Dijeron que el 29-S había sido un fracaso o que todos, Gobierno y sindicatos, habían perdido. Pero no hay nada que mida mejor la victoria por goleada de las filas del pueblo que el profundo cambio de gobierno al que se ha visto obligado Zapatero para tratar de recuperar la iniciativa política, frenar el hundimiento de su credibilidad entre la mayoría del pueblo y detener la sangría electoral que sufre. La magnitud de la remodelación indica que su desplome debe ser todavía mucho mayor al que indican las encuestas.
Los cambios en el gobierno auntan en una triple dirección.En primer lugar, tratar de engañar, o al menos confundir, a una parte de su electorado, introduciendo a nuevos ministros de los que los medios afines al PSOE ya se han encargado de recordar su supuesta trayectoria “izquierdista”. ¿Acaso eso significa que el nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, personaje “cercano a los sindicatos”, dicen, y la nueva ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, hasta hace poco dirigente de IU, van a manifestarse en contra de la rebaja de salarios, el recorte de pensiones o la reducción de gastos sociales? ¿Entonces de que “izquierdismo” nos hablan?En segundo lugar, los cambios tendentes a “poner orden” en el seno del propio PSOE son la mejor muestra de cómo el amplísimo rechazo y la indignación popular hacia la política de Zapatero entre los mismos votantes socialistas han empezado a trasladarse a la organización del partido. Amenazando con provocar fracturas que ahora tratan de contener.Por último, la ascensión de Rubalcaba y la elección de Jaúregui son señal inequívoca de que Zapatero está dispuesto a jugar la baza de la disolución negociada de ETA como el mayor activo con el que presentarse a las elecciones de 2012.Una política peligrosísima. Y no porque vaya a repetir la inadmisible negociación claudicante de hace 4 años. Sino porque si efectivamente busca la disolución definitiva de ETA, esto difícilmente podrá conseguirse sin el apoyo o el padrinazgo de Washington y París, las dos grandes potencias que históricamente han utilizado el terrorismo etarra como medio de influencia y desestabilización sobre nuestro país. Y que, previsiblemente, pueden llegar a pedir un precio muy alto por colaborar en acabar con un instrumento de intervención que tantos réditos políticos o económicos les ha dado a lo largo de los últimos 50 años. En este sentido, la urgencia de Zapatero puede acabar resultando muy costosa para el país.