El canon digital

El destino de los beneficios

Ametic, la patronal que agrupa a los operadores y fabricantes tecnológicos, ha conminado al Gobierno a suprimir con carácter urgente el canon digital, el polémico gravamen sobre soportes y equipos susceptibles de almacenar y copiar archivos sujetos a derechos de autor. Al tiempo que propone a empresas y profesionales que no dejen de abonarlo en forma de avales. De nuevo sale a discusión el modelo de negocio, para que no se discuta el destino de los beneficios.

El residente de Ametic, Jesús Banegas, se ha apresurado a subrayar que no proponen ningún tipo de rebeldía fiscal, ya que aconseja a las empresas que, en lugar de satisfacer el canon, depositen avales por esas cantidades en juzgados y notarias hasta que el Gobierno aclare la normativa de acuerdo a los últimos fallos judiciales. Existen dos sentencias sobre las que Ametic se apoya: la que dictó el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el 21 de octubre de 2010, en la que declaraba contrario al derecho comunitario la aplicación del canon digital en España a los soportes de reproducción adquiridos por empresas y profesionales para fines distintos de la copia privada, estableciendo que ese gravamen solo puede cargarse a los soportes que se destinarán a copias privadas por particulares; y la que dictó la Audiencia Nacional en marzo de este año declarando nula la orden reguladora del canon digital aprobada en junio de 2008 con las tarifas que gravan a los distintos soportes y aparatos, desde móviles, memorias, CD y DVD o fotocopiadoras. Entran así en choque diferentes intereses monopolistas. Y no los de la SGAE, sino los de las Telecos frente a la industria cinematográfica y discográfica. El debate se sigue desarrollando en torno al tipo de negocio, entre grandes monopolios que desarrollan su negocio en la cresta de la ola de los más avanzados ingenios y estrategias en la red, y la vieja industria del cine y de la música que hacen todo lo posible por adaptarse, mientras cierran las heridas por las que chorrean sus beneficios hacia otras manos. El presidente de Ametic sugirió que el modelo debería basarse en aplicar el canon directamente sobre los productos que contienen el valor artístico que grava, los discos y las copias de cine. Lo que encarecería, aun más, la música y las películas. No parece que aquí pueda hablarse de un problema de libertades y, mucho menos, de un problema de quién disfruta de los beneficios. Primero porque es la discográfica, y en todo caso, las distribuidoras y los estudios cinematográficos quienes saquean a artistas y a consumidores. Y segundo porque incluso en casos polémicos como en el de Jarabedepalo – Pau Danés llamó ladrones a los que descargan música en una entrevista para El Mundo -, lo que ha de abrirse es un debate en torno a las nuevas relaciones que se establecen en torno a la propiedad con el avance de Internet. Oponerse a ello es como oponerse al avance de la Historia. Cuando el espacio aéreo no estaba regulado, o más bien regulado desde la propiedad de la tierra – se poseía un terreno y su extensión hacia arriba -, los gobiernos y grandes compañías aéreas tuvieron que provocar un cambio legislativo. Lo que importa no es el modelo, porque no podemos oponernos al progreso, sino quién se lleva los beneficios.

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