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«El futbol NO es así­»

3.400 millones es la cantidad a la que asciende la deuda que acumulan los clubes de futbol. A excepción del Barcelona y el Real Madrid, todos los clubes de Primera División – ojalá siguiera llamándose así­ – cerraron sus cuentas del 2008 con déficits y deudas acumuladas; desorbitantes en algunos casos – Valencia 44 mil euros y Atlético 46 mil. Los especialistas buscan la causa y, sobre todo, la solución.

Los exertos parecen coincidir en que la única alternativa es la de habilitar organismos reguladores que pongan vallas al monte. Las razones vendrían más o menos así: Los presidentes de los clubes deben ofrecer resultados a la afición, a los socios y a las ejecutivas; para ello se lanzan al mercado a comprar fichajes a mano rota, y presupuestan partiendo de los mejores resultados. ¿Resultado?, quiebra insalvable. La Ley de Sociedades Anónimas ya permitió poner el contador deudor a cero a la mayoría de clubes, y ahora el refugio ha sido la Ley Concursal. Según Lissavetzky es necesario “un guardia de tráfico” que regule el mercado y la actividad financiera de los equipos. Y el segundo problema del que se habla es de la extremada dependencia de los medios y las inversiones que tienen los clubes por las emisiones y la publicidad, monopolizadas, por otra parte, por el Barcelona y el Real Madrid. Según un presidente de un modesto equipo en declaraciones a El País “si hago las cosas bien económicamente descendemos a Segunda”. Pero en ningún caso se aborda el papel que juegan los grandes equipos de futbol, ni las razones políticas internas que castran cualquier posibilidad de gestión democrática y con criterios deportivos. O por lo menos la gestión de un gobierno con voluntad de poner el deporte al servicio del deporte, lo que no significa que no pueda ser rentable. Los grandes equipos desempeñan eficazmente su labor de medios de influencia política y cadenas de transmisión de algunos de los más importantes negocios en España. No en vano algunos de los principales oligarcas y aledaños pugnan por hacerse con el control de las instituciones deportivas. No es necesario ahora detenerse en figuras como la de Florentino Pérez. Atendiendo a la naturaleza de los clubes, la primera tarea a abordar sería la de democratizarlos. Constituir asambleas de socios realmente decisorias y con un sistema de distribución accionarial con leyes anti-monopolistas, dotándose de directivas compuestas en su mayoría por figuras y personalidades destacadas del deporte, asesoradas por gestores cuya capacidad de decisión estuviera limitada por las razones deportivas principalmente. El volumen de presupuesto no importa en este caso, ni si quiera los sueldos de los deportistas, sino quien gestiona el capital y con qué objetivos. Mientras unos pocos – o dos – equipos dominen el transcurrir de la liga, y unos pocos accionistas – o uno – sean los que decidan, la ley del monopolio – ajena al fútbol – mandará sobre la de “el fútbol es así”

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