Descubiertos los restos de la primera hoguera

El fuego y la palabra

Las pasadas semanas, un grupo de cientí­ficos encabezado por el profesor de arqueologí­a de la Universidad de Florencia Francesco Berna, anunciaba el descubrimiento de los primeros indicios del uso del fuego por parte de humanos en la cueva Wonderwerk de Sudáfrica. Al descubrir restos inequí­vocos de una hoguera datada hace un millón de años, han retrotraí­do en 300 mil años la fecha que hasta ahora se creí­a que los hombres habí­an empezado a dominar el fuego.

Hasta el momento los científicos no habían logrado ponerse de acuerdo sobre el momento y la forma en que los hombre de la prehistoria conocieron y llegaron a dominar las técnicas para producir fuego con el que cocinar y calentarse.

Signos de esta actividad habían sido identificados y claramente datados en distintos lugares de África, Asia y Europa, pero hasta ahora se consideraba que los primeros rastros inequívocos de fuego de la historia se encontraban en unos restos de recipientes calcinados hallados en Israel y datados hace 700 mil años.

Ahora, un equipo de investigadores que incluye a científicos y expertos de la Universidad de Boston, la Academia de Ciencias y Humanidades de Heidelberg, Alemania, la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad de Witwatersrand en Johanesburgo y la Universidad de Toronto, en Canadá, han encontrado «cenizas de material vegetal bien preservado y fragmentos de huesos quemados depositados in situ en superficies bien delimitadas y mezcladas con los sedimentos» en la cueva de Wonderwerk, lo que sugiere que se realizaban pequeñas hogueras cerca de la entrada.

Tanto la decoloración de la superficie de algunos de los fragmentos hallados, típica de los fuegos controlados y no de otro tipo de fuegos naturales, como la estratificación de los restos demuestran sin lugar a dudas que hace al menos un millón de años, grupos humanos comieron reunidos junto a un fuego en una cueva de 140 metros de profundidad en un remoto paraje del nordeste sudafricano.

El descubrimiento vuelve a sacar a la luz una vieja polémica que divide a los antropólogos en dos corrientes de opinión claramente diferenciadas.

Para una de ellas, fue el impacto de la comida cocinada en la evolución física del hombre, al permitirle adoptar una dieta de alimentos cocinados gracias al conocimiento del fuego, el factor determinante en la evolución del cerebro, gracias al mejor aprovechamiento de la energía. La evolución de la hombres primitivos habría estado determinada por una acumulación de acontecimientos casuales, del que el control del fuego habría sido uno de los más importantes.

Pero para la otra gran corriente de pensamiento, de la que participa el equipo de investigación de Atapuerca, el impacto del control del fuego habría sido mucho mayor que el simplemente físico, alcanzando a todos los elementos que forman la sociedad humana. El hecho social que significa la hoguera y la cocina –y su relación directa con el lenguaje y el desarrollo de nuevas relaciones sociales–, la socialización de las primitivas comunidades humanas en torno a un fuego habría jugado un papel esencial en convertirnos en humanosEn busca del fuego

Sin lugar a dudas, el descubrimiento del dominio del fuego es una de los primeros y más vitales triunfos de la especie humana en su prolongado discurrir civilizatorio hacia la conquista de la cultura y su pleno desarrollo como ser social.Rastros del valor de la conquista del fuego por los hombres los encontramos en todas las mitologías primitivas.

Prácticamente es imposible encontrar una sola en la que de los cuatros elementos primordiales a la experiencia humana (fuego, agua, aire y tierra), el fuego no juegue un papel de primer orden en todas las representaciones que los hombres han hecho sobre el origen mismo de su humanidad.

Entre los vedas indios, el fuego es traído del cielo a la tierra por Matariswan. Entre los chinos, Zhu Rong es el dios del fuego, uno de los que ayudó a separar el cielo de la tierra, implementando el Orden universal, vive en el monte Kunlun, y enseñó a la humanidad a utilizar el fuego que había creado Suiren.

Para los pueblos pre-aztecas de América Central, es el dios Tohil quien entrega el fuego a los hombres, creando un antes y un después en su historia. En los mitos de Oceanía, es un héroe, Olifat, hijo de una mortal y del dios del cielo, el que roba el fuego y lo trae a la tierra para entregárselo a los hombres. Para los polinesios, sin embargo, el héroe Maui no deberá subir a los cielos, sino bajar al interior de la tierra para pelearse con el dios Mauike, conocer el secreto de la creación y la domesticación del fuego y entregárselo a los hombres.

En la mitología griega es el titán Prometeo el que roba el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, acción por la que Zeus le castiga encadenándole a una montaña y haciendo que un águila le coma cada día el hígado, que por la noche vuelve a regenerarse prolongando así indefinidamente el tormento.

En su asombrosa identidad –pese a la diversidad geográfica, temporal, narrativa y cultural en que están recreados–, cada uno de estos mitos nos revela cómo desde tiempos ancestrales los hombres han tenido la clara conciencia de cómo con la domesticación del fuego empieza a escribirse una nueva historia para la humanidad. «La conquista del fuego es un hito en la evolución humana»

De hecho, la comparación del tratamiento mitológico del fuego que dan las diversas culturas pone de manifiesto que todos los relatos sobre el origen del fuego presentan un mismo denominador común: describen la evolución de la humanidad a través de tres estadios distintos, en función de su relación con el fuego.

En el primero de ellos, la Edad Sin Fuego, los hombres ignoran su uso e incluso temen, como el resto de animales, su presencia; en el segundo, Edad del Uso del Fuego, ya están familiarizados con él y lo emplean, aunque desconocen cómo dominarlo, es decir, cómo encenderlo y mantenerlo; en el tercero, Edad del Encendido del Fuego, ya utilizan regularmente los métodos de encendido. Una coincidencia que indica cómo estos mitos, bajo sus formas narrativas fantásticas, contienen un sustancial elemento de verdad y proporcionan una clave que permite arrojar luz sobre la Prehistoria de la humanidad.

Cientos de miles de años después, para nosotros, hombres del siglo XXI, el dominio del fuego es algo tan natural e inconsciente, algo que nos viene dado casi como el respirar, que apenas si llegamos a intuir el gigantesco salto social, cultural y civilizatorio que supuso para la humanidad primitiva. Del estado de naturaleza al de cultura

El sociólogo holandés Joop Goudsblom afirma que el control del fuego fue una revolución de tal magnitud, que constituye “la precondición para la domesticación de los animales y plantas, y constituyó la predominancia humana sobre otros mamíferos”.

Para el genio estructuralista francés Henry Levi-Strauss, el paso decisivo del estado de naturaleza al estado de cultura en la humanidad estuvo centrado en la aparición de lo “cocido”, conquista cultural indisociable del fuego y su dominio.

A lo largo de casi 3 millones de años, los homínidos que habitaban la tierra, siguieron viviendo en una dependencia total respecto de su entorno. A pesar de que hace unos 2,6 millones de años empezaron a disponer de toscas herramientas de piedra, su tecnología no iba a mejorar sustancialmente durante milenios y milenios. No tenían por ello grandes posibilidades de transformar su hábitat y se veían obligados a adaptarse al mundo tal y como estaba.

Hasta que llegó el fuego. Y aunque durante cientos de miles de años los hombres no aprendieron su pleno dominio, que no llegaría hasta el Paleolítico Superior, hace unos 50.000 años, su utilización fue una auténtica revolución en el desarrollo humano.

Gracias al fuego, los hombres, al cocinar los alimentos pudieron mejorar tanto la seguridadalimentaria como el aprovechamiento que el organismo hace de los mismos alimentos hasta entonces devorados crudos.

El fuego permitió mejorar sustancialmente las técnicas para elaborar las herramientas. El endurecimiento por la carbonización de los materiales hizo a estos más resistentes y útiles. La transmisión de generación en generación de técnicas y procesos más complejos para la elaboración de herramientas impulsaron el lenguaje. A la vez que herramientas más sofisticadas permitían batidas de caza más productivas y ambiciosas, que por un lado requerían también de una mayor cooperación, y por otro, al optimizar el tiempo empleado en busca de comida, sentaba bases materiales de tiempo de intercomunicación grupal para el desarrollo de la cultura.

Con el fuego, los homínidos de hace un millón de años pudieron ampliar los territorios que podían habitar. El calor que proporcionaba les permitía calentarse en las zonas y épocas frías. Pero además, el fuego –que no por casualidad es conocido en casi todos los idiomas como “el hogar”– pasó a constituir el centro de la vida social en los primeros hábitats prehistóricos y protohistóricos, actuando como una especie de “elemento aglutinante” alrededor del cual se organizaron las primeras comunidades que empezaban a acelerar el camino para devenir definitivamente en la especie que somos en la actualidad.Prometeo y el fuego

“Hubo un tiempo en que existían los dioses, pero no había razas mortales. Los dioses los forjaron dentro de la Tierra con una mezcla de agua y fuego. Y cuando iban a sacarlos a la luz, ordenaron a Prometeo y a Epitemeo (ambos son titanes, anteriores a los olímpicos) que los aprestaran y les distribuyeran las capacidades a cada uno de forma conveniente.

Epitemeo pide permiso para hacer él la distribución, invitando a Prometeo a hacer él la inspección. A los unos les concedía la fuerza sin la rapidez, y a los más débiles, los dotaba con la velocidad. A aquellos que envolvía en su pequeñez, les proporcionaba una fuga alada o un habitáculo subterráneo. Y así, equilibrando las demás cosas, hacía su reparto. Planeaba esto con la precaución de que ninguna especie fuera aniquilada.(…). Pero como no era del todo sabio, Epitemeo no se dio cuenta de que había gastado las capacidades en los animales, y le quedaba sin dotar la especie humana, y no sabía qué hacer. Mientras estaba perplejo, se le acerca Prometeo que venía a inspeccionar el reparto, y ve que el hombre estaba desnudo y descalzo y sin coberturas y sin armas. Precisamente era ya el día destinado, en el que debía también el hombre surgir de la tierra hacia la luz.

Prometeo, apurado por la carencia de recursos, tratando de encontrar una protección para el hombre, roba a Hefesto el fuego y a Atenea su sabiduría profesional junto con el fuego –ya que era imposible que sin el fuego aquella pudiera adquirirse o ser de utilidad a alguien– y así, luego la ofrece como regalo al hombre. De este modo el hombre consiguió tal saber para su vida, pero carecía del saber político, pues éste dependía de Zeus. Ahora bien, a Prometeo no le daba ya el tiempo de penetrar en la Acrópolis en la que mora Zeus, además los centinelas de Zeus eran terribles. En cambio en la morada de Atenea y de Hefesto podía entrar sin ser notado, y así robó la técnica de utilizar el fuego de Hefesto y la otra de Atenea y se la entregó al hombre. De aquí resulta la posibilidad de la vida para el hombre, aunque a Prometeo luego, a través de Epitemeo, le llegó el castigo de su robo (…)

Puesto que el hombre tuvo participación en el dominio divino, fue el único de los animales en creer en los dioses, e intentaba construir altares y esculpir sus estatuas.” Platón. Protágoras

Deja una respuesta