El Observatorio

El horror golpea el corazón de Europa

Sin embargo, en el último lustro se han producido ya cuatro o cinco matanzas en institutos de Europa, y cada vez con un lapso temporal menor. Evidentemente, cada continente, cada paí­s, cada formación social tiene sus peculiaridades. Pero desde hace veinte años, desde el comienzo de la «globalización» el patrón de desarrollo de las sociedades de capitalismo monopolista de Estado es cada dí­a más similar, y en consecuencia los patrones de conducta social también. Y las patologí­as que genera ese patrón, inevitablemente, también.

El asado miércoles, 11 de marzo, un adolescente de 17 años irrumpió armado con una pistola y más de 200 balas en el colegio de Albertville, en la localidad alemana de Winneden (una ciudad de apenas 27.000 habitantes en el Estado federado de Baden Würtemberg, en pleno corazón de la Alemania occidental), y comenzó a disparar indiscriminadamente contra los que habían sido sus antiguos compañeros y profesores, matando a nueve alumnos y tres docentes. Luego se pegó un tiro.Rápidamente la fiscalía alemana, las autoridades educativas y, tras ellas, los medios de comunicación, se lanzaron a dar una "explicación" plausible al hecho, que hiciera "digerible" esta nueva dosis de horror. Y no tardaron en dar con dos dos "razones", para ellos "suficientes": Tim Kretschmer, el joven e inesperado asesino, había estado en los últimos meses en tratamiento psicológico contra la depresión, y lo había dejado. Por otro lado, su padre era aficionado a las armas. Y ya se sabe: armas y depresión juntas… Así que "caso cerrado".Pero las posibilidades de que esta "explicación" satisfagan a una población estupefacta y cada vez más aterrorizada disminuyen con cada nuevo caso. Entre otras razones porque jovenes con un perfil muy similar al de Kretschmer hay ahora mismo millones en toda Europa. ¿Qué, quién y cómo se han fabricado esta variante de "kamikazes" occidentales capaces de ver a sus compañeros de estudios como "enemigos" a aniquilar y de presentarse en una escuela con un arma -como los suicidas islámicos lo hacen con un cinturón de explosivos- y matar a todo el que puedan?Es lógico que quienes han dado cuerpo y "alma" a una sociedad con semejantes agujeros negros no quieran hurgar en semejante pozo de horror. Pero no todos estamos obligados a ser ciegos ni a aceptar sus patrañas y mentiras. Sus estafadoras banalidades sobre la "psicología" y el "peligro de las armas" (que sin embargo no se hartan de fabricar y vender).La generalización misma de este tipo de episodios y su repetición a miles de kilómetros de distancia hace imposible sostener la tesis de la "patología individual" y obligan a pensar en otra dirección. Estamos, evidentemente, ante síntomas extremos de una patología social endémica, que hunde sus raíces en el modelo económico y social que se ha impuesto en las últimas décadas en todo el mundo occidental. Un modelo al que ahora vemos, además, en su catastrófica deriva, hundirse hasta en lo que hasta ahora eran sus monumentos intocables: los bancos. Ese modelo es el que ha fabricado e impuesto por doquier un abismo infranqueable entre "triunfadores" y "perdedores". El que impone el aislamiento y menosprecio de los que no responden al patrón del triunfador. El que ha creado un nicho vacío para esos perdedores marginados: el cuarto de sus casas donde viven una relación virtual con el mundo a través de internet y los videojuegos. Un nicho en el que las relaciones humanas han sido sustituidas por relaciones virtuales y abstractas, sin calor ni vida. A ese "infierno" se le ha bautizado además como "el modelo más atractivo" y como "la sociedad del futuro". Y se fantasea con él como un nuevo ideal para la humanidad. Ya es hora de que llamemos a las cosas por su nombre. El horror de estos nuevos kamikazes tiene sus raíces en el universo monstruoso que el capitalismo monopolista ha diseñado en las últimas décadas. Son uno de us "hijos" ineludibles.

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