¿Hay alguien ahí? Así acabé el diario 54. Jorge Luis Borges. La teología es una rama de la literatura fantástica.
Alexis y Dahiana surgen al despertar. Los amigos me llaman mientras uno cree que olvida las promesas en los vértigos de una melopea.
Macbeth. Las actrices me dan alegría. Me dan hambre. Otro Macbeth. Rocío y Vera en Lima me dan ganas de seguir haciendo.
El reconocimiento. Ocupar un lugar en la mente de los demás. Nunca es suficiente. Es una patología. De las peores.
Carmita. Mujer y actriz. No me arrojo por una ventana. Escribo este diario. Libros. Doy clases. Ensayo. ¿Tú lo sabes, no? ¿Quién lo sabe?
Teo Sarapo. El oso de trapo que amaba a una diosa. Carlos Cano me lo cuenta y me lo canta. Descubrió la copla para mí. Cada vez que dicen patria me pongo a temblar.
Ayer deseaba abrazar a Tato Pavlosky y entonces Goyo y entonces no pude. No me queda ni una pizca de arrogancia. Abrazar la ausencia. La congoja de saber que ya no están.
Actuar. Un cuerpo con saber propio. No naturalidad comprada en la vida cotidiana. Cuando se percibe ese saber, se descubre el valor tanto técnico como simbólico de la acción.
Lisboa pone a Fede en el amor. Una ciudad que le habla de Ser Ahí. Haga lo que haga ahora pondrá una ciudad a su lado.
Me despierto en un hotel. De pronto no se si he encontrado el Arte después de tanto tiempo o estoy loco. Tampoco sé muy bien qué diferencia hay entre esas cosas.
Lisboa tiene tantas escaleras como dolores tengo yo en mi cintura. Fede tiene un futuro y no sé si le alcanzará para descubrir toda su potencia creadora. Son sus elecciones y ahora puedo mirar con respeto la dimensión de los escollos. Son su camino.
La palabra nos lleva en volandas. El Arte. Un trozo muy ínfimo de certeza muy semejante a la inmortalidad. Es lo que le arrancamos a la nada.
Setúbal. Alguna vez estuve aquí y no lo sabía. Un melón me espera. Me acuerdo de Philip Roth. “Es más difícil comprar un buen melón que un buen coche.”
Una bronca sorda contra una sociedad miserable y mezquina que mata gente todos los días en el mar. Un mar que me envuelve y atormenta. Hoy.
Tejido Abierto Teatro. ¿Y si me quitara del medio?
Presencia Escénica. Charla para Medellín me pide Cristóbal Peláez antes del gazpacho hispano argentino. Estar en un sitio que no cambiaría por ningún otro. Eso es presencia. El niño de 8 años con Síndrome de Down. El monaguillo perfecto que toca la campanilla. Eso voy a contar.
El Alamillo.
Ensayar. Lo opuesto a la verdad no es la mentira. La gran mentira del actor son las certezas racionales y las verdades prematuras.
Stanislavski extenuado. Deformado por rentabilidades ajenas a lo espiritual. Hay que entrar por otro lado. Una vez una mujer dijo en un ensueño: “Lo dejo entrar”. Luego lo real se apoderó de todo.
Claudio de Gualeguaychú nos pide Dile a La Luna que venga. Y yo recuerdo. Rehago. Regreso. Reparo. Me va gustando cada vez más.
¡Vienen en caballos de sangre con la mirada de hierro y muerte!
Estoy obsesionado por construir referentes teóricos. Las formas se volatilizan, desaparecen. Lo teórico las hace irreversibles.
Theodor Adorno se convierte en un comentarista que lo desbordada todo. Atrevido. Un terrorista de aquel presente. Ese es el compromiso del Arte. Yo entendí, amigo Adorno.
Alguna vez este diario debería tener un final alcohólico. Como si me metiera en una película de Kusturica.
La espera. La impaciencia de mirar la espera. Una vez más la mirada. Tan oscura. Tan llena.
Una vida se singulariza rompiendo esclavitudes y prohibiciones.