SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Artur Mas y la dificultad de arbitrar

Pocos días después de la manifestación del pasado 11 de septiembre pero antes de que Artur Mas viajara a Madrid a entrevistarse con Rajoy, el president almorzó en Via Veneto, el elegante restaurante del mundo de los negocios barcelonés, con una tertulia selecta de una docena de empresarios catalanes (para ser miembro hay que tener más de 70 años y estar en activo). Fue advertido de que el viento independentista de la manifestación necesitaba ser canalizado y que Rajoy no aceptaría (tampoco podía) el pacto fiscal a la vasca.

Pero -por ahí fue una parte de la conversación- la frustración es peligrosa y la solución podía estar en unas elecciones anticipadas. Entonces, con cuatro años por delante (y unas elecciones españolas en medio), podría abrirse una negociación, siempre larga y complicada pero que acabara en positivo. Las elecciones del 25 de noviembre -en las que Mas no sólo no obtuvo la mayoría absoluta sino que perdió doce diputados– fue un jarro de agua helada para ese mundo. Mas sin mayoría no tenía capacidad de controlar el proceso y además se precipitó a pactar con ERC. Y los republicanos le hicieron firmar que la consulta se haría en el 2014, con lo que quedó prisionero de Esquerra.

Y desde entonces Artur Mas -que se proclamaba business friendly y una de cuyas primeras medidas la legislatura anterior fue abolir el impuesto de sucesiones- es un político arrastrado por ERC. En impuestos, en la creación del Consell Asesor de la Transició Nacional, un extraño organismo de expertos no siempre radicales pero cuyo mismo nombre ya dice que el objetivo no es la consulta sino la independencia, y en el envío a Rajoy de la carta -insistentemente pedida por ERC- en la que se exige la celebración del referéndum, curiosamente pocos días antes de su comparecencia mañana -la víspera de la de Rajoy- para explicar la financiación de CDC, acusada por un juez de recibir comisiones a través de Fèlix Millet y su tinglado del Palau de la Música. Y todo en vísperas del momento en el que ERC debe decidir si permite que Mas presente presupuestos para el ejercicio en curso.

La impresión es que Artur Mas está arrastrado por ERC y por un pequeño grupo de afines. Un exconseller de la Generalitat asegura que le dijo a Mas que solía acertar cuando se fiaba de su intuición pero que se equivocaba cuando programaba siguiendo el guión de asesores ultranacionalistas. Ahora confiesa, moviendo las manos en señal de impotencia, que Mas sigue leyendo discursos ajenos. Y esta tendencia a dejarse arrastrar se ve confirmada por un caso reciente.

El año pasado, acuciada por una grave falta de recursos, la Generalitat decidió iniciar un proceso de reprivatizaciones, de las que la joya de la corona era la de Aiguas del Ter-Llobregat, la red de alta del agua. Aguas de Barcelona, con presencia dominante en Catalunya desde hace muchos años y cuyo primer accionista es hoy el grupo francés Suez (la Caixa es ahora un socio minoritario), era el favorito, pero Recoder -apoyado por Economía- decidió que para recaudar el máximo posible había que hacer un concurso muy abierto. El resultado fue que a juicio de las dos consellerías (y de la mesa técnica que falló el concurso) la oferta mejor era la del consorcio formado por Acciona (José Manuel Entrecanales), bancos brasileños y las familias Rodés y Godía. Pero la adjudicación topaba con oposición en Presidencia, al parecer en la secretaría del Govern que ocupaba entonces un hombre muy próximo a Mas, Germá Gordó, actual Conseller de Justicia. Y el proceso se dilataba.

A finales de año el tiempo urgía porque Mas-Colell necesitaba ingresar 300 millones (y apuntarse el resto, hasta 1.000) en el cierre presupuestario. La adjudicación se hizo en los últimos días de diciembre -es de suponer que con autorización del president- y se publicó en el boletín oficial de la Generalitat. Y Acciona hizo efectivo el ingreso justo antes de fin de año. Pero quedaba pendiente el visto bueno de una oficina de control que la Unión Europea ha obligado a crear en las administraciones públicas. En la Generalitat este órgano es unipersonal y lo ocupa Federico Gallo, hijo del famoso locutor de TVE que hizo, entre otros, el programa Esta es su vida.

Pues bien, contra lo esperado, esta oficina falló, en plenas vacaciones de Año Nuevo, que la adjudicación no era correcta porque Acciona incumplía algún punto del concurso. Y dicen que es difícil que Gallo tomara esta decisión sin el plácet de Germá Gordó, su jefe en varios destinos. La Generalitat recurrió ante los tribunales la decisión de su propio órgano que invalidó el concurso pero el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña afirma que la decisión es ejecutiva.

Artur Mas se enfrenta a un serio problema. Primero, al descrédito y la desconfianza que puede generar el que su más importante reprivatización acabe resultando fallida. Segundo, si no insiste en el recurso -y no lo logra ganar en los tribunales- Acciona y los bancos brasileños pueden iniciar una demanda que podría tener muy costosas repercusiones económicas y jurídicas y que, para empezar, descuadraría el cierre presupuestario del 2012.

Y no se acaba de entender que Artur Mas no arbitrara. Si aprobó la decisión de Mas Colell y Recoder (que ha abandonado el Govern y ha dimitido de diputado pero que continua siendo dirigente de CDC) debió encarecer a Germa Gordó que “cuidara” la decisión del órgano unipersonal. Y si prefería que Aguas ganara debía haber frenado a Recoder y Mas-Colell mucho antes. Al parece no hizo ni lo uno ni lo otro. O simplemente no se enteró, lo que sería más grave, porque como había grandes intereses en juego, el ruido era ensordecedor. Y ahora su problema es fenomenal.

Esta timidez en el arbitraje, el dejarse arrastrar por corrientes que ha contribuido a generar pero que chocan, es un rasgo, desconocido hasta ahora, de la personalidad del president. Hay quien lo piensa y que sólo así se explica su actitud ante Madrid por la consulta. Una actitud -bastante racional- sería cargarse de razón a la espera de las próximas elecciones españolas para ver si el PP pierde la mayoría absoluta, o incluso el gobierno, y se puede negociar en buenas condiciones. La otra es plantar cara a Madrid, incluso de forma algo ‘criptoinsurreccional’, para conseguir la independencia.

Y Mas parece que quiere recorrer un trozo de cada vía pero se va dejando arrastrar por el clima generado -cansancio de España en amplios sectores de la sociedad catalana y cerrazón algo suicida en Madrid (ahí está el caso Wert o lo de los catalanes de m…)- que favorecen el incremento de la tensión y la línea radical de Junqueras.

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