SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El IV Reich

(…) El papel de Alemania en este proceso es también significativo, al existir una coincidencia entre los intereses del gran capital financiero transnacional y los intereses del Estado alemán (aunque a medio y largo plazo es cuestionable los beneficios de la actual deriva neoliberal para la ciudadanía de este país) pues las exigencias sobre los países periféricos de Europa implican la defensa de los intereses de la banca alemana, supone la aceleración de flujos financieros desde las periferias hacia los países centroeuropeos, permite una financiación a coste cero de su deuda y la destrucción de los tejidos económicos productivos de posibles competidores en el mercado globalizado.

Por lo tanto, hoy estamos ya viviendo bajo el IV Reich alemán, pero esta vez no son los “Panzer” los que avanzan por el territorio europeo arrasando todo, sino que son las imposiciones de los poderes económicos alemanes o a su servicio los que destruyen los débiles estados del bienestar y dinamitan la cohesión social en nuestros países. Digámoslo claro, hoy vuelve a ser Alemania, como en la década de los años 30 del siglo pasado, el principal peligro para Europa, y ante esa realidad, hay que reaccionar para evitar que la historia se repita.

La dignidad de los ciudadanos está en juego y los gobernantes, elegidos democráticamente, se deben a sus ciudadanos y no a poderes económicos impuestos por las élites políticas y financieras. Es por ello que es necesario una actitud consciente que nos lleve a la denuncia y a la rebelión respecto a esta situación, exigiendo a nuestros gobernantes que lo primero es el bienestar y el futuro de los ciudadanos, y la economía y la política deben ser instrumentos al servicio de esos objetivos, y no fines en sí mismos para que los grandes poderes económicos culminen el asalto al bienestar y a los derechos sociales y políticos que tanto ha costado conseguir.

Vivimos en el seno de una Unión Europea y monetaria que es parte del problema enunciado. Y sobre esto, es preciso hacerse una serie de preguntas:

¿Qué sentido tiene pertenecer a una estructura política que se sustenta sobre la desigualdad interna de sus miembros y que la permanencia en ella significa el creciente distanciamiento de los estándares de vida entre los ciudadanos de unos países y otros? ¿Qué sentido tiene pertenecer a un club en el que reina la desconfianza entre sus socios y se celebra como un triunfo la imposición de sacrificios y sufrimiento extremos a la población de unos países que se definen como vagos, corruptos, derrochadores e incapaces?

Una UE que no persiga la cohesión social, la convergencia social y económica entre sus distintos territorios no es un proyecto viable, y tampoco es útil. Nuestra permanencia en el euro, en estos momentos, nos conduce al empobrecimiento y al sometimiento al IV Reich, el imperio neoliberal financiarizado, en el que nuestra pobreza es la condición ineludible para la prosperidad de otros, como demuestra la deriva insoportable de Grecia, espejo que refleja nuestro futuro y, en gran parte ya, nuestro presente.

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