Crisis y alternativas

¿Donde está la riqueza mundial?

En los últimos diez años, el PIB mundial «es decir, la nueva riqueza generada, el nuevo valor añadido creado por la fuerza de trabajo en todo el mundo- se ha duplicado. Un reparto proporcional de esa riqueza proporcionarí­a a cada habitante del planeta 9.008 dólares anuales, pero el 40% de la humanidad está condenada a sobrevivir con menos de dos dólares diarios, y una sexta parte con menos de un dólar al dí­a.

El dominio hegemonista impone una trágica diferencia entre las condiciones que el desarrollo de la capacidad productiva puede ofrecer, y el que la mayoría de la humanidad puede disfrutar. Sólo con que la burguesía mundial hubiera “congelado” sus ganancias durante la última década, con el incremento de la riqueza mundial se podrían garantizar durante casi dos siglos los objetivos del milenio de la ONU –que incluyen la reducción a la mitad de la pobreza extrema y el hambre-.

Es la constatación más contundente de que, como ya planteaba Marx en el Manifiesto Comunista, “la sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esta clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con toda la sociedad”.

En los últimos diez años, el PIB mundial –es decir la cantidad de nueva riqueza generada por la humanidad- se ha duplicado. Los 30,9 billones de dólares en 1999 han pasado a ser 60,10 en 2008.

Esto supone un gigantesco salto en la capacidad productiva de la humanidad. Los 29,14 billones de dólares en que se ha incrementado el PIB mundial en la última década duplican con creces las cifras de los veinte años anteriores.

Por el contrario, la población del planeta sólo se ha incrementado, en este mismo periodo, en un 111,29%.

Existen, por tanto, casi el doble de recursos disponibles para el conjunto de la humanidad que hace diez años. En 1999, un reparto “equitativo” del PIB mundial otorgaba a cada persona 5.190 dólares anuales, en 2008 esa cifra se ha elevado a 9.008 dólares.

¿Se ha multiplicado por dos el nivel de bienestar de los pueblos del mundo? La respuesta a esta pregunta es un evidente no.

Casi la mitad de la humanidad subsiste con menos de dos dólares diarios, línea establecida por la ONU para determinar la pobreza. Y mil millones de personas malviven con menos de un dólar diario, sumidos en la pobreza extrema.

El elemento distorsionador, entre la enorme capacidad de creación de riqueza alcanzada por la humanidad y las insoportables condiciones de vida impuestas a la mayoría de la población mundial, no es otro que el dominio de las principales potencias y burguesías.

Los datos de la extensión de la pobreza y el hambre en el mundo traen a un rabioso presente las palabras de Marx en el Manifiesto Comunista: «he ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aún dentro de su esclavitud (…). La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad”.

Si el PIB mundial se distribuyera equitativamente entre todos los habitantes del planeta, una familia africana media de ocho miembros dispondría de 79.214 euros anuales, exactamente veintisiete veces más –si tenemos en cuenta que la mayor parte de los condenados a vivir con menos de un dólar diario se concentran en el continente negro- de la cantidad con que ahora debe sobrevivir.

Sólo con que la burguesía mundial hubiera “congelado” sus ya fabulosas ganancias de 1999, y la humanidad pudiéramos disponer del incremento del PIB mundial de la última década, cada habitante del planeta dispondría de 4313 euros más; se garantizaría durante 194 años la conquista de los objetivos del milenio (que abarcan la reducción a la mitad de la pobreza extrema y el hambre, la reducción en las dos terceras partes de la mortalidad infantil, o la extensión de la enseñanza primaria a todo el planeta).

Este es el grado de vampirización al que nos someten las principales burguesías, y el grado de bienestar que la humanidad está ya en disposición de alcanzar si nos liberamos de su dominio.

La tendencia principal en la evolución del PIB mundial durante la última década es a que las principales potencias, con EEUU a la cabeza, pierdan peso relativo, mientras que el Tercer Mundo, especialmente los países emergentes surgidos de su seno, gane cuota de participación en el reparto de la riqueza mundial.

Una tendencia que se agudiza y acelera desde 2004, y que ha dado lugar a una mayor democratización en el reparto de la riqueza mundial.

Estas cuentas, que nos hablan de que es posible transformar el mundo a favor de los pueblos, a pesar del enorme poder que concentran las grandes potencias, quedan disueltas y ocultas por las cuentas de pérdidas multimillonarias de la crisis.

La explosión de la “globalización” a partir de 1999 (aparición de nuevas ramas productivas, apertura de nuevos mercados…) ha permitido duplicar en la última década el PIB mundial y la capacidad productiva de la humanidad.

Pero, al contrario de lo que todos vaticinaban al irrumpir “la globalización”, este brutal desarrollo no ha beneficiado a los grandes centros de poder económicos, políticos y militares. Ha ocurrido exactamente lo contrario.

Los grandes perdedores han sido los centros de poder imperialistas, comenzando por la superpotencia norteamericana, y los ganadores de la globalización han sido los países emergentes del Tercer Mundo, encabezados por China.

El G-7 –el club más restringido y poderoso de las potencias imperialistas, aquellos que son proclamados como “dueños del planeta”- ha perdido un 12,79% de su peso en el PIB mundial.

Y el país que más porcentaje pierde del PIB mundial en los últimos diez años es… EEUU. La única superpotencia se apodera ahora de un 6,31% menos del PIB mundial que hace diez años.

Lo mismo ocurre con el resto de potencias imperialistas. Alemania, señalada por todos como la “locomotora económica europea”, y hasta hace muy poco primer exportador mundial de mercancías, tiene hoy un 0,87% menos del PIB mundial que hace diez años. Japón, la segunda economía del mundo, ha visto decrecer su peso económico global nada menos que en un 6,06%.

Pero el descalabro de las principales potencias es muy mayor, porque sigue un ritmo cada vez más acelerado.

Entre 1999 y 2004, el G-7 había perdido un 4,01% de su peso en el PIB mundial, pero en los últimos cuatro años ha menguado en un 8,78%, más del doble que en el periodo anterior.

EEUU vuelve a encabezar el ranking de aceleración de las pérdidas. En los primeros seis años de la última década, había visto decrecer su peso económico global en un 1,80% del PIB mundial, mientras que en el cuatrienio posterior sus pérdidas han ascendido a un 4,51%… ¡un 250% más!

Si tenemos en cuenta que cada décima del PIB supone 601.093 millones de euros, tendremos una visión de las pérdidas sufridas por EEUU. Sólo desde 2004, el descenso en el porcentaje del PIB que supone EEUU le ha supuesto a Washington pérdidas equivalentes al doble del PIB español.

Incluso aquellas potencias imperialistas que si partimos del balance global de toda la década parece no se han visto tan afectadas por el descalabro, salen malparadas si miramos los datos al detalle.

Los cinco principales países de la UE parecen haber mantenido su peso en el PIB global en los últimos diez años (han pasado de un 22,28% en 1999 a un 22,09% en 2008). Pero si entre 1999 y 2004 habían ganado un 1,20%, a partir de 2004 han perdido un 1,39%.

Estamos ante un auténtico tsunami global, provocado por la lucha de los países y pueblos del mundo, que está propinando un serio, y creciente, correctivo a las grandes potencias, que contemplan estupefactas como la porción de la riqueza mundial de que se apropian disminuye aceleradamente.

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