SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El Estado de desgobierno de Rajoy

La intervención de Mariano Rajoy en el debate sobre el estado de la nación me generó una profunda tristeza. Si les digo la verdad, era lo esperable. La mediocridad hace tiempo que se ha instalado para quedarse en un régimen, el nuestro, que hace aguas. Las mentiras son la norma, el saqueo de la superclase –política y económica- no afloja; la percepción, fuera y dentro, es de una corrupción generalizada. Sin embargo, existe un pequeño matiz. Mientras en países como Ucrania el saqueo a los ciudadanos estaba extendido desde los estamentos políticos hasta el cuerpo funcionarial, aquí sigue habiendo profesionales dentro de la administración cuya labor y lealtad a nuestro país son inquebrantables.

Pero volvamos a lo que nos atañe, Rajoy y su visión de España. Nuestro presidente, muy triunfalista, sin duda guiado por unas encuestas que no le son nada halagüeñas, presentó una realidad de nuestro país totalmente adulterada. Al margen de unos datos de Contabilidad Nacional incongruentes con el resto de indicadores cíclicos, no hay nada de lo que presumir. Conviene recordar las correspondientes purgas internas en el INE y los reproches sobre la credibilidad de nuestra Contabilidad Nacional por parte de Eurostat.

Una realidad adulterada

El ínclito monclovita no se ha leído los datos relativos a los principales indicadores económicos y sociales de nuestra querida España. Desde su llegada al poder todos ellos han empeorado de manera notoria, salvo uno que él no controla, el apetito por el riesgo de los mercados financieros. El sufrimiento que está afligiendo a los españoles en términos de pobreza absoluta y relativa no tiene parangón en nuestra historia moderna.

Por el contrario, a través de la legislación, vía mayoría absoluta, el ejecutivo actual está tratando de reactivar un régimen en descomposición, donde los privilegios, los favores, y la corrupción de una élite insolvente son la moneda de intercambio diario. Las prebendas a los otroraantiguos monopolios naturales -eléctricas, petroleras, y telecomunicaciones-, y las inyecciones de dinero de los contribuyentes a los causantes de la crisis, el binomioinmobiliario-bancario insolvente, son el pan nuestro de cada día. Lo último, lo de Sacyr.

Los distintos voceros mediáticos, aquellos que deberían velar por la calidad de nuestra democracia, se callan, miran a otro lado, acuciados por sus propios problemas económicos. Son una parte del Totalitarismo Invertido en que se ha transformado nuestra querida España.

Otra visión distinta

Ya conocen nuestro diagnóstico de la situación. Nuestro país presenta una dinámica insostenible. Tenemos un volumen de deuda privada y pública que no se va a poder pagar. Lo que empezó siendo un problema de deuda privada ha acabado contaminando definitivamente la deuda pública. Las dinámicas de ambas están ya fuera de control. Bajo este escenario, quien financió esta deuda, el sistema bancario, es insolvente.

Pero además las entidades bancarias aún no nos han contado qué activos tienen en balance. Lo que está claro es que los activos tóxicos van más allá de los incluidos en el Sareb, se extienden a préstamos y créditos a pymes, a empresas participadas, a créditos hipotecarios sometidos a constantes refinanciaciones, y un largo etcétera. La mora bancaria se encuentra en máximos históricos, 13,6%, frente a niveles del 2% antes de la crisis. Sin embargo, la mora real supera el 23%.

Van a ser necesarias nuevas recapitalizaciones al sistema bancario, pero si el procedimiento utilizado es el mismo que hasta ahora supondrá un fuerte incremento adicional de la deuda pública. Su senda está ya fuera de control. Cuando los mercados aumenten la aversión al riesgo, nos llevarán a una quiebra soberana.

Todo en aras de la competitividad

¿Y qué me dicen del mercado laboral? Las consecuencias de la reforma laboral son calamitosas. Caída en picado del número de ocupados, descenso de la población activa como nunca en nuestra historia democrática, más precarización, y hundimiento de las rentas salariales. Trabajar hoy en España, y esto es algo inaudito, ya no es sinónimo de salir de la pobreza. Nos han engañado, y quien lo ha hecho carece de legitimidad para exigir nada a sus conciudadanos. Nos han abocado a una delación por deuda, el peor de los diagnósticos.

¿Se acuerdan ustedes de que todo esto es en aras de la competitividad? Pues bien, desde finales de 2011 los indicadores de competitividad publicados por Banco de España–con precios industriales, precios de consumo, o valores unitarios de la exportación- han empeorado. La razón real del incremento de las exportaciones es el hundimiento brutal de la demanda interna y la necesidad de nuestras empresas, haciendo de ésta virtud, de buscarse la vida allende nuestras fronteras. Pero sus ventas totales no paran de caer.

Toda esta es la realidad ocultada por Rajoy y compañía (elites bancarias incluidas) en los cajones de los distintos despachos. Sin embargo, tarde o temprano, saldrá a la luz, quizás cuando aumente la aversión al riesgo en los mercados financieros. Entonces, como siempre, será demasiado tarde.

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