El Observatorio

Adiós a Cormac McCarthy

El pasado 13 de junio fallecía, a los 89 años, Corman McCarthy, quizá el mejor escritor vivo de EEUU y una figura literaria de talla universal

Cormac MacCarthy es el autor de algunas de las novelas esenciales de nuestro tiempo, como Meridiano de sangre (1985), Todos los hermosos caballos (1992), No es país para viejos (2005) o La carretera (2006, con la que obtuvo el premio Pulitzer de ficción). Fue por antonomasia el gran escritor de La Frontera, esa enorme, cambiante y sangrienta cicatriz que separa a EEUU de México.

Para el gran crítico neoyorquino Harold Bloom, Cormack McCarthy era un escritor de estirpe shakespeariana, el más digno discípulo de Melville y Faulkner en la narrativa norteamericana del presente y el escritor «apocalíptico» más grande de Estados Unidos, dotado con una «originalidad aterradora».

Cormac McCarthy logró penetrar en las entrañas de EEUU como muy pocos escritores norteamericanos lo habían logrado antes de él. Y no sólo en las entrañas del pasado, sino en las del presente y del futuro de los Estados Unidos. Su territorio propio esencial (a la manera de Faulkner) fue la frontera, donde discurren la mayor parte de sus novelas y que él consiguió convertir en un territorio mítico, empezando por el propio paisaje (que llega a adquirir en algunas novelas un protagonismo esencial), en los personajes (el juez Holden de Meridiano de sangre es lo más parecido al capitán Ahab de Moby Dick que hay en toda la literatura norteamericana) o en la capacidad de construir una verdadera metáfora de la naturaleza y del destino de un país.

Cormack McCarthy es un escritor de estirpe shakespeariana

McCarthy pone en evidencia, a través de descripciones muy vívidas, cómo la violencia está omnipresente en la realidad norteamericana y cómo es un elemento configurador de aquel mundo y de aquella cultura. Cómo esa espiral está destruyendo pilares esenciales de la vida norteamericana (muy evidente en las reflexiones del sheriff en No es país para viejos) o cómo todo puede acabar en un final verdaderamente apocalíptico (La carretera).

Hay en el fondo de la escritura de McCarthy un humanismo valiente y transgresor que conmociona al lector y que se trasmite a través de una prosa ascética y precisa, cuidada y elegante, que parece auténticamente cincelada, como si fuera un trabajo escultórico.

Dos de sus últimas novelas han sido llevadas al cine con notable éxito: No es país para viejos fue adaptada por los hermanos Coen (y le valió a Javier Bardem su único Oscar) y La carretera se rodó con la participación estelar de Viggo Mortensen.

Las novelas de Cormac McCarthy siguen siendo obras casi de lectura “obligatoria”, tanto para los amantes de la buena literatura, como para aquellos capaces de captar en las obras de ficción la verdad poderosa que encierran. Sin duda estamos hablando de un “clásico” contemporáneo.

En 2007 obtuvo el Premio Pulitzer de ficción por “La carretera”

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La carretera

Inquietante desde el primer párrafo, trágica en su más honda concepción, lúcida como pocas, «La carretera» («The Road»), la novela de Cormac McCarthy transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un territorio devastado por lo que podría ser -aunque nunca lo sabemos con certeza- un reciente holocausto nuclear. En ese escenario dantesco, un páramo carbonizado que es lo único que queda de lo que algún día fueron los Estados Unidos, un padre trata de salvar la vida de su hijo emprendiendo un viaje desesperado hacia el sur, hacia el mar, con el quimérico anhelo de encontrar allí unas mejores condiciones de vida, que aseguren su supervivencia. Huyendo de «un frío capaz de romper las piedras», azotados por lluvias persistentes y nieve frecuente, padre e hijo recorren, siguiendo la ruta de una carretera incierta, un paisaje apocalíptico, de árboles quemados, casas derruidas, ceniza y luz muerta. Ya no resta más forma de vida que la humana, un escaso puñado de supervivientes, convertido en su mayor parte en forajidos salvajes y bandas de caníbales, frente a los que hay que mantenerse en una alerta permanente para no sucumbir a su ferocidad. Así resumida, puede quedar la falsa impresión de que estamos ante otro manido relato catastrofista de terror al estilo de Hoolywood. Pero nada más lejos de la realidad. La novela de McCarthy se mueve en las antípodas de esa vacuidad y de ese exhibicionismo. Si con algo cabe, por el contrario, emparentar el libro es con la tragedia clásica. El libro provoca en el lector algo muy similar a lo que podemos presumir producía la representación de una tragedia entre los griegos: una verdadera conmoción, una auténtica catarsis. Escrita con un ascetismo lingüístico proverbial, la novela más que por las «razones» del Apocalipsis vivido -que ni el protagonista ni el niño se preguntan, ¿ya para qué?-, parece inquirirnos por preguntas aún más esenciales: ¿por qué vivimos?, ¿por qué nos empeñamos en sobrevivir como humanos y no como animales? Premiada en 2007 con el Pulitzer, se puede encontrar aquí como libro de bolsillo. Una de las obras verdaderamente importantes de la literatura universal de estos últimos años.

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