Selección de prensa internacional

El monstruo sigue sin control

El monstruo de la deuda sigue desatando el pánico por doquier. Si ayer mismo traí­amos a la sección los crecientes temores que el excesivo recurso al endeudamiento público de Estados como el norteamericano o el británico está provocando en los mercados y los expertos de medio mundo, en esta ocasión el diario mexicano La Jornada pone el foco de atención sobre la deuda privada. Y en particular en un aspecto de ella que, no por oculto, deja de ser menos preocupante: los seguros de riego crediticio o swaps (seguros sobre el riesgo de impago en el intercambio de deudas).

El volumen de estos seguros sobre deudas alcanza, sólo en EEUU, la increíble cantidad de 62 billones de dólares, rácticamente el equivalente a todo el Producto Mundial Bruto de un año. Los swaps son una de las más sofisticadas creaciones de la ingeniería financiera de Wall Street, que permitía a las grandes entidades financieras sacar de sus balances enormes montañas de deuda con lo cual podían seguir expandiendo sus operaciones crediticias sin preocuparse lo más mínimo de que su base de capital era ya absolutamente insuficiente para responder de ellas. Diseminados por todo el planeta, estos swaps son hoy una auténtica arma de destrucción masiva financiera. Arma al que ni la nacionalización encubierta de la norteamericana AIG –la mayor aseguradora del mundo– ha conseguido desactivar. La inextricable madeja de interrelaciones entre agentes financieros de todo el planeta que han intervenido a lo largo de estos últimos años en el negocio de los swaps ha introducido un ingrediente de fragilidad y de vulnerabilidad insospechado a todo el entramado del sistema financiero internacional. Esa es la razón por la que generan tal pánico entre los inversores y en el mercado: cualquier moratoria o una calificación a la baja de una gran empresa podría volver a crear las condiciones propicias para un nuevo colapso del mercado, con la capacidad potencial de hacer estallar una crisis todavía más devastadora que la desatada por las hipotecas subprime norteamericanas. También en Francia aumentan los temores por el crecimiento de la deuda pública. En su edición de ayer, el diario Le Monde publicaba sobre este asunto un editorial con el expresivo titular de “Alerta con la deuda”. Según sus cuentas, el déficit público francés llegará el año próximo a la peligrosa barrera del 80% del PIB, el límite a partir del cual se considera a la deuda pública como una carga lo suficientemente gravosa como para lastrar el desarrollo económico de un país. Algo similar a lo que le ocurrió a Japón en la década de los 90, cuya deuda pública del 110% del PIB ha sido la expresión más visible de un estancamiento crónico que dura más de diez años y que ha llevado a Japón a perder más de la mitad de su peso en la economía mundial en poco más de una década. México. La Jornada SWAPSS DE DEUDA: EL MONSTRUO SIGUE VIVO Alejandro Nadal La administración Obama anunció la semana pasada planes para regular el mercado de derivados. Pero el proceso legislativo es lento y aun cuando el Congreso pudiera aprobar una legislación adecuada en el próximo periodo de sesiones, la puesta en pie de las agencias reguladoras y la maquinaria administrativa necesaria llevará todavía algo de tiempo. Mientras tanto, el monstruo más temible jamás engendrado por Wall Street sigue vivo. Se trata de los llamados swaps de riesgo crediticio (en inglés, credit default swaps, CDS). De todas las innovaciones financieras de los últimos 15 años, los swaps de deuda fueron y continúan siendo el instrumento financiero más destructivo y mortífero. ¿Cuál es la naturaleza de este instrumento? Los swaps de deuda son una cobertura de riesgo crediticio, algo parecido a una póliza de seguro para cubrir la posible moratoria sobre una deuda. Ese contrato derivado parece una operación estándar de seguro: hay una prima y una transferencia de una suma cuando ocurra el evento definido en el contrato (por ejemplo, si la empresa X es incapaz de pagar sus deudas, el asegurador paga al acreedor asegurado el monto del crédito). Pero hay grandes diferencias. Para empezar, estas operaciones no están reguladas. Las entidades que ofrecen este tipo de contratos no están obligadas a mantener reservas relacionadas con estas operaciones. Los CDS fueron inventados por bancos precisamente para eludir los requerimientos sobre reservas. Si otra entidad absorbía el riesgo (a cambio de una prima), el banco podía liberar sus reservas e incrementar sus operaciones. Los CDS también fueron usados para darle la vuelta a restricciones que tenían inversionistas institucionales (como fondos de pensión) para prestar recursos a empresas con una calificación insuficiente. El tufo de gran especulación se intensifica al ver que los adquirentes de swapsde deuda no tienen que ser propietarios del instrumento subyacente (digamos, de la deuda original). En contraste con un contrato de seguro, el comprador de un CDS no tiene que demostrar que en caso de moratoria de deuda él sería directamente afectado. Por eso los swaps de deuda dejaron de parecerse a operaciones de cobertura de riesgo crediticio y se fueron convirtiendo más en apuestas sobre si tal o cual empresa caería en bancarrota. Otra diferencia es que las compañías aseguradoras administran riesgos sobre la base de un análisis estadístico en el que las pérdidas son estimadas a través de variantes de la ley de los grandes números (que no es otra cosa que un teorema probabilístico). En cambio, el riesgo en los swaps de deuda es administrado sobre la base de coberturas financieras y transacciones en los mercados secundarios de bonos (de ahí el nombre de swaps). En el colmo del libertinaje, las reglas contables usualmente aceptadas no se aplican en el caso de swaps de deuda. Por eso los estados financieros de las entidades que intervinieron en operaciones con CDS son tan poco informativos. Muchos de los males que aquejan al sistema bancario se desprenden de esta falta de transparencia. ¿De qué tamaño es el problema de los swaps de deuda? De acuerdo con la Asociación Internacional de Swaps y Derivados, el valor de los CDS en Estados Unidos es de 62 billones (castellanos) de dólares. Eso es equivalente a más de cuatro veces el PIB de Estados Unidos y es mucho mayor que el valor total de los títulos comercializados en el mercado de valores (22 billones) o el valor de los títulos respaldados por hipotecas en ese país (7 billones). La proliferación de los CDS en Estados Unidos fue espectacular, pero no se detuvo en ese país. JP Morgan comenzó sus operaciones con estos instrumentos en 1994-95, pero muy rápidamente le siguieron bancos comerciales, de inversión, fondos de pensiones y fondos de cobertura en Europa. Los principales bancos europeos tienen 426 mil millones de dólares en operaciones de swaps con el colapsado gigante AIG. Y es que esos bancos vieron en los CDS el camino para evadir requerimientos de reservas prudenciales y liberar recursos para ampliar sus operaciones crediticias. El sector bancario y financiero contribuyó a la expansión de operaciones con swaps de deuda a escala planetaria. Los swaps de deuda supuestamente debían servir para diversificar riesgos y mejorar los servicios financieros. En realidad, el riesgo aumentó y llegó a contaminar a todo tipo de empresas, sanas o enfermas. La madeja de interrelaciones entre agentes que intervinieron en los swaps introdujo un ingrediente de fragilidad y de vulnerabilidad insospechado. Por eso una moratoria o una calificación a la baja de una empresa podrían volver a colapsar todo el mercado, generando una crisis más devastadora que la del mercado hipotecario en Estados Unidos. Esta eventualidad no puede descartarse porque simple y llanamente, las agencias reguladoras de estas operaciones no conocen ni su monto exacto, ni su entramado institucional. La aberración que destruyó a Wall Street aún respira. LA JORNADA. 21-5-2009 Francia. Le Monde ALERTA CON LA DEUDA Veamos: nadie querría estar en el lugar del ministro del presupuesto. Pues Eric Eoerth va a estar obligado a resolver en las semanas próximas una ecuación imposible: intentar controlar la deuda pública, que derrapa peligrosamente, mientras que la crisis hace hundirse a toda velocidad los recursos del Estado y la Seguridad Social. Todos los indicadores de las finanzas públicas están, en efecto, en rojo. Hace tres meses el gobierno preveía una caída del 1,5% del PIB en 2009 y un déficit presupuestario de 104.000 millones de euros, lo que era, ya, el doble que el de 2008. Con una contracción de la actividad estimada ahora en el 3%, es la barrera de los 120.000 millones de déficit, la que será franqueada este año. El derrapaje de la deuda social es asimismo inquietante. La rápida crecida del paro entraña un estancamiento brutal de la masa salarial, incluidas las retenciones sociales que lleva adosadas. El “agujero” de la Seguridad Social había sido estimado por el Sr Woerth en 17 o 18 mil millones hace dos meses. Al ritmo con que se degrada la situación, se calcula ahora un déficit del orden de los 20.000 millones. En cuanto a las entidades locales, un buen número de ellas se encuentran entrampadas por los préstamos arriesgados generosamente concedidos por los bancos estos últimos años: de este lado, la deuda también crecerá. El gobierno busca tapar las brechas por todos los medios. Explora asimismo todas las pistas que le permitan limitar los efectos de “la deuda social de crisis”: por la creación de una caja específica de amortización o recogiéndolos en los presupuestos del Estado, o incluso por la creación de un fondo especial en el seno de la Agencia del Tesoro Francés. Cualquiera que sea la decisión que se adopte, parecerá una manera de esconder la deuda bajo la alfombra. Pues, por debajo de estas maniobras, el problema permanece intacto: estructural en Francia desde hace 35 años, la deuda pública era ya demasiado pesada en 2007 (63,8% del PIB), y todavía más en 2008 (68,1%). Amenaza con franquear el récord absoluto del 80% en 2010. De forma que, a falta de una recuperación rápida y sólida del crecimiento que nadie prevé, el gobierno sólo dispone de dos remedios. Reducir drásticamente el gasto público, pero esto es exponerse a reducir de antemano cualquier esfuerzo de reactivación. Aumentar las retenciones obligatorias (impuestos y cotizaciones sociales). Pero son ya demasiados pesadas en Francia, y el jefe del Estado ha excluido categóricamente esta posibilidad. El momento de la verdad está cercano. Y será cruel para todo el mundo. LE MONDE. 22-5-2009 Japón. The Asahi Shimbun LA PEOR CRISIS DE POSGUERRA Las últimas cifras del producto interno bruto han confirmado que el Japón está atravesando su peor crisis económica de posguerra. El PIB real de Japón se redujo en una tasa anual del 15,2 por ciento en el trimestre enero-marzo (…) La Oficina del Gabinete también revisó a la baja sus cifras para el período octubre-diciembre, declarando un 14,4% de caída. En ambos trimestres, la tasa de disminución superó el anterior récord de 13,1 por ciento de la posguerra, que se registró en el trimestre enero-marzo de 1974 en medio de la recesión provocada por la primera crisis del petróleo. También por primera vez, la economía japonesa se contrajo en una tasa de dos dígitos durante dos trimestres consecutivos. Durante los tres primeros meses de este año, Estados Unidos cayó a una tasa del 6.1 por ciento de la producción económica, mientras que los 16 países de la zona euro reportaron una contracción de alrededor del 10%. Japón sufrió por la pronunciada caída en el PIB de los Estados Unidos y Europa a causa de su dependencia de las exportaciones para el crecimiento. La economía japonesa impulsada por las exportaciones se ha hundido por la evaporación de la demanda mundial, lo que obligó a los fabricantes a “hibernar” las fábricas y eliminar puestos de trabajo. Los rápidos y fuertes recortes de producción han hecho bajar tanto las inversiones de capital de las empresas como el gasto de los consumidores. Sin embargo, las últimas cifras de la producción industrial indican que el ritmo de reducción de producción disminuyó significativamente en febrero. En marzo, la producción industrial de la nación subió por primera vez en seis meses. La histórica recesión, que comenzó en otoño del año pasado, puede haber llegado a tocar fondo en el trimestre enero-marzo. A partir de entonces la economía está oscilando en la parte inferior, o incluso pudo recuperarse ligeramente. Economistas del sector privado sitúan la previsión de crecimiento del PIB ligeramente por encima del 1 por ciento para el trimestre abril-junio. La situación económica de Japón refleja la creciente estabilidad de la economía mundial. En los Estados Unidos, los resultados de las pruebas de estrés, o evaluaciones especiales de capital, de los grandes bancos por las autoridades financieras han aliviado las preocupaciones sobre otra crisis bancaria. La vivienda y los mercados inmobiliarios en los Estados Unidos, donde comenzó la crisis financiera, están dando señales mixtas. Pero la oscuridad que envolvió a estos mercados una vez se ha ido. En Europa, el sistema financiero ha recuperado un cierto grado de estabilidad, aunque hay algunas causas de preocupación en Europa Central y Oriental. Pero hay pocas expectativas de una vigorosa recuperación económica en forma de “V". En el más optimista de los escenarios previsto por las organizaciones internacionales, la economía japonesa seguirá una trayectoria en forma de L, manteniéndose en la parte inferior en la mayor parte de la segunda mitad del año, y luego poco a poco cogiendo impulso al final del año gracias a los estímulos fiscales. En caso de que la ansiedad sobre el sistema financiero mundial regrese, sin embargo, Japón podría sumirse en una recesión de doble inmersión. Por el momento, los encargados de formular políticas deben mantener alerta la atención sobre un posible regreso de la deflación y un mayor deterioro de la situación laboral. Los precios al consumo en los hogares cayeron en marzo, debido principalmente a la disminución de los precios de los productos petrolíferos. Si los precios al consumidor siguen hundiéndose a un ritmo acelerado en medio de un débil gasto de los consumidores, las empresas se enfrentarán a una fuerte presión a la baja en sus ingresos mientras que el desempleo aumentará más rápido. La tasa de desempleo se situó en el 4,8 por ciento en marzo y es probable que aumente por encima del 5 por ciento. Podríamos enfrentarnos a un círculo vicioso: el aumento de la tasa de desempleo enfría el consumo, lo que se traduce en deflación. Existen riesgos similares en los Estados Unidos. Los precios al consumo en ese país en abril conocieron el mayor descenso en 54 años. El empleo podría empeorar aún más la situación, dependiendo de la suerte de General Motors. Si los fundamentos del hogar son afectados por el aumento del desempleo, la morosidad en las tarjetas de crédito y otros préstamos de consumo se elevará, lo que plantea dudas acerca de los efectos del aumento de los activos de los bancos. En un discurso pronunciado en abril en Nueva York, el gobernador del Banco de Japón Masaaki Shirakawa lanzó una señal de advertencia acerca de un optimismo injustificado, diciendo que los rebotes temporales experimentados por la economía japonesa en el decenio de 1990 fueron "un falso amanecer". El mundo y la economía japonesa se encuentran en una coyuntura crucial. Pueden empezar a recuperarse poco a poco o entrar en un prolongado período de deflación THE ASAHI SHIMBUN. 22-5-2009

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