La Constitución rusa prohíbe de manera expresa -con penas de cárcel- la existencia de grupos de mercenarios. Pero sin embargo, Rusia -lo mismo que EEUU- alberga y ampara a uno de los ejércitos paramilitares más numerosos (quizá más de 50.000 miembros), mejor entrenados y más extendidos del planeta: el Grupo Wagner.
Lo mismo que si hablamos de los norteamericanos de Blackwater (ahora llamados Academi), sería un error considerar a estos paramilitares como «soldados de fortuna». En realidad son brazos «extraoficiales» del poder de sus respectivas clases dominantes, ejércitos a los que se les pueden encomendar misiones y trabajos sucios sin que sus gobiernos se vean «oficialmente» implicados.
El nombre del Grupo Wagner nos habla de su origen… neonazi. Nacieron en en 2014 con la anexión rusa de Crimea y el inicio de la guerra del Donbás. Su creador fue Dmitri Utkin, un neonazi que había sido coronel de las fuerzas especiales de la inteligencia rusa. A pesar de que Richard Wagner (1813-1883), uno de los compositores más geniales de la historia, nada tiene que ver con las atrocidades del III Reich, Utkin decidió nombrar a su grupo de mercenarios como el músico favorito de Adolf Hitler. Sin embargo, «quien paga manda», y pronto este grupo paramilitar fue comprado por uno de los hombres más ricos de Rusia, Yevgeny Prigozhin.
Su principal base de entrenamiento, en Molkino, está al lado del centro de adiestramiento de la 10ª Brigada del GRU (la inteligencia militar rusa). Y llevan años recibiendo financiación, apoyo, munición, equipo -incluídos tanques, aviones y misiles- y entrenamiento por parte de las Fuerzas Armadas de Rusia.
El Kremlin ha usado y usa a Wagner para extender su influencia por África y Oriente Próximo sin los costes de entrar oficialmente en los conflictos: además de en Ucrania están o han estado en Siria, Libia, Sudán, Mali, República Centroafricana, Mozambique, Madagascar… y hasta Venezuela.
Porque el Grupo Wagner es mucho más un grupo de mercenarios: se trata de un conglomerado de empresas opacas que además del músculo armado y de extender la influencia política y militar de Rusia se encargan de la gestión de minas y yacimientos de gas y petróleo o de la intervención en elecciones, con ejércitos de trolls cibernéticos. Firman contratos de seguridad con los gobiernos de los países… a cambio del acceso a yacimientos de hidrocarburos y minas de diamantes y metales preciosos. Esto ha permitido a Rusia conseguir objetivos que los tratados internacionales le impedirían lograr con su propio ejército.
Esta es la razón de por qué al amotinamiento de Wagner se le ha buscado una salida no antagónica. Prigozhin debe ser apartado por su rebelión, pero Rusia necesita de Wagner para combatir en Ucrania… y para extender sus redes militares y económicas por medio mundo.