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El potencial sí­smico de la economí­a japonesa

Durante casi dos décadas, Japón ha estado estancado en una órbita en deterioro, un espectáculo económico deprimente aunque con un impacto limitado en el exterior. Para bien o para mal, ese período está a punto de terminarse.

El gobierno del primer ministro Shinzo Abe se ha embarcado en una apuesta arriesgada para acelerar el crecimiento de la economía utilizando una combinación de gasto gubernamental, políticas de crédito fácil y una ambiciosa reforma de la rígida economía de Japón.

Si la denominada «Abeconomía» tiene éxito, la tercera economía del mundo podría resurgir como un importante motor de crecimiento cuando Europa está en punto muerto y China se está enfriando. Pero si fracasa, la deuda de Japón podría derrumbarse y su onda expansiva se sentiría en todo el mundo.

«Definitivamente podría ser un gran sismo», señala Michael Manetta, economista senior del centro de estudios Roubini Global Economics. «En términos de comportamiento de los mercados de capital, probablemente sería similar a lo que vimos después del (colapso) de Lehman Brothers».

El Fondo Monetario Internacional ha respaldado en gran medida los esfuerzos de Japón para poner a andar el crecimiento. Una resurrección japonesa sería «una ventaja para la economía global», opina Jerry Schiff, jefe de la misión del FMI para Japón.

Al mismo tiempo, se intensifican las preocupaciones de lo que podría pasar si la «Abeconomía» se hunde o explota. Este mes, el FMI citó esa posibilidad como uno de los nuevos riesgos más importantes para la economía global.

Así se desplegaría el escenario del desastre: casi dos veces y medio el tamaño de su economía, la deuda soberana de Japón es mucho mayor que la de otras grandes economías. Hasta ahora, los inversionistas han continuado prestándole al gobierno japonés a tasas de interés ultrabajas, permitiéndole pagar sus cuotas sin problema. Pero si los inversionistas llegaran a dudar sobre la capacidad de pago del gobierno, empezarían a exigir mayores retornos. «El peligro es que los inversionistas empiecen a inquietarse sobre la sostenibilidad de la deuda y pidan una tasa de interés más alta», escribió este mes Olivier Blanchard, economista jefe del FMI.

Para evitar una cesación de pagos, el gobierno podría presionar al banco central para seguir comprando deuda, un proceso que podría traducirse en hiperinflación. Un declive en los estándares de vida de los japoneses, una crisis bancaria y un alza en las tasas de interés tendrían efectos que se propagarían por toda la región y perjudicarían a una economía mundial todavía débil.

«Un importante salto en los retornos (de los bonos soberanos de Japón) podría tener importantes efectos globalmente», indicó Schiff, del FMI.

De hecho, muchos economistas han advertido desde hace años que la deuda de Japón es insostenible. Pero los inversionistas no han hecho caso debido en parte a que 95% de la deuda está en manos de los propios japoneses, conocidos por su espíritu ahorrativo, a través de bancos, compañías de seguros y fondos de pensión.

Sin embargo, en algún momento, el mercado interno de deuda se saturará y nuevos bonos soberanos tendrán que ser comprados por más inversionistas extranjeros, que tienden a ser más exigentes. En cuestión de tres o cuatro años, las reservas en ahorros familiares deberían empezar a menguar conforme más japoneses se jubilan.

En un estudio publicado el año pasado, dos influyentes economistas japoneses, Takatoshi Ito y Takeo Hoshi, calcularon que el punto de saturación se produciría en siete o 10 años, si no se hace nada para impedirlo. Los inversionistas podrían anticipar ese momento, precipitando el desencadenamiento de una crisis.

El gobierno ha disparado la primera de sus «tres flechas» de la «Abeconomía»: nombró a un nuevo gobernador del banco central que ha inundado la economía de dinero. La segunda flecha, la política fiscal, sólo ha sido disparada a medias. Si bien implementó un estímulo fiscal, no ha anunciado un plan a mediano plazo para subir los impuestos y recortar el gasto.

Para continuar esta recuperación tentativa, Abe debe lanzar su tercera flecha. Hasta ahora, ha anunciado medidas discretas pero, por sí solas, no harían mucho por generar nuevo crecimiento.

El FMI quiere ver cómo Japón hace cambios más profundos para alentar a las mujeres a sumarse a la fuerza laboral y facilitar el despido de trabajadores mayores y desregular los sectores agrícola y de servicios. El organismo espera que estos cambios fomenten la expansión al impulsar las contrataciones, los salarios y el consumo.

Si la tercera flecha no da en el blanco, es probable que la «Abeconomía» no haga nada más que incrementar la deuda del país.

La «Abeconomía» representa la mejor —y posiblemente última— oportunidad para que Japón evite una crisis de deuda que podría volver a poner en entredicho la recuperación global. Ya no son sólo los japoneses los que se juegan mucho con su éxito.

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