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EEUU y Europa, de cabeza al abismo polí­tico

La caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 marcó el inicio de la catástrofe, y es posible que el hundimiento del liderazgo de Barack Obama ayer, primero de enero de 2013, en Washington sea el principio del despeñe de Estados Unidos y de Europa en un abismo político al que nos ha conducido la peor clase política occidental de las últimas tres décadas, prácticamente desde el final de la Guerra Fría, cuando en 1989 cayó el muro de Berlín.

Cuando se escribe este post seguía el suspense en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Tanto por las reticencias de los republicanos como de los progresistas demócratas, si hay acuerdo, será de circunstancias y no evitará –sólo aplazará— el denominado “abismo fiscal”. Si no hubiere acuerdo completo, y no lo habrá, estaríamos ante un fracaso rotundo e inapelable del propio sistema político norteamericano, muy similar a los que ofrecen los sistemas europeos. El denominado “abismo fiscal” mereció a las 2.30 de la madrugada del primero de enero (después de la votación del Senado, que sacó adelante un pacto precario e insuficiente) un contundente análisis del reputado Robert J. Samuelson en la web de The Washington Post titulado “Obama´s leadership failure”. La situación norteamericana, escribía el veterano periodista, “es la consecuencia de un liderazgo presidencial por completo fallido”. A partir de esa constatación, el articulista atribuía a Obama -que arrasó en las elecciones de noviembre pasado al candidato republicano al obtener 332 compromisarios frente a los 202 de Romney- los mismos incumplimientos electorales que en Europa reprochan -derecha e izquierda- a sus dirigentes.

Sólo una carcomida clase política –en EE.UU., tanto la republicana como la demócrata- y un ocaso del liderazgo político -en este caso de Obama, que el día 11 tomará posesión de la presidencia- explica la irresponsabilidad de dejar que la primera potencia económica mundial vaya a provocar una recesión en su país (crecimiento previsto de -2 en el PIB de 2013), en México, en China y, por supuesto, en la Unión Europea. Para España, los recortes de gasto público norteamericano y la retracción del consumo implican un notable empeoramiento del diagnóstico de nuestra economía, que podría sumirse en un decrecimiento superior al 2% este año, en tanto que el desempleo podría superar de largo los seis millones y el déficit mantenerse irreductible por insuficiencia de ingresos fiscales.

Pero si el liderazgo de Obama ha fallado casi con estrépito -sin perjuicio de que los republicanos puedan quedar laminados en las elecciones de 2014-, el paréntesis que impone Angela Merkel a la Unión Europea alcanzará todo el ejercicio. En septiembre, las elecciones legislativas alemanas enfrentarán a la canciller con el torpe candidato socialdemócrata Peer Steinbrück, y el resultado parece cantado: habrá una nueva gran coalición entre la CDU y el SPD, pero nada se moverá en la Unión mientras tanto. Por supuesto, no la Unión Bancaria que, de mano, no tendrá jurisdicción supervisora sobre las sospechosas cajas de ahorro regionales de los Länder. Mientras, Alemania entra en un peligroso estancamiento con millones de empleos precarios (efecto de los minijobs) y síntomas de que el consumo también retrocede.

No se moverá ni una coma, entre otras cosas, porque el otro dirigente estratégico de UE, François Hollande -al que ya se le conoce como “el Zapatero francés”- está extremadamente débil (desde su elección su popularidad ha caído 22 puntos, todo un récord) no sólo provoca el “efecto Depardieu” sino que sus reformas estrella están incompetentemente construidas. La pasada semana el Consejo de Estado francés declaró inconstitucional por defectos técnicos el impuesto del 75% a las rentas que excediesen del millón de euros, y la fiscalidad del 0,2% sobre la transacción de acciones de empresas cotizadas con capitalización de más de 1.000 de euros las ha reducido un 18%. Un desastre que se corresponde con el de la derecha francesa. La UMP es un campo de batalla entre las diversas familias de la derecha, en tanto Sarkozy debe vérselas de nuevo en los tribunales por presunta financiación ilegal de su campaña.

Pero quizá la subversión más insolente de la democracia se esté produciendo en Italia. Mario Monti -que encarna la tecnocracia despótica- aglutina a fuerzas centristas (huele a democracia cristiana) frente a la derecha de Berlusconi y la izquierda crecida de Bersani y pretende que el grupo que apadrina gane las elecciones del próximo febrero ¡sin presentarse él como cabeza de cartel! y ser nombrado, acto seguido, primer ministro. Mario Monti incorpora así, sin aparente rechazo, una suerte de democracia subordinada a la tecnocracia de tal manera que las elecciones a las que no se presenta le legitimarían mediante un silogismo: si dais el mandato al que asume mi agenda, me estáis pidiendo que encabece el Gobierno. La fórmula de Monti, tan cómoda y tan irresponsable para él (si pierden los suyos son ellos los que pierden y si ganan es él el que lo logra) ¿serviría para España?, ¿podría así regresar a través del PP José María Aznar o al PSOE Felipe González, sin que ninguno de los dos se presentase a los comicios?

Pero la insolvencia de los políticos llega a grados de caricatura cuando nada menos que un tal Fernando Leal da Costa, secretario de Salud del Gobierno conservador portugués presidido por Pedro Passos Coelho, reclama a los ciudadanos del país vecino que para la sostenibilidad del sistema público de salud es “preciso que no se pongan enfermos”. Entre la estupidez y la perplejidad, la política ha comenzado a plantearse como una actividad menestral. En este contexto abismal, un registrador de Pontevedra, con mayoría absoluta, sin nada ni nadie que de verdad le haga oposición, gobierna en España y dice que “vive en un lío”. Un lío que es, en realidad, el borde de un precipicio.

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