El Observatorio

El mapa del tiempo

Nunca hay que desechar la importancia de los cambios simbólicos. Sobre todo, cuando lo que se elimina es expresión de violencia y muerte, de fascismo y represión. En nombre de esa fantasmal Euskal-Herrí­a, que aparecí­a todos los dí­as en el telediario vasco, como si fuese una realidad incontestable, y no una fantasí­a etnicista, ETA ha matado a cerca de mil personas, herido a diez mil, provocado el exilio de 200.000 y llenado de odio y dolor el corazón de millones de vascos y de todos los españoles. Por eso, su «desaparición» es un sí­mbolo de libertad que no cabe sino saludar con alborozo.

Uno de los símbolos comartidos por todo el nacionalismo etnicista vasco, desde el que actúa dentro del PNV (y ha dominado el partido en los tiempos de Arzallus e Ibarretxe) hasta el esgrimido por el mundo etarra, es el "mapa" de Euskal-Herria, una entidad ficticia, cuyos límites no sé exactamente quién los habrá decidido, que no ha tenido jamás existencia como tal, en ningún período histórico del pasado, pero que ellos esgrimían como el "territorio" sobre el que tendría soberanía un futuro "Estado vasco" independiente.En nombre de esa entidad quimérica, de esa autoprometida "ínsula Barataria", en la que sólo los verdaderamente vascos podrían vivir y gobernar, se han cometido en los últimos 50 años (exactamente los que estos días dan cuenta del nacimiento de ETA como organización operativa) las más crueles atrocidades, incluido el intento de instaurar un régimen de terror de cuño etnicista, basado en el exterminio, la exclusión y el exilio de quienes no aceptaran lo que Fernando Savater, con certeras palabras, bautizó como "nacionalismo obligatorio".Ese mapa, que el PNV aceptó poner en la televisión como expresión de copertenencia al mundo del nacionalismo étnico y de unidad estratégica con el mundo etarra (el famoso "compartimos los fines, pero no los medios"), se había convertido pues en algo más que un diseño territorial abstracto y voluntarista: no sólo era un desafío a la legalidad vigente, o una muestra palpable de cuáles eran sus verdaderas intenciones, sino el odioso símbolo de una tiranía dispuesta a excluir, aterrorizar, silenciar, extorsionar y privar de todos sus derechos (incluido el derecho a la vida, si hacía falta) a la mitad de la población.Por eso, la decisión del gobierno vasco, instada por el acuerso PP-PSOE, de eliminar ese mapa de los telediarios vascos y sustituirlo por uno donde estén perfectamente claros los límites legales que corresponden al territorio de la Comunidad Autónoma Vasca, realmente existente, es una medida que va más allá de lo anecdótico y tiene, también, un enorme valor simbólico. El valor de una libertad reconquistada, de un derecho recuperado, de una verdad que se restituye tras años de mentiras impuestas por el terror.A mí me ha recordado los días, de hace ahora veinte años, en que los pueblos de Europa derribaban los símbolos del poder que les había oprimido durante décadas.

Deja una respuesta