Elecciones francesas

El gallo francés y el designio alemán

La victoria del socialista Hollande en la primera vuelta de las elecciones francesas ha levantado expectativas de que podamos estar ante el inicio de un cambio en la polí­tica europea. Sin embargo, gane quien gane, es difí­cil creer que una Francia dividida en lo polí­tico, estancada en lo económico y sin proyecto de paí­s pueda cambiar una polí­tica europea dictada cada vez más en exclusiva por Berlí­n.

Tras los resultados de la primera vuelta, prácticamente todos los medios europeos vaticinan un victoria del socialista Hollande el próximo 6 de mayo. Sarkozy necesitaría ganarse el apoyo del 90% de los votantes de Le Pen y los centristas de Bayrou.


Un objetivo que a día de hoy parece inalcanzable porque los centristas suelen dividirse en la segunda vuelta, a partes iguales, entre la abstención, el candidato de la derecha y el de la izquierda.


Y porque, por su parte, la ultraderechista Marinne Le Pen ya ha anunciado que no va a dar consigna de voto a sus seguidores, dado que la victoria de Hollande en la segunda vuelta puede ser “un impulso decisivo” para el Frente Nacional en las próximas legislativas, en las que su estrategia es que la derrota de Sarkozy rompa la coalición en que se apoya y el sector más derechista se una al Frente Nacional.


Por el contrario, el resto de candidatos de la izquierda se han apresurado a pedir a sus seguidores el voto para Hollande. Y aunque nada está decidido, todavía queda una segunda vuelta por delante y no son descartables nuevos incidentes similares al de salafista franco-argelino, todo apunta a que Francia contará con un presidente socialista.


¿Pero puede esto suponer, como algunos medios apuntan, que el cambio en Francia lleve al necesario cambio de las políticas europeas dictadas por Merkel? /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:»Tabla normal»; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:»»; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:»Calibri»,»sans-serif»; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:»Times New Roman»; mso-fareast-theme-font:minor-fareast; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:»Times New Roman»; mso-bidi-theme-font:minor-bidi;} «Desde los tiempos de Bismarck, la clase dominante alemana se mueve hacia un objetivo inalterable: la hegemonía sobre Europa. «

Pelea en el gallinero
Si el símbolo nacional francés es el gallo, bien podría decirse que lo que las elecciones han puesto sobre la mesa es una auténtica pelea en el gallinero de la política francesa.


El avance de la extrema derecha (con el partido de Le Pen por encima del 18%) y de la izquierda radical (con el 13,4%), sumado al hundimiento de los centristas muestran con claridad la creciente división de la población francesa y la polarización de su sistema político.


Y sin embargo, pese a esta diversidad de opciones, no ha aparecido en la campaña electoral ningún candidato o fuerza política capaz de presentar un proyecto de país, de su anclaje y posición en el mundo, de su designio estratégico como histórica potencia imperialista, pero sumida en un declive que apenas es capaz de contener.


¿Qué proyecto ofrece la clase dominante francesa a sus socios europeos? ¿Que papel quiere que juegue Francia en un mundo marcado por el ocaso imperial de la superpotencia yanqui y el ascenso de las potencias emergentes? ¿Dónde está el De Gaulle capaz de marcar objetivos estratégicos y unir a la nación en torno a ellos?


Nada ha aparecido en la campaña electoral que no sea aspirar a recomponer un cierto equilibrio en el eje franco-alemán. Buscando algunas concesiones de Berlín que en lo económico contrapesen la austeridad fiscal con un política de estímulo al crecimiento (en sintonía con lo que Obama exige a Alemania) y en lo político limiten el excesivo protagonismo de Merkel en la conducción de la política europea. Y poco más.

Un designio inamovible
Pero a esta ausencia de un proyecto de futuro claro para Francia, la burguesía monopolista gala tiene que sumar, además, a un oponente alemán que de forma terriblemente persistente mantiene desde hace un siglo y medio, desde los tiempos de Bismarck, un designio estratégico claro que marca de forma inalterable el rumbo del país.


Modulado según las coyunturas, adaptado a las cambiantes circunstancias históricas, bajo un régimen, autoritario, totalitario o democrático, con gobiernos de derechas, de izquierdas o en coalición, pero siempre con un rumbo fijo, con un objetivo inalterable: conquistar la hegemonía sobre Europa.


Es el designio del que, desde los tiempos de Bismarck, bebe y se nutre la clase dominante y las élites dirigentes alemanas. Desde el emperador Guillermo I hasta una dirigente político de tercer orden como Merkel, pasando por Hitler, Adenuaer o Kohl.


Levantándose detrás de cada tropiezo, volviendo a empezar desde el principio, adoptando distintas formas y tácticas según las condiciones, levantando y recomponiendo paciente pero firmemente su sistema de alianzas, unas veces empujando a Francia a aventuras de expansión colonial que le dejen libre el tablero europeo, otras usando la fuerza militar, ahora usando su poderío económico. En unos momentos apoyándose principalmente en Francia, otras buscando aliados en el este o el sur de Europa, pero siempre, con una tenacidad aterradora, buscando avanzar hacia un mismo objetivo: imponer la hegemonía germana sobre el continente europeo.


Demasiado rival para unos políticos franceses sin rumbo.

Deja una respuesta