El Pentágono y la batalla por Bahrein

«De hecho, las lí­neas de fallas sectarias, junto con el completo vasallaje de las fuerzas de seguridad a la monarquí­a, reducen en gran medida la probabilidad de un cambio pací­fico de régimen. Mientras que Túnez y Egipto son paí­ses relativamente homogéneos -los musulmanes suní­es constituyen más del 90 por ciento de sus habitantes-, los suní­es de Baréin, incluidas la familia real y la minorí­a polí­tica y económica dominante, comprenden sólo una tercera parte, aproximadamente, de la población. El resto son chií­es. Cada uno de esos grupos está formulando peticiones diferentes, si no contradictorias.»

En una alabra, los gobernantes de Baréin tienen muchas cartas que pueden jugar… y parece probable que la reacción internacional ante el levantamiento fortalezca aún más al régimen. Al fin y al cabo, Baréin es un aliado americano decisivo, pues alberga la Quinta Flota de la Marina de Guerra de los Estados Unidos, que patrulla el golfo Pérsico y mantiene a raya al Irán. Aunque los EE.UU. han instado al Gobierno de Baréin a que frene a sus fuerzas de seguridad, no desean, evidentemente, presionar en pro de un cambio de régimen. El mantenimiento de sus bases navales será una prioridad fundamental para los EE.UU., de la que dependerá en última instancia su reacción ante la situación en Baréin. (THE DAILY STAR)YEMEN POST.- El régimen seguirá perdiendo terreno con cada ataque que se lleva a cabo. Todos los heridos viven con el odio hacia el régimen que los atacó por expresar pací­ficamente sus ideas. Cada miembro de una familia que perdió a un ser querido vivirá tratando de vengarse de quienes mataron a su hijo. Los regí­menes de Mubarak y Ben Ali usaron la fuerza contra su pueblo cuando protestó, y ahora están viviendo una vida desgraciada. Aconsejamos al régimen de Saleh aprender de los errores de los demás antes de que sea demasiado tarde. La historia puede repetirse en breve. Lí­bano. The Daily StarLa batalla por BahreinBarak BarfiEl fervor por el cambio que inspiraron las resoluciones en Túnez y Egipto está ahora agitando a Baréin, pero el levantamiento en Manama difiere de las protestas en masa que derrocaron a gobernantes del África septentrional que llevaban mucho tiempo en el poder. De hecho, las lí­neas de fallas sectarias, junto con el completo vasallaje de las fuerzas de seguridad a la monarquí­a, reducen en gran medida la probabilidad de un cambio pací­fico de régimen.Mientras que Túnez y Egipto son paí­ses relativamente homogéneos -los musulmanes suní­es constituyen más del 90 por ciento de sus habitantes-, los suní­es de Baréin, incluidas la familia real y la minorí­a polí­tica y económica dominante, comprenden sólo una tercera parte, aproximadamente, de la población. El resto son chií­es. Cada uno de esos grupos está formulando peticiones diferentes, si no contradictorias.Lo chií­es están centrados en las reformas polí­ticas que reflejarí­an su condición mayoritaria. Sin embargo, los suní­es agraviados quieren cambios socioeconómicos, como, por ejemplo, viviendas asequibles y, mientras que los egipcios de todas clases que protestaban encontraron un entendimiento común al insistir en que el Presidente Hosni Mubarak dimitiera, a los bareiní­es les resultará casi imposible acordar una consigna común.La familia Al Jalifa gobernante no cederá el poder de buen grado. Para protegerse, el régimen cuenta con fuerzas de seguridad importadas que sólo guardan lealtad a la familia real. Como son originarias de Jordania, del Pakistán y del Yemen, no tienen inconveniente en golpear y matar a los que protestan, porque saben que cualquier cambio en la cumbre significará una derrota no sólo para los Al Jalifa, sino también para ellos.De hecho, las fuerzas de seguridad bareiní­es han sido despiadadas en sus ataques contra los manifestantes y han matado a seis de ellos. Dado ese alineamiento de fuerzas y el derramamiento de sangre que ya ha habido en la plaza de la Perla de Manama, no es probable que se reproduzcan en este paí­s las escenas habidas en El Cairo de manifestantes cogidos del brazo con soldados y muchedumbres abrazando a tripulantes de tanques.Además, mientras que en Egipto, paí­s históricamente estable, dieciocho dí­as de caos fueron suficientes para convencer al ejército a fin de que restableciera el orden destituyendo a Mubarak, los bareiní­es tienen una mayor experiencia en materia de malestar social que los egipcios o los tunecinos. La inestabilidad polí­tica es una forma de vida en Baréin. Desde la agitación del decenio de 1920, a raí­z de las reformas administrativas, hasta las protestas obreras en el de 1950, el paí­s está acostumbrado a la agitación. A consecuencia de ello, no es probable que las luchas intestinas inspiren pánico a los gobernantes y menos probable aún es que los persuadan de que el Rey debe abdicar, para salvar el paí­s.También el papel y la influencia del poder legislativo en esos tres paí­ses varí­an. En Túnez y Egipto, los regí­menes autoritarios no permitieron espacio polí­tico a las voces discrepantes. Cuando Mubarak sintió que su poder se le escapaba y tendió la mano a sus adversarios, se encontró con partidos de oposición desorganizados, con poca experiencia polí­tica y sin apoyo en la sociedad. No pudieron formular posiciones coherentes ni peticiones prácticas, sino que se aferraron a posiciones intransigentes, con lo que impidieron a Mubarak encontrar una solución para salir del atolladero.Pero aquí­, en Baréin, la situación es diferente. Los partidos de oposición han estado activos desde hace casi un decenio y tienen una representación importante en el poder legislativo. El principal grupo de oposición, Al Wifaq, ocupa 18 de los 40 escaños del Parlamento. En las conversaciones con la oposición, la monarquí­a se encontrará con polí­ticos experimentados y dispuestos a negociar unas peticiones sostenidas desde hace mucho y, con el apoyo generalizado de sus seguidores, Al Wifaq puede contribuir mucho a reducir las tensiones.El rey Hamad dispone de otras diversas opciones. Como los ciudadanos tienen tantas reivindicaciones, puede hacer mucho para aplacarlos. Puede atender las denuncias de discriminación por parte de los chií­es ofreciéndoles más cargos en los ministerios gubernamentales. Puede prometer que invertirá fondos estatales en sus comunidades, que presentan condiciones deplorables. Puede apaciguar tanto a los chií­es como a los suní­es concediéndoles viviendas asequibles. Puede calmar a las dos comunidades poniendo fin a una polí­tica de naturalización que concede la nacionalidad a suní­es de origen extranjero, con lo que erosiona la mayorí­a chií­, y puede destituir al Primer Ministro, Jalifa ben Salman Al Jalifa, que ha agotado la paciencia de muchos a los dos lados de la divisoria sectaria durante los cuarenta años que lleva en el poder.En una palabra, los gobernantes de Baréin tienen muchas cartas que pueden jugar… y parece probable que la reacción internacional ante el levantamiento fortalezca aún más al régimen. Al fin y al cabo, Baréin es un aliado americano decisivo, pues alberga la Quinta Flota de la Marina de Guerra de los Estados Unidos, que patrulla el golfo Pérsico y mantiene a raya al Irán. Aunque los EE.UU. han instado al Gobierno de Baréin a que frene a sus fuerzas de seguridad, no desean, evidentemente, presionar en pro de un cambio de régimen. El mantenimiento de sus bases navales será una prioridad fundamental para los EE.UU., de la que dependerá en última instancia su reacción ante la situación en Baréin.También es de esperar que Arabia Saudí­ haga todo lo que esté en su poder para impedir la caí­da de los Al Jalifa. Baréin es el aliado más leal del Reino en esa región y los saudí­es temen que el malestar sectario se propague a la región oriental del paí­s, donde una minorí­a chií­ abriga agravios de antiguo. Durante años, los saudí­es han apuntalado el régimen bareiní­ al brindarle petróleo gratuito y financiar su presupuesto. Cuando estallaron los disturbios, parece ser que Arabia Saudí­ envió a unidades militares para reforzar las deficientes fuerzas armadas de Baréin.Puede que el cambio esté llegando a gran parte de Oriente Medio, pero, en vista de que las lí­neas de falla social de Baréin son demasiado difí­ciles de saltar, el régimen, dispuesto a recurrir a una violencia brutal para aplastar cualquier levantamiento, y la comunidad internacional, dispuesta a mirar para otro lado, los que protestan en Manama deberí­an estar preparados para la derrota.THE DAILY STAR. 24-2-2011 Yemen. Yemen Post NewspaperLa caí­da del reinoHakim AlmasmariEl presidente Saleh en un discurso esta semana denunció los ataques contra periodistas que cubrí­an las protestas exigiendo la caí­da de este régimen. Tres horas después de su discurso, cuatro periodistas fueron atacados por las fuerzas de seguridad pertenecientes a la Seguridad Central, que está dirigida por su sobrino Yahya Mohamed Saleh. Si Saleh quiere ser justo con su pueblo ¿no deberí­a ordenar la detención de su sobrino por los crí­menes que llevaron a la muerte de más de 10 personas esta semana? Una hora después de su discurso, ocho manifestantes antigubernamentales fueron asesinados, dejando a uno en estado crí­tico. El régimen de Saleh no hizo nada para detener a los delincuentes. Cuatro horas después de su discurso, más de 23 manifestantes contra el gobierno fueron atacados con dagas y palos. Las fuerzas de seguridad observaban cómo daban palizas a los manifestantes contra el gobierno. Una vez más, el régimen no hizo nada para detener a los responsables de los ataques. En su discurso también dijo que las élite sociales eran hipócritas por no ser honestas con él cuando se equivoca. Así­ que, Saleh, ahora yo le estoy diciendo que usted está equivocado por permitir que su sobrino esté detrás de la muerte en Yemen. Usted está equivocado por no arrestar a los que dispararon a ocho personas a la luz del dí­a con más de mil testigos sabiendo quiénes eran los atacantes. Muéstreme quién es el hipócrita ahora.El régimen seguirá perdiendo terreno con cada ataque que se lleva a cabo. Todos los heridos viven con el odio hacia el régimen que los atacó por expresar pací­ficamente sus ideas. Cada miembro de una familia que perdió a un ser querido vivirá tratando de vengarse de quienes mataron a su hijo. Los regí­menes de Mubarak y Ben Ali usaron la fuerza contra su pueblo cuando protestó, y ahora están viviendo una vida desgraciada. Aconsejamos al régimen de Saleh aprender de los errores de los demás antes de que sea demasiado tarde. La historia puede repetirse en breve. YEMEN POST NEWSPAPER. 22-2-2011

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