra Bolinaga- y en el tratamiento de la cuestión catalana. Cabe sospechar que la emergencia del caso Bárcenas sea una consecuencia de esa crítica -alguien desde dentro trataría de reventar la actual dirección del partido y obligar a Rajoy a cambiar el rumbo-, o que nada tenga que ver con el disenso interno, pero, sea lo primero o lo segundo, lo cierto es que la gestión de la crisis de la supuesta contabilidad del extesorero del partido se añade a los agravios de los críticos que suman aún un dato más: la amnistía de Montoro se habría convertido en una trampa para el propio Gobierno, tanto por un mal planteamiento político como por una defectuosa configuración jurídica. El presidente y su ministro de Interior tienen necesariamente que percibir que actos como el del lunes pasado organizado por FAES con motivo del vigésimo aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, en el que se formularon durísimas y directas críticas al Ejecutivo, cuestionan claramente el perfil, un tanto difuso, de la política antiterrorista que se personaliza en la excarcelación por razones de salud -y ciertamente torpe- de uno de los crueles secuestradores de José Antonio Ortega Lara. Las declaraciones concesivas de dirigentes del PP del País Vasco hacia la izquierda abertzale agrupada en torno a Bildu están también resultando indescifrables políticamente, tanto para sus demás compañeros como para las víctimas que, además de registrar gruesas diferencias entre sus organizaciones, se han distanciado del Ejecutivo de Rajoy de manera notoria. Suponer que es sólo Jaime Mayor Oreja el instigador de este malestar es quedarse corto en el análisis porque alcanza, sin duda, al expresidente Aznar y a un amplio grupo de los que fueron sus colaboradores.En la misma línea, aunque salvando las distancias, borbotea el desacuerdo con el Gabinete en el tratamiento de la cuestión catalana. Pese a que Rajoy recibe muchos parabienes por su actitud silente y paciente ante los acontecimientos políticos en Catalunya -a la espera de que las contradicciones soberanistas rectifiquen el itinerario de Mas y de Junqueras-, sectores del PP, tan significativos como los ya referidos, creen que el presidente y sus ministros se equivocan de medio a medio porque el independentismo está, aun mostrando progresivas debilidades, ganando terreno. Estos sectores reclaman un claro intervencionismo gubernamental en Catalunya, tanto con declaraciones más contundentes y claras como con decisiones de distinto orden: financiero -paralizar, por ejemplo, las aportaciones del Fondo de Liquidez Autonómico-y jurídico, sin descartar, entre estas últimas, todas las posibles. Por supuesto, la impugnación, ya decidida, de la declaración soberanista del Parlament ante el Constitucional, pero también medidas penales si llegase el caso.La acidez de la crítica de ciertos sectores del PP se extiende como mancha de aceite sobre la política fiscal del Gobierno. En estas instancias existe la creencia de que Rajoy y Montoro están descalabrando a las clases medias que son las que votan al PP. Y que lo están haciendo de manera insolente, traicionando las promesas electorales e incurriendo en contradicciones. Estos sectores advierten también que el empresariado emite señales de fatiga con parte del Gabinete de Rajoy al que dedican calificativos como «grupo de mandarines» que «están suficientemente preparados pero insuficientemente experimentados». La ausencia de una estructura orgánica del Gobierno que establezca nítidamente las líneas competenciales martillea las críticas a Rajoy que, en el ámbito empresarial y financiero, son más que audibles.En versión libre de un alto cargo del PP lo que ocurre en su partido -haya mayor o menor corrupción- se asemeja a La guerra de los Rose, la película que en 1989 protagonizaron Michael Douglas y Kathleen Turner. Representaban un matrimonio que entre las cuatro paredes de lo que fue su hogar se despedazaban moral y físicamente, sin que nadie lo impidiera. Algo hay de cierto en esta metáfora cinematográfica en la que se incrusta la ausencia de liderazgo de Rajoy. El estallido como bomba racimo del caso Bárcenas ha proyectado la imagen -¿es la que pretendían sus adversarios internos?- de un hombre con insuficiente utillaje político y, por lo tanto, susceptible de una eliminación darwiniana. En eso están.

Deja una respuesta