«Dos de las cuales le fueron impuestas (Afganistán y la «guerra contra el terrorismo») y la tercera (Irak) que fue iniciada innecesariamente por una administración estadounidense cegada por la ideología y la desmesura. Estados Unidos no tiene perspectivas de una victoria militar en Afganistán o Irak; ya prácticamente resulta imposible seguir tolerando los costos económicos de esas guerras, y el respaldo político fronteras adentro está desvaneciéndose»
Estados Unidos debe retirarse, ero el precio –para Estados Unidos, sus aliados en la región y para Occidente- sigue siendo una incógnita. Las últimas tropas de combate estadounidenses se han retirado de Irak. A pesar de usar todos los medios a su alcance, la mayor potencia militar del mundo sólo logró crear una estabilidad doméstica precaria. Nadie hoy está colgando carteles con la leyenda “misión cumplida” (KOREA TIMES) DIARIO DEL PUEBLO.- Tras nueve años del atentado terrorista contra el World Trade Center de Nueva York, Estados Unidos ha hecho progresos en su lucha contra el terrorismo: aunque Osama Bin Laden siga estando fugitivo, otros destacados líderes de al Qaeda han sido abatidos. Pero la guerra contra el terrorismo que declaró en 2001 está lejos de llegar a su fin, y EEUU sigue afrontando significativos desafíos en su intento por erradicar la que a su juicio es la mayor amenaza para su seguridad nacional: la aparición de yihadistas crecidos en casa, el aumento de grupos afiliados a al Qaeda y la cuestionable eficiencia de sus operaciones militares en el exterior. Corea. Korea Times Los riesgos de la retirada Joschka Fischer Entrar en guerra es fácil; salir de la guerra es la parte difícil. Ese axioma es particularmente válido para Estados Unidos hoy, mientras lidia con tres guerras –dos de las cuales le fueron impuestas (Afganistán y la “guerra contra el terrorismo”) y la tercera (Irak) que fue iniciada innecesariamente por una administración estadounidense cegada por la ideología y la desmesura. Estados Unidos no tiene perspectivas de una victoria militar en Afganistán o Irak; ya prácticamente resulta imposible seguir tolerando los costos económicos de esas guerras, y el respaldo político fronteras adentro está desvaneciéndose. Estados Unidos debe retirarse, pero el precio –para Estados Unidos, sus aliados en la región y para Occidente- sigue siendo una incógnita. Las últimas tropas de combate estadounidenses se han retirado de Irak. A pesar de usar todos los medios a su alcance, la mayor potencia militar del mundo sólo logró crear una estabilidad doméstica precaria. Nadie hoy está colgando carteles con la leyenda “misión cumplida”. En verdad, no se resolvió ninguno de los problemas políticos urgentes causados por la intervención estadounidense –el reparto de poder entre los chiís y los sunitas, entre los kurdos y los árabes, y entre Bagdad y las regiones. Irak sigue siendo un estado sin una nación común. Es más, corre el riesgo de convertirse en un campo de batalla para los intereses encontrados de sus vecinos. La lucha entre la principal potencia sunita, Arabia Saudita, y el Irán chií por la hegemonía del Golfo Pésico amenaza con volver a transformar a Irak en un campo de batalla, con otra ronda de guerra civil incluida. Las vecinas Siria y Turquía probablemente se verían instantáneamente arrastradas a ese conflicto. Sólo cabe esperar que el vacío creado por el retiro de Estados Unidos no estalle en violencia. La situación en Afganistán es aún más complicada. Afganistán es la imagen en espejo de Irak: una nación sin un estado. El separatismo nunca fue una amenaza allí, pero desde la invasión soviética de 1979, el país ha sido un teatro de guerra de conflictos globales y regionales.Lo que vemos en Afganistán no es simplemente una guerra civil. A través de sus aliados afganos, Pakistán en particular pero también Arabia Saudita, Irán, India y países de Asia Central están envueltos en una lucha por ejercer influencia. Al principio, la guerra en Afganistán era una guerra de liberación contra el Ejército Rojo; luego se convirtió en una guerra civil, y desde mediados de los años 1990 se vio inmersa en el conflicto entre India y Pakistán, mientras este último intentaba alcanzar profundidad estratégica e influencia regional a través de los talibán, una creación del servicio secreto paquistaní, el ISI. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 convirtieron a Afganistán en el teatro de una guerra global. Ahora bien, ¿qué es lo que sucederá de ahora en más? ¿Una recaída en una guerra regional y el terror islamista? ¿O los acontecimientos cobrarán un giro imprevisible? Estados Unidos y la OTAN están atrapados en un dilema en Afganistán. No pueden quedarse en el país indefinidamente ni tampoco marcharse así como así. De hecho, muchas veces se olvida que Estados Unidos se retiró de facto del país ya una vez antes, tras la retirada soviética de febrero de 1989. Doce años más tarde, después de los ataques terroristas del 2001, Estados Unidos y sus aliados occidentales tuvieron que volver a combatir contra Al Qaeda y los talibán, que habían transformado a Afganistán en un campo de cultivo del terrorismo islámico. Las lecciones de los años 1990 no son difíciles de entender y son demasiado importantes como para ser ignoradas. No obstante, pareciera que algunos funcionarios occidentales intentan hacer justamente eso. Los europeos preferirían retirarse más temprano que tarde, y Estados Unidos probablemente siga sus pasos. Hoy es evidente el grave error que cometió Estados Unidos al nunca desarrollar una estrategia política apropiada para Afganistán y, en cambio, basarse casi exclusivamente en medios militares. En rigor de verdad, la estrategia para la “afganización” del conflicto que implicó entrenar fuerzas de seguridad locales –algo que se acordó a comienzos de este año en una conferencia en Londres- se basa principalmente en el cronograma de retiro de tropas de Estados Unidos y Europa, no en la situación dentro del país y en la región. Si Estados Unidos y la OTAN dejan a Afganistán librada a sus propios recursos sin primero crear un mínimo de estabilidad regional, es casi seguro que el peligro islamista regresará relativamente pronto, y será mayor que en los años 1990. Pero la estabilidad regional requiere principalmente de la clarificación del papel de Pakistán en Afganistán. Y el mismo desafío se esconde detrás de la fórmula de “inclusión de los talibán” en cualquier acuerdo para Afganistán, porque los talibán no tienen poder de negociación sin Pakistán, como lo han demostrado los acontecimientos recientes. La clave para Afganistán reside en Islamabad, no en Kabul, lo cual significa que el enviado especial del presidente Barack Obama para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, es más importante ahora que el comandante militar en Afganistán, general David Petraeus. Es en la capital de Pakistán donde tendrá que negociarse una solución regional, y las condiciones para el éxito de ninguna manera son imposibles, aunque esto implique la cuestión mucho más complicada –y rara vez mencionada- de las relaciones entre India y Pakistán. Occidente quiere retirarse de Afganistán y seguramente lo hará. La ironía, sin embargo, es que un retiro podría conducir a Occidente a una nueva guerra regional, mucho más peligrosa, mientras Irán avanza. KOREA TIMES. 6-9-2010 China. Diario del Pueblo Tras 9 años de guerra contra el terrorismo, EEUU aún tiene muchos desafíos Tras nueve años del atentado terrorista contra el World Trade Center de Nueva York, Estados Unidos ha hecho progresos en su lucha contra el terrorismo: aunque Osama Bin Laden siga estando fugitivo, otros destacados líderes de al Qaeda han sido abatidos. Pero la guerra contra el terrorismo que declaró en 2001 está lejos de llegar a su fin, y EEUU sigue afrontando significativos desafíos en su intento por erradicar la que a su juicio es la mayor amenaza para su seguridad nacional: la aparición de yihadistas crecidos en casa, el aumento de grupos afiliados a al Qaeda y la cuestionable eficiencia de sus operaciones militares en el exterior. Faisal Shahzad, un ciudadano estadounidense de origen paquistaní, fue detenido en mayo de este año en conexión con una tentativa de atentado con coche bomba en la plaza neoyorquina de Times Square. Según parece, Shahzad se radicalizó mientras vivía en EEUU. En diciembre del año pasado, cinco estadounidenses de los suburbios de Washington D.C. fueron detenidos en Pakistán en una redada policial contra una casa vinculada supuestamente con un grupo insurgente. Las revelaciones se produjeron apenas un mes después de que el comandante Nidal Malik Hasan hubiese matado a 13 de sus compañeros en Fort Hood, Texas. La masacre, a su vez, tuvo lugar después de que se supiese que Najibullah Zazi, un afgano que residía en EEUU, había sido acusado de planear atentar contra varios objetivos en Nueva York. "Diversos incidentes recientes protagonizados por extremistas violentos en EEUU que están comprometidos con la lucha, tanto dentro como fuera, han subrayado que la amenaza viene de individuos radicalizados en casa", se indica en la Estrategia de Seguridad Nacional 2010 de EEUU. Desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, grupos como al Qaeda han estado bajo la intensa vigilancia de EEUU y sus aliados, y eso dificulta el reclutamiento de combatientes fuera de EEUU para llevar a cabo ataques terroristas contra territorio norteamericano, indican los expertos. Como resultado, al Qaeda ha cambiado sus tácticas para reclutar a más individuos que nacieron, crecieron o residen en EEUU. Además, existe un creciente peligro de ataques contra territorio estadounidense por parte de grupos afiliados a al Qaeda pero que no están integrados en esa organización. Tehrik-e-Taliban Pakistán, generalmente conocido como TTP, fue incluido recientemente en la lista de grupos terroristas extranjeros por parte de la administración Obama. El grupo declaró que estuvo detrás del intento de atentado en Times Square. Al Qaeda en la Península Arábica, con sede en Yemen, estuvo detrás del frustrado intento de atentar en un avión que se dirigía a EEUU el Día de Navidad de 2009. "Esto nos lleva a una pregunta acerca de la política: ¿Debe EEUU cazar a los miembros afiliados, trabajar con los servicios de inteligencia de los países aliados y, en lugares como Pakistán, usar aviones no tripulados para atacarlos y matarlos?", dijo Daniel Byman, académico de la Institución Brookings. "No hacer eso suele suponer perder oportunidades para atacar a los enemigos antes de que te ataquen a ti. Todavía existe un peligro. Golpear a estos grupos los debilita, pero también los hace más propensos a atacar a EEUU por su propia cuenta o en combinación con al Qaeda", manifestó. Por tanto, ¿cómo se gana la guerra contra el terrorismo?. Posiblemente ninguno de los que toman las decisiones políticas en EEUU puede responder a eso con total confianza. El gobierno estadounidense ha utilizado todos sus recursos, tanto militares como diplomáticos, e incluso ha ofrecido ayuda al desarrollo a los estados que considera frágiles. Los expertos advierten que los ataques militares contra grupos terroristas puede ser "una espada de doble filo". Desde un punto de vista operativo, los extremistas siempre son debilitados, a veces de forma severa. Por otro lado, la presencia de fuezas estadounidenses puede invalidar el gobierno local, haciéndolo más impopular y desacreditándolo ante la opinión pública. Los expertos también advierten del vínculo que existe entre la política externa de un país y las amenazas internas que pueda sufrir. "Matar a los líderes afiliados a al Qaeda en lugares como Yemen y Somalia constituye un golpe para la organización (terrorista), pero también puede provocar el enfado de los estadounidenses de estas comunidades dentro del país", dijo Byman. DIARIO DEL PUEBLO. 10-9-2010