QUE TRATA SOBRE POETAS DE LA INSURGENCIA (VI)

El nacionalismo flamenco y Jacques Brel

Al cantautor antifascista español J.M.S.

Decíamos ayer que, en pleno éxito, Jacques Brel se abrió a las Islas Marquesas mandando al carajo a los burgueses, los vistosos canalillos de las francesas, las agrias relaciones con sus amantes y toda la santa compaña. Con su avioncito ejerció de recadero y, bien sur, con predilección por los mandados y cesta de las compra de las isleñas pues bajo un sol abrasador les femmes sont lascives, aux Marquises. Cuando le fue diagnosticada la enfermedad que lo llevó a la muerte con cuarenta y nueve años (cáncer de pulmón) escribió su estremecedor testamento poético J’arrive: “Ya voy, tranquilos, ya voy. ¿No veis que no he hecho otra cosa que llegar?” Está enterrado allí (Cemenerio Calvary, Hiva Oa, Las Marquesas) vecino a la tumba de Gauguin, otro al que le iba la marcha. Como colofón sobre este olvidado cantautor presento una canción menor de su último elepé (Les Marquises, 1977). “«Ensuciáis con vuestras heces Flandes pero que sea Flandes quien os juzgue” «

“Flamigants” es el término despectivo de los belgas francófonos para con los nacionalistas flamencos -colaboracionistas de los nazis en la II GM merced a su odio a todo lo francés- a los que el patriota Brel mandó a ese sitio: Vive les Belgiens! Merde, pour les flamingants. (Canción La, La, La, no confundir con la del español Serrat aludido en la dedicatoria de esta nota). Pensadores vinculados a publicaciones de esta editorial han teorizado acertadamente sobre el actual problema de España diciendo que los mandatarios catalanes son agentes de los actuales imperialistas (Trump y Merkel). De igual forma que los nacionalistas flamencos lo fueron del imperialista Hitler, añado. Señalo, donc, la polvareda levantada por voces más cualificadas que la mía y en la traducción prosificada de la canción de Brel me he ceñido al tema tomándome las licencias a las que está acostumbrado mi poco pero selecto público.

Les F… Les Flamingants, chanson comique! «Seores flamigantes:

Permitidme unos palabritas para chotearme de vosotros. Desde ha mucho tiempo me tenéis frito con la vaina esa de respirar por el culo hasta para pillar el autobús. Sois unos acróbatas, pero, ciertamente, de ahí no pasáis.

Nazis en las guerras y católicos entre ellas dais tumbos de aquí para allá del fusil al misal. Tenéis la mirada huidiza y vuestro humor brilla por su ausencia. Que sepáis que lo bueno que tienen las calles de Gante es que en ellas se mea en dos idiomas. Si les place les digo lo que pienso de ustedes. No me gusta dejar nada en el tintero.

Seores flamingantes: que os folle un pez.

Ensuciáis con vuestra mierda Flandes pero que sea Flandes quien os juzgue. Mirad la Mar del Norte: huye espantada de Brujas. Dejad de tocarme los cojones con vuestras majaderías, mis viejos acojonados. Sois tan, tan plomos, que os pasáis. Y cuando en las noches de tormenta unos amigos maoístas cultivados («Des chinois cultivés») me preguntan que de dónde soy les responso fatigado farfullando entre dientes y en medio alemán: «Soy de Luxemburgo». Y si hay tías de buen ver me arranco con una canción flamenca. Las pobres se embelesan con las cursiladas de los pájaros rosas y blancos. Y os prohíbo que jamás en Londres bajo un aguacero de mil demonios os creáis ingleses. Y os prohíbo aún más. Que en Nueva York o Milán eructéis «Monseñor» y cosas así. Y encima, para más inri, en flamenco. Dejad de dar el coñazo, verdaderamente coñazo, coñazo.

Y yo, sí yo ¿algún problema?, os prohíbo que sigáis diciendo por ahí que estoy como una cabra. Y os prohíbo particularmente que obliguéis a nuestros hijos, que no tienen culpa de nada, a que ladren en flamenco. Y si mis hermanos están callados como putas que se jodan, allá ellos.

De todo lo dicho me ratifico, canto y firmo: Mi nombre es Jacques Brel.»

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