* Esteban Ibarra es residente de Movimiento contra la Intolerancia ¿Cómo valora los últimos acontecimientos xenófobos en Cataluña, especialmente en Salt? El mensaje que está llegando es muy preocupante. En Salt sorprenden las declaraciones de concejales de una organización que tiene por bandera la xenofobia, y hemos visto como incluso expulsan a sus propios concejales por tener relaciones con inmigrantes o con gente que tiene otra orientación sexual. Pero es mucho más preocupante el acoso que se está haciendo contra las mezquitas, obviando que los inmigrantes, en este caso los magrebíes, tienen derecho a la libertad religiosa, que es un derecho constitucional y fundamental. No solo se reduce a Cataluña y Salt, sino que se está convirtiendo en una práctica en toda Europa que debería obligarnos a mirar el tsunami xenófobo que estamos viviendo. ¿Es un problema de mayor racismo en Cataluña o de unas fuerzas en particular que lo promueven? La existencia de los prejuicios xenófobos son iguales en toda España, lo que pasa es que en Cataluña existen unas organizaciones que están sacando partido de ellos y los están alimentando. Sacan réditos de los conflictos sociales y religiosos que se puedan producir. El prejuicio latente siempre existe y podremos amortiguarlo más o menos con un trabajo de sensibilización. El caso es que en Cataluña hay un termómetro que son 67 concejales xenófobos, y eso no existe en el resto de España. También nos encontramos con 75 mil votos que recibe un partido político en las Autonómicas, que hace un discurso de rechazo de la inmigración y de islamofobia. Y eso no existe en el resto del país. El factor de la agitación que impulsan organizaciones establecidas no se puede despreciar, con independencia de las condiciones sociales y económicas, y en el caso de Cataluña puede existir un complemento hipernacionalista que posibilita una victimización frente a la diversidad religiosa. ¿Considera que las corrientes identitarias en Cataluña alientan la xenofobia? Hipernacionalistas, no identitarias. Todo el mundo tiene identidad, y a muchos niveles. El problema es cuando el hipernacionalismo alimenta, incluso en formaciones democráticas, posiciones de intolerancia. Cataluña es una comunidad, un país, con una diversidad enorme que se debe aceptar. En Cataluña existe una diversidad importante, como en Madrid, con una gran diversidad religiosa, como en Madrid. Hay que evitar los discursos de victimización en cuanto al miedo a la pérdida de la identidad cultural. Las identidades son evolutivas y se transforman con el tiempo, aunque haya rasgos que se mantienen. No es lo mismo una ciudad de hoy, con flujos migratorios importantes, que hace años que no los había. Entonces, podemos decir que existe una base sobre la que se actúa, que es el sector más castigado por la crisis, que es el de los trabajadores inmigrantes, pero que la xenofobia se promueve desde arriba… no es que la gente sea más racista. Los prejuicios basados en la xenofobia, como decía antes, son similares en todo el país, lo que es distinto son las declaraciones de dirigentes de partidos o de instituciones, como las que acaba de hacer el Conseller de Interior de la Generalitat, o las de formaciones extremistas que hacen de la xenofobia su programa central. Esto es un elemento central respecto a Madrid o Andalucía. Sí, porque la tradición de convivencia y solidaridad entre la gente es un hecho. Claro. Yo he vivido tiempo en Cataluña y vi, quizás, las primeras comunidades receptoras de inmigración, especialmente africanas, y nunca interpreté que hubiera un poso de rechazo hacia el inmigrante. Cuando lo hemos visto emerger es cuando se ha hecho desde instituciones u organizaciones con el interés de practicar un populismo que aspira a obtener réditos. Uno de ellos son 75 mil votos que han recibido el mensaje del miedo, de la convivencia imposible, del miedo a la pérdida de la propia cultura, a la diversidad religiosa… y eso es lo que reprobamos éticamente. ¿Y por qué ahora con tanta virulencia? Los hechos no son puntuales, sino que se dan a lo largo de los años. En Vic, que es el primer sitio en el que aparece Plataforma per Cataluña, hay una campaña contra la presencia musulmana y la instalación de una mezquita. Luego, no ha sido una única campaña, sino que allí donde hay algo de conflictividad social aparecen. La conflictividad se puede gestionar para pacificar un conflicto o para incendiar, con un discurso de conflicto de comunidades. Eso se va haciendo a lo largo de los años. Dentro de dos meses tendremos otro episodio, y después otro. Están anunciando que no van a parar. Los conflictos sociales existen en Cataluña y en Andalucía, el problema es cómo se aborda. Pueden incluso haber conflictos con personas de la propia Unión Europea, solo hay que mirar Mallorca, con cantidad de conflictos por los excesos juveniles, en determinados periodos veraniegos, con el uso del alcohol. ¿No es en un periodo de crisis cuando estos grupos actúan para provocar el miedo y paralizar cualquier tipo de movilización social? Hay que dejar claro que la xenofobia no surge de la crisis económica, sino que la xenofobia es impulsada por grupos organizados que utilizan la crisis para alentarla. Esta es otra mirada. La xenofobia no surge sola, y en la historia han habido muchas crisis del capitalismo en las que no ha surgido la xenofobia. Es en estos momentos, en el que hay crisis económica en un mundo globalizado, que es utilizada por organizaciones que, además, dicen miméticamente lo mismo en Madrid, Londres o Viena. Parece un argumentario producido en un laboratorio de la extrema derecha xenófoba europea. Lo único que habría que cambiar es el nombre del país y del partido. Siempre vinculan la inmigración con la delincuencia, con la competencia en el mercado laboral, con la destrucción de la cultura autóctona, y con la peligrosidad religiosa. Estamos viviendo una conflictividad impulsada por una internacional xenófoba, que se hace visible en el Parlamento Europeo, que tiene financiación de ámbito europeo, y que está trabajando por el diseño de otra Europa, blanca, heterosexual y cristiana. No es espontáneo, sino que se alimenta de forma organizada. ¿Pero no sirve sobretodo para enfrentar a los trabajadores inmigrantes con los españoles, dividiendo al pueblo, paralizando con un miedo, que sirve a los intereses de quien no quiere que se produzcan movimientos populares amplios y organizados?, algo así como “cuando las cosas se ponen feas, soltamos a los perros de presa” Sin duda. La xenofobia divide a los trabajadores y a la ciudadanía. Si estamos divididos no solo por países o comunidades autónomas, sino también por razas o religiones, mejor. Mientras vemos que avanza un orden neoliberal que no es contestado, en la que se supone que es la Europa más avanzada en derechos. Sin embargo los perdemos y se desmontan todas las conquistas sociales. Vivimos un retroceso histórico desde la II Guerra Mundial. La xenofobia cumple el papel de enfrentar a una ciudadanía que debería estar unidad en la defensa de sus derechos. En los debates me encuentro a gente que dice que los servicios asistenciales se ven mermados por la presencia de los inmigrantes. Lo que dice Anglada es que tiene que haber un prioridad para los autóctonos. El debate no puede ser quién se lleva la miseria, sino por qué tiene que haber miseria. Si no hay plazas en las guardería, hay que pedir que haya para todos. El problema no es que se la lleve el inmigrante, porque a lo mejor cobra menos y tiene más hijos. Lo que habrá que revisar son los gastos, que hoy en día son vergonzosos, de la banca, los de la industria del ladrillo o los de la compra de armamento. Muchas cosas se pueden solucionar gastando de otra manera y con otras necesidades. La miseria divide a los pueblos, a los trabajadores, aparecen los conflictos, y aparecen “las prioridades” que vulneran un principio fundamental, el de la igualdad de trato.