El pacto que Obama quiere con China

«El crecimiento de China desde mediados de los ochenta ha sido mucho más desequilibrado que el de los anteriores «tigres asiáticos». Las inversiones se concentraron de forma mucho más unilateral en los sectores urbanos-industriales de las zonas de la costa del paí­s, en detrimento de lo rural y de la parte occidental. El movimiento social de 1989, incrementó ese desequilibrio, porque las autoridades lo conjuraron, después de reprimirlo, mimando a las ciudades y abandonando al mundo rural a una crisis de grandes proporciones que luego ofreció, con la emigración, el enorme ejército laboral para la industria de exportación». (La Vanguardia)

Esa olítica potenció a una nueva elite urbano-industrial en las provincias costeras y del sur de China, que es la que hoy domina el Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh). Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao, representan un contrapunto a esa elite, lo que en su día denominé como tendencia "socialdemócrata" en la dirección china, contrapuesta al "neoliberalismo" de Jiang Zemin, una dicotomía que Hung y otros denominan como "populistas" y "elitistas". EL PAÍS.- . Ahora que el peligro ha quedado atrás, conviene no perder de vista que lo que está en cuestión no es la responsabilidad por el secuestro, que corresponde por entero a los piratas, sino la respuesta que se ha dado. No se trata de ajustar cuentas, sino de aprender las lecciones de estas semanas de angustia. El secuestro del Alakrana ha sido grave porque la vida de 36 inocentes ha estado en peligro, pero también porque ha puesto a todo un país frente a sus debilidades. Opinión. La Vanguardia El pacto que Obama quiere con China Rafael Poch La transferencia de poder desde Occidente hacia Asia, en el contexto del declive de Estados Unidos, ya es un tópico académico. La crisis financiera de 2008 lo ha convertido en dogma de fe. Como todo concepto que expresa una clara tendencia general a largo plazo, puede dar lugar a conclusiones precipitadas y disparatadas a corto plazo, como la de pensar en China como la próxima e inmediata superpotencia. Por eso, es de agradecer que, de vez en cuando, algunos autores nos devuelvan a la realidad en lo que concierne a la posición real en la globalización de esa Asia Oriental sinocéntrica. Es el caso del sociólogo de la Universidad de Indiana Hung Ho-fung, autor de un libro que lleva por título China and the Transformation of Global Capitalism (2009). Hung explica lo que es de dominio público. Que el crecimiento de China desde mediados de los ochenta ha sido mucho más desequilibrado que el de los anteriores "tigres asiáticos". Qué las inversiones chinas se concentraron de forma mucho más unilateral en los sectores urbanos-industriales de las zonas de la costa del país, en detrimento de lo rural y de la parte occidental. Que el movimiento social de 1989, un movimiento urbano, aun incrementó ese desequilibrio, porque las autoridades lo conjuraron, después de reprimirlo, mimando a las ciudades y abandonando al mundo rural a una crisis de grandes proporciones que luego ofreció, con la emigración, el enorme ejército laboral para la industria de exportación. Esa política potenció a una nueva elite urbano-industrial en las provincias costeras y del sur de China, que es la que hoy domina el Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh). Esa elite fue la que impuso a Xi Jinping como sucesor de Hu Jintao en el último Congreso del PCCh. Xi Jinping, ex dirigente de las provincias costeras de Fujian y Zhejiang, no era la opción de Hu Jintao, que abogaba por Li Keqiang. Teóricamente, Xi Jinping deberá tomar el relevo de Hu en 2012, pero en tiempos de crisis y tal como está China, es muy fácil que el guión se tuerza. Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao, representan un contrapunto a esa elite, lo que en su día denominé como tendencia "socialdemócrata" en la dirección china, contrapuesta al "neoliberalismo" de Jiang Zemin, una dicotomía que Hung y otros denominan como "populistas" y "elitistas". Desde 2005 Hu y Wen defendieron la necesidad de moverse desde la extrema dependencia de las exportaciones, a un crecimiento más endógeno, lo que pasaba por invertir en la sociedad y remediar la crisis rural, de tal forma que el consumo interno pudiera alimentar un desarrollo económico más sólido e independiente. La crisis, que ha hecho descender el consumo en Estados Unidos y la demanda de las exportaciones chinas, ha convertido aquella tarea en prioritaria para China. Y no solo para ella. China tira de Asia Oriental. La economía china es crucial para los países de su entorno. Todos ellos exportan mucho a China, y producen en China para el esquema exportador mundial en el que China está inserto: productos baratos para los países centrales, con los beneficios de la exportación invertidos en valores americanos para sostener el consumo que sostiene la demanda, etc. etc., un claro esquema de dependencia. La recesión y caída del consumo en Estados Unidos y Occidente, se vuelve no sólo contra China, sino contra toda la región. Como dice Hung, "la vulnerabilidad de la economía china se ha convertido en una debilidad de toda la región de Asia Oriental". Así pues, el liderazgo y la capacidad integradora de China en la región están en cuestión y dependen, en gran parte, de que China se salga de esa cadena que la convierte en servidora subalterna de Estados Unidos. Así que en el viaje de Obama a la región no es solo éste el que tiene un problema de manifiesta debilidad, por el desprestigio del dólar y las locuras y atracos globales de Wall Street. China está también en una situación muy comprometida. "Las limitaciones del modelo de desarrollo chino se traducen inevitablemente en vulnerabilidad para los socios asiáticos de China, exponiendo a sus economías a cualquier contracción del consumo en el Norte. Por eso, reequilibrar el desarrollo de China –el proyecto de Hu y Wen- no es sólo necesario para la sostenibilidad de su crecimiento, sino también para el futuro colectivo de Asia Oriental como un bloque integrado", escribe Hung. Pero solo el 20% de los fondos del paquete de estímulo anticrisis chino de 570 millones de dólares aprobado en noviembre de 2008, corresponden a gasto social, al tipo de inversión en la sociedad que precisaría una nueva línea económica encaminada a potenciar el consumo interno, con el resto dirigido a infraestructuras e inversiones en sectores sobredimensionados, como el del cemento y el acero. Obama quiere mantener el papel de una Asia Oriental subalterna de Estados Unidos y Occidente, y dependiente de su consumo, con China a la cabeza. La facción "neoliberal-elitista" del poder chino, con mayoría de miembros en el Politburó del PCCh, está de acuerdo en el trato, a cambio de que Estados Unidos no promocione la desintegración nacional de China con políticas agresivas hacia Taiwan o Tibet. Obama, que ha eludido un encuentro con el Dalai Lama en vísperas de su viaje a Asia, parece estar de acuerdo. Un hundimiento del dólar o del mercado de bonos del tesoro, ambos sostenidos por los ahorros chinos, japoneses, taiwaneses y demás, sería catastrófico para China y para Asia. La crisis convierte en imperativo el cambio de la política económica china que Hu y Wen han venido apuntando en los últimos años, pero, como dice Hung, tal cambio de prioridades alteraría recursos, preferencias e inversiones que hoy se dirigen a la costa en beneficio del campesinado y de la retaguardia rural. Políticamente eso supondría un cierto regreso al maoísmo, naturalmente no en el sentido de la "revolución cultural", sino en el sentido de una mayor atención a la ideología tradicional china de nivelación social, algo que las fuerzas dominantes de la elite china, vinculadas a la exportación difícilmente permitirán. Ellas prefieren mantener su, "relación simbiótica con la clase dirigente americana que lucha por mantener su hegemonía interior por la vía de garantizar el nivel de vida de los ciudadanos de Estados Unidos, como consumidores y deudores del mundo". "Pese a ocasionales escaramuzas, los dos grupos elitarios de cada ribera del Pacífico comparten un interés general en perpetuar sus respectivos estatus quo en el interior de sus países, así como el actual desequilibrio de la economía global". Si esa alianza se confirma y prospera -los analistas americanos hablan de ella de forma bastante explícita- de lo que se trata es de que China no hunda el barco y ayude a mantener el dominio económico americano, a cambio de una mayor consideración de Washington en temas relacionados con Tibet y Taiwan. Eso es precisamente lo que Obama pretende de China, dice Hung. Así es como hay que leer la declaración de intenciones de Obama en vísperas de su gira asiática, que decía: "Estados Unidos no busca contener a China. Al contrario, el surgimiento de una China fuerte y próspera puede ser una fuente de fortaleza para la comunidad internacional". Washington desea que Pekín continúe una política económica de riesgo y dependencia, que arrastra al conjunto de Asia Oriental. Y su pretensión sintoniza, seguramente, con el interés de gran parte de la elite china.LA VANGUARDIA. 18-11-2009 Editorial. El País La hora del balance Los piratas somalíes han liberado a los 36 tripulantes del atunero español Alakrana, secuestrado desde el 2 de octubre. Es una magnífica noticia. A partir de este momento, sin embargo, el Gobierno está obligado a ofrecer información detallada sobre los hechos y las gestiones encaminadas a lograr la vuelta a casa de los marineros. También a asumir las responsabilidades políticas que, en su caso, pudieran derivarse de su actuación, una vez conocidas y evaluadas las explicaciones. El previsible aumento de la tensión que se producirá a cuenta del Alakrana no puede llevar a que se trastoquen los papeles de los extorsionadores y los extorsionados con el solo propósito de obtener réditos políticos. Hacerlo mientras 36 inocentes estaban en manos de los piratas rayaba la temeridad, y por eso era preciso respaldar al Gobierno y las instituciones. Ahora que el peligro ha quedado atrás, conviene no perder de vista que lo que está en cuestión no es la responsabilidad por el secuestro, que corresponde por entero a los piratas, sino la respuesta que se ha dado. No se trata de ajustar cuentas, sino de aprender las lecciones de estas semanas de angustia. El Alakrana hizo caso omiso de las advertencias de que se encontraba faenando fuera de la zona protegida, realizadas por la fragata Canarias. Nada habría más miserable que culpar a la víctima de un delito por haberlo padecido, pero comportamientos como el del atunero no deberían repetirse: la protección relativa que ofrece la Operación Atalanta resultará inútil si no se atienden las indicaciones de las autoridades militares. Las aguas del Índico se han convertido en una zona de alto riesgo, y armadores y capitanes deberían asumir esta realidad en toda su extensión, evitando poner a las tripulaciones en peligro y colocando a los Estados en situación de ser chantajeados por delincuentes. La Armada cumplió con su deber deteniendo a los piratas y, sobre todo, poniendo la detención en conocimiento de la autoridad judicial. Alegar razones de oportunidad para no apresar a unos piratas equivaldría a concederles una total impunidad, una vez descubran que nadie se esfuerza en capturarlos mientras tengan en su poder a los rehenes. Por otra parte, las fuerzas armadas de un Estado de derecho no pueden mantener fuera de cualquier jurisdicción a unos detenidos, improvisando para los piratas un nuevo e inquietante limbo jurídico. Una cuestión diferente es a qué jurisdicción deberían entregarlos, y es aquí donde, en el caso del Alakrana, el Gobierno debe una explicación de la opción que adoptó. Y, puesto que la Audiencia Nacional no ha tenido inconveniente en hacer públicas notas para exculparse, tampoco estaría de más que extrajera alguna conclusión de su actuación, sobre todo cuando ha ofrecido espectáculos como las idas y venidas sobre la edad de uno de los piratas. Durante el último tramo del secuestro, la oposición ha mantenido una actitud a la altura de las circunstancias, lo mismo que las familias. Pero, en el caso de los partidos políticos, no siempre ha sido así, y este inaceptable comportamiento inicial no puede quedar excluido del obligado balance político y social de la gestión del secuestro. Como tampoco debería evitarse una reflexión sobre el papel de los medios de comunicación: habría que plantearse si la carrera por retransmitir las conversaciones con el patrón del Alakrana autorizadas por los piratas o con los mismos secuestradores es un ejercicio de libertad de expresión o una manera de plegarse a la manipulación de unos delincuentes. El secuestro del Alakrana ha sido grave porque la vida de 36 inocentes ha estado en peligro, pero también porque ha puesto a todo un país frente a sus debilidades. EL PAÍS. 18-11-2009

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