Editorial

EEUU: ¿una ocupación “democratizante”?

Una falaz propaganda nos quiere hacer pensar que todo fue bien mientras los marines y la OTAN estuvieron en Afganistán, y que todo se ha sumergido en el caos y en el horror cuando se han ido.

La derrota norteamericana no se explica sólo desde el aguijoneo continuo de la insurgencia talibán -que ha provocado un goteo pequeño pero persistente en términos militares, con 2.500 bajas estadounidenses en veinte años- sino desde la resistencia de todo un pueblo afgano que, aunque rechace a los fundamentalistas, no puede sentir otra cosa que rencor y desconfianza hacia las fuerzas de ocupación de EEUU.

Ahora una falaz propaganda nos quiere hacer pensar que todo fue bien mientras los marines y la OTAN estuvieron en Afganistán, y que todo se ha sumergido en el caos y en el horror cuando se han ido. Ahora nos tratan de vender como «humanitaria», «democratizante» y «civilizatoria», una guerra provocada por Washington en la que han muerto 150.000 afganos, ha habido 162.000 heridos y 3,5 millones de personas han tenido que salir de sus hogares convirtiéndose en refugiadas.

Pero la realidad es bien distinta. Por muy negro, reaccionario y opresivo que fuera el régimen de terror que los talibanes habían instaurado antes de la invasión norteamericana de 2001 (que lo fue), los veinte años de ocupación occidental no han significado -como nos quieren hacer creer- ninguna mejora sustancial en las condiciones de vida de la gran mayoría de la población, incluidas las mujeres. En muchos casos, y sobre todo en las zonas rurales, la gente siguió bajo la bota de unos señores de la guerra locales que -a cambio de someterse al gobierno de Kabul y a los EEUU- seguían imponiendo sus leyes cuasi-medievales.

En 2019, cuando el 60% del país aún estaba oficialmente bajo dominio de la OTAN, en las zonas no controladas por los talibanes, «dos tercios de las jóvenes afganas no estaban escolarizadas, el 80% de las mujeres seguían siendo analfabetas, más de la mitad sufrían violencia machista en el seno de su propia familia. El 75% de las mujeres afrontaban matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Durante los veinte años de presencia militar extranjera se siguieron registrando ataques a mujeres cuando se desplazaban a la escuela o al trabajo. Los porcentajes de violaciones y de casos de violencia machista siguieron siendo muy elevados, así como los índices de abusos sexuales cometidos por las fuerzas de seguridad». Así lo denuncia la periodista Olga Rodríguez, corresponsal española en Oriente Medio, en un elocuente reportaje, «El cinismo ante Afganistán», en eldiario.es.

A pesar de esta ominosa situación de las mujeres y niñas de Afganistán, y de la calamitosa situación material del conjunto de la población afgana, la UE consideró a este país como un lugar seguro, negándose a acoger a refugiados afganos que -junto a sirios, iraquíes o africanos- que llegaron por millones a las puertas de Europa, en 2015.

Nos venden a las tropas de ocupación yanquis como civilizadas frente al barbarismo sin nombre de los talibanes, pero «ya n 2004 la población se quejaba de que los tanques estadounidenses que se paseaban por pueblos y ciudades apuntaban sus cañones hacia abajo, hacia la calle, hacia la gente. Las tropas estadounidenses han sido percibidas en sectores importantes de la población como elementos hostiles. No en vano, la cárcel secreta de Bagram, gestionada por EEUU -una especie de Guantánamo afgano- fue escenario de torturas y violaciones sistemáticas de los derechos humanos», cuenta Olga Rodríguez.

Nos quieren convencer de que los ataques militares de EEUU fueron quirúrgicos, de precisión, que mataron sólo talibanes sin apenas «víctimas colaterales», pero la realidad es mucho más sangrienta y sucia. «Entre enero y noviembre de 2008 los ataques de las fuerzas internacionales –principalmente los bombardeos estadounidenses– provocaron la muerte de unos cuatrocientos civiles, muchos de ellos mujeres y niños. Buena parte de los casos, dados a conocer por testigos directos, fueron denunciados por oficiales de la Administración afgana y reconocidos por la propia OTAN. En algunas operaciones durante estas dos décadas de atrás los aviones estadounidenses han matado a más de noventa civiles en un solo ataque».

Nos quieren pintar al gobierno afgano de Kabul -sostenido por EEUU- como un muro de contención contra la barbarie. Pero la realidad es que no era más que una inestable e intrigante constelación de los señores de la guerra que Washington había conseguido comprar. Un ultracorrupto gobierno de Kabul que ha dilapidado los millones de dólares que ha recibido en sus tramas internas, y que no ha desarrollado las fuerzas productivas cambiando la estructura económica de un país cuyo PIB depende de la exportación de opio. Un gobierno afgano y unas Fuerzas Armadas detestados por la población, que sin el sostén de Washington ha durado diez días.

Quieren que el horror y la repugnancia que producen los talibanes -que por cierto también fueron en sus orígenes financiados, armados, entrenados e impulsados por los EEUU de Reagan- nos nuble la visión acerca de quién ha convertido Afganistán en un infierno de miseria y opresión en las últimas dos décadas: la superpotencia norteamericana.

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