El salto de las promesas a la realidad (que suele ser tan habitual en todo gobierno burgués) está resultando especialmente rápido, y especialmente amargo, en el caso del nuevo presidente de la Generalitat y su flamante equipo de gobierno. La lista de incumplimientos, desmentidos, falsedades, recortes no previstos y tijeretazos no anunciados es interminable… apenas tres meses después de su investidura.
Hace ahora cuatro meses que Artur Mas destrozó en las urnas a un Triartito desfondado, impopular y dividido, del que los catalanes estaban justificadamente hartos y con muchas ganas y hasta cierta ansiedad de mandar a casa. De ese hondo rechazo sacó partido CiU, y su líder, Artur Mas, que simplemente haciendo sangre con los errores, la incompetencia y los desastres del tripartito, y esbozando un inconcreto plan de “regeneración” y de “ahorro” (más una promesa incumplible: el concierto económico a la vasca, y un vago aroma a soberanismo) tuvo más que suficiente para barrer en las urnas, e incluso lindar con la mayoría absoluta.Pero, como dice el refrán, una cosa es prometer y otra dar trigo. Y, a la hora de la verdad, el gobierno de Mas se está ganando a marchas forzadas el apodo de “gobierno de Menos”, ya que no pasa un solo día sin que (en medio de la más absoluta improvisación, pese a que hizo gala electoral de su “seriedad” y de su “preparación”) él mismo o alguno de sus consejeros anuncien, propongan, justifiquen o rumoreen medidas de ajuste y de recorte, algunas de ellas del mismo tenor (o incluso con el mismo contenido) que las que hace meses adoptó el tripartito, y cuya crítica y descalificación tantos votos dieron a CiU.Los ejemplos más flagrantes de este “donde dije digo, digo diego” están en el anuncio de una nueva emisión de bonos a particulares para hacer frente a la falta de liquidez y los agujeros de tesorería (algo que criticaron acerbamente al tripartito), en la decisión de “no tocar” las subidas de impuestos llevadas a cabo por el consejero de Economía del gobierno anterior (y ante las que en su día pusieron el grito en el cielo) o en el engaño en el cumplimiento real de la aireada promesa de adelgazar la “burocracia administrativa” de la Generalitat para ahorrar costes: ciertamente se ha pasado de 15 a 12 consejerías, pero, como se está demostrando, eso no es más que un cambio cosmético, ya que el nuevo secretario del Govern o el nuevo secretario de la Presidencia (que ya no ocupan cargos como consellers) funcionan de hecho con una estructura administrativa (gabinete de prensa, de relaciones institucionales, de protocolo, etc.) similar en todo punto a la de una antigua consejería; y eso sin contar el inexplicable papel de “número 2” del Govern que viene desempeñando Durán i Lleida, que ni siquiera está en el Govern, pero que interviene en todas las decisiones, está presente en todos los actos protocolarios e incluso participa en las reuniones al más alto nivel (dentro y fuera de Cataluña). Todo, pues, pura cosmética.Con todo, el principal problema no está en este género de inconsecuencias y trapacerías, por otra parte fácilmente previsibles. Ya está asumido que todo el mundo promete hacer algo para adelgazar cuando acaban los atracones navideños, y luego casi nadie lo hace. El problema mayor viene de otro punto: de los nuevos recortes y nuevos tijeretazos, que no se anunciaron en su día, y que hoy se publicitan sin cesar, recortes que van todos ellos en una única y misma dirección: atacar a los sectores populares en sus intereses más vitales: la educación, la sanidad, el bienestar, etc.La lista de estos recortes anunciados ya es bastante elocuente: se va a disminuir el dinero que se da a los colegios públicos para pagar la luz y la limpieza; se va a poner fin a la distribución de ordenadores en los centros escolares; se pretende que quienes suspendan paguen íntegro el coste del curso universitario… Se ha decidido suspender la construcción de nuevos hospitales, gana adeptos la idea de introducir el “copago” sanitario de forma inmediata, mientras se anuncia que las ayudas a la dependencia se restringirán a los casos “más graves” y que por tanto no se generalizará la atención… La nueva titular de Justicia anuncia, por su parte, que “habrá que recortar la atención jurídica gratuita” (es decir, la que se presta a inmigrantes y a los sectores más débiles de la sociedad). Las autopistas de Cataluña han subido el doble que las del resto del Estado… que, a su vez, ya habían subido por encima del IPC…Y, para culminar este tsunami de ataques (dirigidos exclusivamente contra los intereses populares; no se toca nada de los privilegios de la gran burguesía catalana, o de la clase política, que pretenden salir indemnes de la crisis, pese a sus demostrados abusos… e incluso su reconocido latrocinio), el nuevo conseller de “Bienestar Social” da cuerpo teórico y filosofía a esta batería de decisiones proclamando que: “estamos al final de la universalidad de los servicios sociales”.En otras palabras, el temido “programa oculto” de CiU (y de la derecha que viene) ya está aquí: no todos van a poder disfrutar de educación, sanidad o asistencia jurídica gratuita. Eso se va a terminar ahora. Esa “fiesta” se acabó. Las “necesidades” (léase, la voracidad) de la gran burguesía catalana (es decir, La Caixa, o la propia Generalitat, que es, tras aquélla, la “segunda empresa” de Cataluña, en presupuesto y volumen de negocio) hacen imposible los derechos para todos. La (falsa) ilusión de ciudadanos “iguales”, llega a su fin. Y no es sólo el (casi inexistente) “Estado del bienestar” lo que va a ser puesto en cuestión: es toda la “ficción” (en parte real, hasta ahora) de que todos tienen derecho a lo básico (educación, sanidad, justicia, pensiones…). La nueva vuelta de tuerca que, en Cataluña, pretende dar el gobierno de Artur Mas, consiste en tomar las medidas necesarias para que se cree, de facto, una categoría legal de “catalanes” excluidos, abandonados a una precariedad absoluta. Carne de cañón para una explotación libre y absoluta, y con el menor (o aun nulo) coste social.Y esto no es más que el principio, el aviso de un anuncio de lo que está por llegar en toda España (y a lo que Zapatero ha dejado la puerta abierta, con sus “reformas” financieras, fiscales, laborales y de las pensiones). En un chiste reciente de La Vanguardia se va a Rajoy en primer plano con Mas al fondo dando un mitin. Rajoy comenta: “¿Que haga público mi programa? Sí hombre, si aunque lo mantengo oculto ya me lo copian”.