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Dirigentes del PP exigen un cambio a fondo del partido

Cuatro años después de lograr el mayor poder institucional que tuvo nunca un partido en España en comunidades y ayuntamientos y la mayoría absoluta en las generales, el PP de Rajoy observa con incredulidad, pero también con toda claridad, que el modelo de partido del 89 está agotado. El PP ideado por Aznar y heredado por Rajoy ha permanecido inalterable desde entonces. «Los nuevos tiempos han sonado para todos», asegura un dirigente popular. El mejor termómetro para medir el distanciamiento con la sociedad española lo encuentran a diario sus altos cargos cuando llegan a casa y escuchan decir a sus hijos que el PP se ha quedado obsoleto y que prefieren a Ciudadanos porque es un partido más moderno.

Todos los dirigentes consultados coinciden en el diagnóstico de la situación. En resumen, el PP ha perdido la capacidad para conectar con las clases medias, su imagen está deteriorada por la corrupción, la dirección de Génova es demasiado débil, el presidencialismo se ha acentuado con Rajoy, no existe debate en el Comité Ejecutivo y las bases están desmotivadas. También hay una amplia coincidencia en que el partido se encamina hacia un cambio inevitable a la vez que insondable e imprevisible. En lo que discrepan las fuentes consultadas es en los procedimientos, los tiempos y los protagonistas de esa renovación pendiente. Mientras que algunos creen que será Mariano Rajoy quien impulsará los cambios en los próximos meses, de cara al Congreso ordinario que el PP tendrá que celebrar el año que viene, otros consideran que el líder popular no cambiará nada si no media una debacle electoral. Y en tal hipótesis, se abriría un escenario inédito que nadie es capaz de aventurar. «A los partidos los abren y los cambian las derrotas electorales, no las victorias», asegura un parlamentario.

Esta radiografía del partido gobernante intenta reflejar el interior del PP. Los que hablan son dirigentes nacionales, regionales y locales, veteranos y nuevos, personas cercanas a Rajoy y otras más críticas con la gestión del presidente del partido.

La realidad orgánica

«Desde que Aznar estableció el modelo orgánico que sigue vigente, partido y Gobierno siempre fueron de la mano. Y eso ha cambiado para mal en esta etapa. Aznar nunca dejó de presidir los maitines (reuniones semanales de la cúpula establecidos en tiempos de Fraga), ni de ocuparse de que Génova y Moncloa estuvieran coordinadas. Rajoy se ausentó de los maitines después del Congreso de Sevilla (febrero de 2011) y no hay reuniones de coordinación entre el partido y el Gobierno. El partido ha pagado muy caro no tener una secretaria general las 24 horas y no hay una acción política conjunta. Esto es una debilidad objetiva porque, además, para nadie es un secreto que la secretaria general y la vicepresidenta no mantienen una relación muy fluida».

La reflexión es de un profundo conocedor del partido y es coincidente con la visión de otros dirigentes de la periferia. «No tenemos dirección, hay muy poca participación en las decisiones y una ausencia total de debate en el Comité Ejecutivo, un sitio con demasiada gente donde todos estamos por la gracia divina. Se convocan, nos reunimos y nos informan de lo que luego le van a decir a los medios». La última reunión de la Ejecutiva duró 40 minutos y nadie pidió la palabra. A día de hoy, la mayoría de los altos cargos nacionales, regionales y locales coinciden en que fue un error nombrar secretaria general a la presidenta de una comunidad autónoma. Y ello independientemente de la capacidad política de María Dolores de Cospedal. Es, dicen, una cuestión de tiempo. Ambas responsabilidades no se pueden compatibilizar. El asunto se ha complicado en los últimos meses debido a que desde el episodio andaluz, la sintonía entre el presidente y su número dos en el partido no es la que fue, ni mucho menos.

La realidad política

«Nos llamamos Partido Popular, pero desgraciadamente ahora somos muy poco populares. Llevamos encima el estereotipo de políticos antipáticos, distantes y lejanos. Todo el día riñendo a la gente. Como si hubiéramos espantado al ciudadano medio. La corrupción nos ha desmotivado mucho. El caso Bárcenas nos ha hecho un daño infinito. El mensaje de que Bárcenas era un delincuente que nada tiene que ver con el PP no es creíble. Lo que vemos es que la gente está muy sensibilizada con la corrupción». Quien así habla es un cargo medio del PP que sí pisa la calle. Pero también los que tienen más responsabilidades son conscientes de que el PP ha perdido capacidad para conectar con las clases medias que han sido su granero electoral, tanto en la época de Aznar como en la de Rajoy. «Nuestra seña de identidad ha sido siempre representar a todo el espacio de la derecha y ampliarlo electoralmente con votantes centristas. Ahora los votantes nos identifican más a la derecha de lo que están ellos. Está claro que se ha producido un deterioro en nuestra relación con la sociedad y en la comunicación con los ciudadanos. Hay un lamento por parte de nuestros militantes. Los tres millones de votos prestados se lo están pensando. Muchos son irrecuperables. Pero otros no. Hemos reaccionado con retraso ante la corrupción y eso lo estamos pagando. Aún no hemos logrado que el mensaje de la recuperación cale lo suficiente porque hay millones de personas que lo siguen pasando muy mal. Pero seguimos siendo el mayor partido de España».

El futuro del partido

Todas las fuentes consultadas aseguran que el PP se encuentra en vísperas de un cambio. Aunque discrepan en cómo y cuándo se producirá esa renovación. Los más críticos con Rajoy lo tienen claro. «El PP tiene que cambiar como un calcetín si quiere sobrevivir. Lo que no sabemos es si para cambiar tenemos que ir a una debacle electoral que incluso nos pueda llevar a la extinción. El drama de UCD está muy presente. Tenemos que regenerarnos por dentro y a lo mejor estamos ya fuera de plazo. El Congreso podía haberse celebrado este año -el último fue en 2011- y Rajoy lo está retrasando. La elección a dedo se ha acabado, ahora los estatutos permiten que con 100 avales cualquiera se pueda presentar a presidente». Hay que recordar que este cambio en los estatutos se aprobó a propuesta de Núñez Feijóo en el Congreso de Valencia de 2008 y que, en la etapa de Aznar, los congresos se celebraban cada tres años, plazo que Rajoy ha ampliado a cuatro.

¿Puede ser Rajoy quien impulse la renovación? En este punto hay opiniones para todos los gustos. Varios altos cargos con autoridad aseguran que sí. «El PP abrirá en los próximos meses una nueva etapa, antes o después de las generales, una renovación en su funcionamiento interno, en los mecanismos de elección de los candidatos. Rajoy va a impulsar ese cambio. Habrá un nuevo PP porque el modelo interno del 89 ha tocado fondo y los nuevos tiempos son para todos. Rajoy lo sabe, es consciente, aunque no lo diga. Todo se renueva y nosotros no podemos obviarlo. Tenemos al líder del PP más veterano, el único que permanece de su generación. Esto tiene sus inconvenientes en un momento en el que los ciudadanos quieren liderazgos renovados, pero también tiene una ventaja: es un factor de estabilidad en época de incertidumbre. Y a eso vamos a jugar».

Pero otros no piensan lo mismo. «No veo a un Rajoy propiciando el cambio ni convirtiéndose en el gran renovador del PP. Si él aprecia que las cosas no van bien, no le queda otra que dar una señal ya, con las candidaturas a las autonómicas y municipales de Madrid y Valencia», asegura un parlamentario. A todas las fuentes consultadas les cuesta trabajo imaginar el escenario de que Rajoy dé un golpe de mano como el de Pedro Sánchez en el PSM. Nunca ha sido su estilo, aunque tampoco nadie puede descartar que eso suceda.

Aunque los más veteranos recuerdan el caso de Fraga, que propició la renovación -aunque fuera a dedo- designando a Aznar candidato a La Moncloa en el 89, nadie contempla otro candidato del PP distinto al actual presidente en las próximas generales.

«Mientras vayamos ganando, aunque se pierda poder local y autonómico, todo seguirá igual. Puede cambiar a las personas, pero difícilmente su modo de hacer política y la disciplina interna. El PP es como un iceberg que a lo mejor se irá deshaciendo lentamente y sin convulsiones. Los cálculos de la dirección son una derrota honrosa en mayo en algunos lugares y una victoria en las generales sin mayoría absoluta. En tal caso, todo seguirá igual hasta 2019».

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