El discurso de Sarkozy en Versailles

El pequeño Napoleón

Fue un escenario napoleónico para un relanzamiento polí­tico, cuando su popularidad está creciendo. Ayer por la tarde, el presidente francés Nicolas Sarkozy utilizó el esplendor púrpura del palacio de Versailles de Luis XIV (y la misma sala donde se adoptaron las reformas constitucionales que le permiten como jefe de Estado, por primera vez desde 1848, hablar ante el Parlamento) para dirigirse ante 900 legisladores y explicar su visión del «nuevo crecimiento» en la Francia de la poscrisis. Una reorganización de su gabinete está prevista para mañana, miércoles, además de un anuncio sobre las «nuevas prioridades estratégicas» del gobierno.

Algunos, los fieles, lo encontraban justificado or el alcance de las medidas que iba a anunciar. Otros, más crí­ticos, se mofaban del a su juicio desmedido afán de protagonismo del actual presidente de la República. El acto daba también para el sarcasmo: el periódico Libération mostraba ayer en una caricatura a Sarkozy subido a un taburete que se apoyaba a su vez en un trono, con una corona y un manto real con el tí­tular «Nicolas II». Los diputados ecologistas y comunistas se negaron a acudir por considerar que el presidente se excedí­a en sus funciones al presentarse en Versalles.El jefe del Estado francés comenzó, de hecho, haciendo alusión a la importancia histórica del momento: «Soy consciente de este cambio en nuestra tradición republicana, ha llegado el momento de que se establezcan más relaciones entre el poder legislativo y el Ejecutivo».Teatral en el show pero deliberadamente mesurado, Sarkozy parecí­a otro ayer y esa era su intención en el discurso escrito por Henri Guaino, su consejero. «He venido aquí­ a decirles las consecuencias que yo he aprendido de la crisis», anunció el jefe de Estado.Delante de los diputados y senadores reunidos en Versalles, entre otras cosas, ha anunciado hoy que el parlamento francés discutirá la prohibición del niqab (traje que sólo permite llevar descubiertos los ojos) y del burka por parte de las mujeres musulmanas en las calles francesas. Y por si quedaba alguna duda, Sarkozy adelantó su opinión sobre esta forma de vestir: «No es un signo religioso. Es un signo de sometimiento de las mujeres. Por eso, no es bienvenida en el territorio de la República».»La crisis no terminó», dijo. Enunció que es necesario «proteger a los ciudadanos más frágiles» y advirtió que la «exclusión es sin duda lo que la crisis puede generar con mayor gravedad». «Nada será como antes», dijo dramáticamente. «La crisis anuncia un mundo donde la demanda de protección será más fuerte, donde el mensaje de Francia será mejor entendido, y crea las circunstancias favorables para poner la economí­a al servicio del hombre y no a la inversa».»No haré polí­tica del rigor porque la polí­tica del rigor siempre ha fracasado», afirmó el presidente al prometer que no aumentará los impuestos. Y propuso «un cambio radical para plantear el problema». Para Sarkozy, se debe diferenciar «el mal déficit (burocracia, gastos de funcionamiento) del buen deficit», causado por los gastos que juegan un rol de amortizador social. Se debe financiar el futuro, para lo que justificó un crédito nacional. Es más: cree que Francia se pondrá «en movimiento» gracias al crédito, en una promesa que alarma a la oposición, preocupada ya por el actual déficit y la deuda.El compromiso se produjo un dí­a después de que el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, dijera que no habí­a hueco para más deuda o gasto y después de que el ministro de Presupuestos, Eric Woerth, dijera que el déficit podrí­a alcanzar el siete por ciento del Producto Interior Bruto en 2009 y 2010. Sarkozy dijo que el Gobierno asumirí­a un nuevo préstamo ya fuera de los mercados financieros o del público en general, como hizo el gobierno del ex primer ministro Edouard Balladur en 1993A pesar de haber pasado por dos huelgas generales y su popularidad haber bajado a mí­nimos históricos, Desde enero, ha sufrido una creciente protesta callejera por sus medidas anticrisis a la vez que veí­a cómo su popularidad descendí­a desde enero de manera ininterrumpida. Pero un electorado y una militancia más activa de la derecha, una electorado que se encierra en el nacionalismo protector y las medidas de mano dura de Sarkozy en materia de inmigración y la inclinación de sarkozy por reforzar medidas proteccionistas a su industria hace que conserve un electorado fiel.

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