Chavela Vargas

El calor de la tierra

Rí­os de tinta lloran a la virgen más ardiente en el vientre del mundo. Hundida en la tierra y como parte de las raí­ces del mundo hispano, Chavela Vargas nos ha dejado el sonido más hondo y la sangre hirviendo. No solo cantó todas las pasiones, sino que envejeció conociendo los secretos de la profunda esencia del amor más demoledor.

“Las personas, simplemente, aman o no aman. Los que aman, lo harán siempre a todas horas, intensa y apasionadamente. Los que no aman, jamás se elevarán ni un centímetro del suelo. Hombres y mujeres grises, sin sangre”. Un torrente de arte que se elevaba por encima del frío norte, de la cultura prefabricada en los despachos y presentada como “the way of life”. La incontestable verdad del dolor y el desgarro de la vida.Desnudó los mariachis para ofrecerlos en carne viva, rompiendo para siempre las lápidas de la tradición. Decía que nunca ensayaba, ni preparaba nada, salía al escenario y cantaba durante horas sin enterarse. Conoció a algunas de las más importantes figuras del siglo XX de las que, insistía, “nunca desvelaré sus secretos”. Participó en películas como Babel de Alejandro González de Iñárritu, y en multitud de Almodovar, al que consideraba “mi alma gemela”.Su último viaje fue a España, su “casa España”, para volver a morir a su “casa México”, como si supiera que venía a despedirse: «Espero a los poetas, el cielo, la vida, para que me lleven donde no se va nunca; a pasar por la puerta más grande, la más bella, donde se ven las estrellas. Aquí estoy para lo me manden, bañada, como Granada, por la luz salada de la nostalgia del mar»Su amor por la madre patria era incontestable, rotundo y revolucionario: “Me han dicho que España está muy mal, pero no es cierto […] España es la hembra de Europa y México el varón de América. Te saludo España, te saludo Isabel la Católica, con toda mi alma. Así estoy yo hoy, esperando la esperanza de ser esperanzada”Presentó su último disco La Luna Grande, en homenaje a García lorca: “Con García Lorca tuve un acercamiento cuando viví aquí. Una noche de nostalgia pude recordar lo que no había perdido. No encontré a Federico, fue él el que, como un clavel que revienta, me encontró. A sus órdenes, le dije […] ¿Qué deudas tengo con él y él conmigo?. Muchas. Aquí veníamos a tocar el piano, a llamarle las noches cuando no dormía. Oía todo lo que no se puede oír. Aquí se juntó el bien, el mal, la noche, el día”“Yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera”. Chavela Vargas nos ha dejado, pero queda la pasión de la leona que amamanta a sus crías. Hasta siempre.

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