SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El aprieto de Europa; el escrutinio de Catalunya

«En busca de brotes verdes con la bandera azul a media asta», decía hace cinco años la crónica de La Vanguardia, previa a las elecciones europeas. 7 de junio del 2009. Hace una eternidad. Todo va endiabladamente deprisa. Todo parece cambiar vertiginosamente y un día descubrimos que el movimiento es circular y volvemos a estar -aparentemente- en el punto de partida: en busca de brotes verdes y con la bandera azul a media asta.Hubo algunos brotes verdes en el 2009, pero se secaron rápidamente. La crisis en forma de W, decían entonces los economistas. Caída, una cierta recuperación y una devastadora recaída, para después iniciar una segunda remontada, lenta, pero más sólida. Otros especialistas hablaban -y siguen hablando- de la crisis en forma de L japonesa: después de la recaída, una largo y exasperante periodo de estancamiento. Cinco años después, W y L siguen disputándose el destino de España, el país de la Unión en el que más rápidamente ha caído la confianza en las instituciones europeas y el que ha sufrido un mayor bajón en la autoestima, según datos del Eurostat, la oficina estadística Bruselas, La W noqueó al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Aquellas elecciones de hace cinco años fueron la primera señal del cambio de ciclo. Con una participación del 44,9%, el Partido Popular consiguió una escueta victoria en las urnas europeas: 6,6 millones de votos, frente a los 6,1 millones de los socialistas. Los dos partidos sumaron 12,7 millones de papeletas, el 82% del voto emitido. Cánovas y Sagasta ya cojeaban, pero aún llenaban el cesto.Aquel mismo día se celebraron elecciones autonómicas en el País Vasco y en Galicia. En Euskadi, el soberanista Juan José Ibarretxe quedó noqueado y el PNV entró en tiempo de penitencia, Gobierno monocolor socialista con apoyo parlamentario del PP. En Galicia, el Partido Popular recuperó la mayoría absoluta. El voto en las principales ciudades gallegas fue el principal indicador del cambio de ciclo. El pontevedrés Mariano Rajoy se vio confirmado como líder del centroderecha. En Galicia se fortificó el actual grupo dirigente español.Cinco años, una eternidad. Una aparente eternidad. Estamos en W, dice ahora la derecha. Ya estamos saliendo de la crisis. La campaña que hoy concluye, comenzó el 5 de mayo con el aprobado de Bruselas al cuadro macroeconómico 2014-15, con previsiones de crecimiento del 1,1 y del 2,1% para ambos ejercicios. El paro en ningún caso bajará del 24%. W, dice el PP.Aún estamos en L, aunque algunos indicadores mejoren, replica el PSOE, visiblemente incómodo en la batalla económica. La crisis que Zapatero no supo avistar a tiempo -y que negó obstinadamente- es una letra escarlata bordada en la camisa de todos quienes compartieron su aventura gubernativa. De todos y de todas. La discusión económica sigue siendo una marisma peligrosa para los socialistas españoles, razón por la cual el PSOE busca otros terrenos de confrontación: los derechos sociales, la ley del aborto, la igualdad de la mujer…. Los socialistas querían pelea en su campo y el candidato popular, Miguel Arias Cañete, se la regaló generosamente, con su frase sobre los apuros que pasa un varón cuando no puede disimular su «superioridad intelectual» ante una mujer. Pedro Arriola, gurú de los populares, gran especialista en campañas planas, quedó catatónico. Cañete tardó seis días en reconocer su error. El PSOE sigue siendo eficiente en el manejo de la propaganda, pero no es probable que ese resbalón decida el futuro político de España.El PP ha perdido claramente la campaña, lo cual no quiere decir que vaya a perder las elecciones. Han sido quince días malos para los populares. La campaña empezó congelada por el suceso de León. Un crimen galdosiano, según Jon Juaristi. Personajes extremos. Obsesiones enfermizas. Y el encapsulamiento del poder local en la España de provincias. Una campaña extraña. Rajoy se juega la posibilidad de encarar con cierta serenidad el tramo final de legislatura. El PSOE, la consistencia y el liderazgo. Entre la W y la L -el alfabeto de la crisis es aún confuso- es muy difícil, por no decir imposible, que los dos principales partidos alcancen hoy, por separado, los seis millones de votos. El que consiga llegar a cinco, ganará. Si PP y PSOE no logran sumar el 60% de los votos emitidos -veinte puntos menos que en 2009-, podríamos empezar a hablar de seria crisis del bipartidismo. IU puede que sólo tenga asegurados 1,4 millones de votos. UPyD es difícil que supere el millón. Nunca tanta gente se había planteado no participar en unas elecciones tan importantes. Está en juego la estabilidad política europea, puesto que en tres países absolutamente fundamentales para la Unión, como son Francia, Gran Bretaña e Italia, naciones económicamente decisivas que suman más de 180 millones de habitantes, fuerzas populistas de distinta y matizada naturaleza pueden ganar o estar a punto de conseguirlo. Con discursos muy hostiles al Directorio y a la tecnoestructura de Bruselas, el Frente Nacional francés, el movimiento de Beppe Grillo y el UKIP británico, quieren dejar noqueados a sus respectivos gobiernos. En España se somete a escrutinio el brutal desgaste del cuadro institucional, acelerado por la crisis. Y Catalunya es la piedra de toque de ese escrutinio.Esta noche todas las miradas estarán puestas en el resultado catalán. Un diferencial de participación visible y consistente sería una señal difícil de ignorar, en Madrid y en las principales cancillerías europeas. El resultado determinará la agenda política de los próximos meses. Si CiU no consigue ganar, superando con creces el medio millón de votos, Artur Mas sufrirá su segundo revés en menos de dos años. Perdió 12 diputados en noviembre del 2012 y ahora corre el riesgo de no ver confirmado el liderazgo.En Madrid están esperando que esa derrota se produzca. En algunas mesillas de noche hay luces votivas ante una estampita de Juan José Ibarretxe.

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