Internet

EEUU endurece la legislación anti-descargas

En EEUU se acaba de firmar un acuerdo entre los grandes operadores de internet y la industria de Hollywood para perseguir las descargas de internet. Aunque no supone medidas tan drásticas como las de la legislación gala, los usuarios «cazados» verán reducida su velocidad de navegación, hasta que desistan por imposibilidad. Todo un derroche de creatividad desplegado para la prohibición y desperdiciado para la articulación de un nuevo mercado, el de la red.

No se trata de caer ahora en la inocencia de considerar un «deserdicio» el trabajo hecho por los legisladores o los ejecutivos de las grandes operadoras. Los beneficios que están en juego son ingentes, y lo que es más importante, el control sobre los contenidos peligra.   Sin duda alguna la legislación francesas sobre las descargas, según la cual un usuario puede perder hasta su conexión y tener que pagar multas astronómicas, bate todos los records. Pero para entenderla nos debe bastar con mirar la caracterí­sticas del estado francés y su histórico papel de recaudador y comprador de voluntades, en el caso de EEUU hablamos de la potencia que en los últimos 60 años se ha encargado de dirigir la mayor maquinaria de propaganda del planeta, dueña de todo el sistema de valores occidental y salvaguarda de una completa cosmovisión de lo que debe ser el mundo en todos sus aspectos. Y en ese papel Hollywood es clave.   Claro, no podrí­a entenderse que EEUU actuara en la misma dirección que Francia. Si algo ha caracterizado al gigante norteamericano, su clase dominante, y su economí­a, es el enorme dinamismo de su sociedad y la audacia para adaptarse a todas las condiciones inimaginables con el objetivo de velar por sus intereses. E internet, en este sentido crea una contradicción. Cada año las descargas aumentan. Es un proceso aparentemente imparable. Los mismos medios puestos en pie por el gendarme de la red, EEUU, se rebelan contra él. Es tan amplio el mercado internauta que ponerle vallas se hace más difí­cil que ante cualquier otro fenómeno. Solo el hecho de que cientos de miles de artistas compartan sus obras a través de los canales que las mismas operadoras norteamericanas gestionan es razón suficiente para que las formas se adapten. Así­ que EEUU no asfixiará su mercado.   Los infractores serán advertidos con un correo, o dos, o tres, y hasta cuatro, antes de redireccionar la conexión o ralentizar la velocidad de navegación del usuario. A la quinta irá la vencida. A los que insistan se les aplicarán estas medidas mitigadoras. Y aún habrí­a un sexto aviso con las mismas medidas. En el caso de que un acusado considere que no ha descargado nada protegido, podrá acudir a una entidad independiente que arbitrará su caso.   Desde luego el sistema de advertencias y penalización no será aplicado por las operadoras, sino por los propietarios de los derechos. Los gigantes de la red evitarán además que los nombres de los penalizados trasciendan y que alguien sea desconectado.   El problema es que el acuerdo llega cuando los internautas ya están empezando a manejar alternativas mucho más difí­ciles de controlar centralizadamente, para descargar contenidos de la red.   Más allá de las particularidades de cada paí­s, recientemente se hizo público que EEUU es el responsable de incitar a la mayorí­a de paí­ses europeos ha endurecer su legislación, cuando no de imponer.   Imaginemos por un momento que tanto cuidado y creatividad estratégica se aplicara en el conocimiento de las posibilidades que la red proporciona. Podemos estar seguros de que ya lo hace, pero en otra dirección. Desde luego no en la multiplicación de los esfuerzos por hacer la cultura accesible a la mayorí­a en todo el planeta, pensando que un negocio debe ser rentable, pero que al mismo tiempo, los contenidos deben estar al servicio de la mayorí­a, no del enriquecimiento de unos pocos.  

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