SELECCIÓN DE PRENSA INTERNACIONAL

El papel de Washington en la lucha por el poder en Oriente Medio

El embajador J. Christopher Stevens era el tipo de diplomático de EEUU que marca la diferencia. Dominaba el árabe, recorrió las calles de Trípoli y Bengasi, escuchando más que hablando. Cuando habló, presionó duro para que los libios abrazaran la democracia liberal – y para que Estados Unidos estuviera detrás de los que tomaron esa causa.A raíz de su trágica muerte, la mayor amenaza para los intereses estadounidenses en el Medio Oriente no es que más embajadas serán asaltado y cuantos más enviados asesinados. Es que, por temor a que la perspectiva o la ira por lo ocurrido, Estados Unidos no sige el ejemplo de Mr. Stevens.Una falta de comprensión de las manifestaciones anti-estadounidenses, que han continuado propagándose en el mundo árabe, podría fácilmente conducir a malas decisiones en Washington. Las protestas no deben verse como un levantamiento popular en contra de una película obscena pero desconocida, o como un rechazo a los Estados Unidos, sino como parte de una lucha por el poder en Egipto, Libia, Túnez y otros países donde el viejo orden político autocrático ha sido demolido.Militantes de movimientos islámicos, que en varios de esos países han estado perdiendo terreno ante las fuerzas musulmanas más moderadas y liberales, aprovechan con pretextos como la película anti-musulmana para movilizarse en contra de sus enemigos políticos, explotando ideas erróneas generalizadas entre los árabes sobre los Estados Unidos y su política hacia el mundo islámico. Su designio es forzar a los islamistas más moderados, como el presidente egipcio, Mohamed Morsi y su Hermandad Musulmana, para contrapesar su deseo de relaciones constructivas con Washington poniéndolos ante la presión popular de sus militantes. Esta presión ayuda a explicar, si no excusar, la respuesta lenta y ambigua del Sr. Morsi a las protestas iniciales de El Cairo.La respuesta inteligente de EEUU a estas circunstancias no es cortar la ayuda a Egipto –como demandan algunos en el Congreso– o presionar al Sr. Morsi a hacer declaraciones difíciles, pero en gran parte simbólicas. Se trata de socavar la estrategia de los extremistas y refutar los intentos de retratar la sociedad y el gobierno de EEUU como anti-musulmanes; por trabajar pragmáticamente con los gobiernos para renovar el crecimiento económico y luchar contra los yihadistas violentos, y mantener el apoyo, tanto a los movimientos políticos liberales como a los islamistas que están luchando para ganarse el apoyo del público en general.La respuesta del presidente Obama a la crisis de la semana pasada en gran parte siguió ese camino. La administración, al defender la libertad de expresión, ha denunciado en repetidas ocasiones que la película ofende. Obama envió marines a la región para proteger embajadas y silenciosamente empujó al Sr. Morsi a adoptar medidas de seguridad adecuadas al tiempo que señaló que Estados Unidos continuará apoyando el desarrollo económico de Egipto.El mayor fallo de la administración durante las revoluciones árabes no ha sido mostrar de debilidad, como Mitt Romney ha acusado, sino una precaución excesiva. Ha sido demasiado lento para apoyar a los movimientos legítimos por el cambio, ayudar a los moderados sobre los extremistas y asumir riesgos. Se ha subestimado el poder de Estados Unidos para influir positivamente en los acontecimientos de Libia a Siria. El futuro del mundo árabe está en juego, los Estados Unidos deberían hacer todo lo posible para inclinarlo hacia la libertad. Eso significa abrazar el ejemplo de Christopher Stevens.

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