SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El manso y el copón

Decían que Madrid, inventada por el monarca más silencioso de la Historia, era la ciudad más ruidosa de Europa. A los ruidos de los jergones majando duquesas sucedió el de los sables y, por fin, estalló el estruendo del dinero cuando una casta de políticos se deshuevó con la falsa indignación del pueblo; digo esto porque luego les votan y les vuelven a votar.

Ya sabemos que no valen para nada nuestros sermones y soflamas, pero seguiremos dando la lata. Escribir del ruido en la ciudad más ruidosa de Europa, según el cronista Federico Carlos Sainz de Robles, quicio, gozne y doble llave –con doble vuelta– de España, ni es llorar ni es muy difícil en días como éstos. La alcaldesa nos muestra un mapa de ruido en el que éste ha descendido gracias al soterramiento de la M-30 o a las peatonalizaciones, pero son un clamor, un estrépito, un alboroto, las constantes noticias de corrupción en la Corte, y no sólo en la Corte sino en la mitad de las ciudades de España, especialmente en Sevilla y en Barcelona, si es que podemos olvidar Valencia.

Ni el ruido bético, el de los ERE, 700 millones del ala, 10 años de dispendio continuado de fondos públicos, ni el de Gürtel con centenas de millones en sobornos, ni el de la familia nacionalista catalana, cientos de millones evadidos, han sido detectados por los inspectores del ruido que recorren las tres ciudades para convencer a la gente de que bajen la radio y no lean tanto los periódicos.

Madrid, Sevilla y Barcelona, triángulo de la corrupción, han supuesto el renacimiento del hampa en los viejos paisajes de su esplendor. En Madrid ajusticiaban a los ladrones en la Plaza Mayor; en el río de Sevilla y en el puerto de Barcelona siempre estaban preparadas las flámulas y gallardetes de las galeras; en las tres ciudades, la de Luis Candelas, la de Diego Corrientes y la de Roque Guinart, se han llevado hasta los huérfanos. Ahora los brigantes no van a caballo sino en coche oficial, no asaltan los galeones reales sino los Presupuestos Generales. Barcelona: los nacionalistas catalanes se disfrazaban de músicos. Madrid: los únicos militantes que cobraban en blanco eran los tesoreros. Sevilla: el Estado se repartió entre los compañeros de partido.

Felipe González, hombre de Estado, declaró hace unos meses que el escándalo de los ERE era el ruido de la caverna mediática, y ahora los dirigentes del socialismo sevillano atacan a la juez por abrir un proceso inquisitorial por motivos políticos. No, no era la caverna mediática ni la causa general contra los partidos las que han inventado los casos de afane, sino una casta de salteadores que se han llevado el manso y el copón.

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