La Casa Blanca se dispone a hacer efectiva una tarifa del 10% a las importaciones de China, aranceles por valor de 200.000 millones de dólares, que se sumarían a los ya impuestos por la administración estadounidense (50.000 millones).
Desde el inicio de su pugna arancelaria, Washington ha impuesto por el momento dos rondas de sanciones a Pekín. Una por valor de 34.000 millones de dólares, que gravaba productos tecnológicos y que fue respondida por el país asiático con una medida equivalente, y otra por valor de 16.000 millones de dólares contra bienes principalmente agrícolas. La nueva ronda de aranceles incluye artículos de consumo muy variados, desde marisco a bicicletas, que tendrán un impacto más visible para el consumidor norteamericano.
La nueva ronda de sanciones, que cuatriplica las ya existentes, ya estaban decididas desde julio. Pero estaban amenazadoramente en suspenso a la espera de que los negociadores chinos dieran su brazo a torcer. Pero es muy poco probable que Beijing se deje avasallar.
Lo más probable es que las conversaciones fracasen y que China responda con represalias de igual magnitud contra Washington, algo que puede acabar afectando muy negativamente a las exportaciones agrícolas estadounidenses, un sector normalmente alineado con los republicanos.
Todo esto ocurre a menos de dos meses de las elecciones legislativas norteamericanas. Los comicios -previstos para el 6 de noviembre y donde se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los del Senado- se plantean como un plebiscito para Donald Trump. De momento las encuestas no son favorables al inquilino de la Casa Blanca: dan una intención de voto del 48% para los demócratas, y del 40% para los conservadores.
Si bien la parte más fiel del electorado de Trump respalda de forma entusiasta el pulso contra los chinos, empieza a percibirse que una parte sustancial del empresariado norteamericano -la más ligada al comercio exterior- no ve con buenos ojos un conflicto que parece que va a ser crudo y duradero. ¿Mantendrá Trump con pulso firme -como hasta ahora ha hecho- la guerra arancelaria con Pekín?