Toda la alarma levantada por la deuda pública de los llamados países PIGS (Portugal, Grecia, Irlanda, España) encierra en realidad un triple engaño dirigido a confundir a los pueblos y hacerles tragar con las ruedas de molino de unos drásticos planes de ajuste cuyo objetivo, en todas partes, es idéntico: rebajar por distintas vías los salarios de los trabajadores y las rentas de la mayoría de la población en al menos un 25%.
El rimer engaño consiste en achacar los ataques a los grandes “especuladores internacionales”, que estarían empeñados, no se sabe muy bien por qué, en desestabilizar al euro y hacerle perder valor. Cuando la realidad apunta en una dirección bien distinta.Como en cualquier crimen –y los planes de ajuste que preparan o están aplicando ya las grandes oligarquías europeas son auténticos crímenes contra la población– lo primero es buscar el móvil, quién se beneficia de él.La respuesta, en el caso de los países europeos, y en particular de los llamados PIGS, es evidente: Francia y Alemania, principales poseedores de la deuda pública y privada de esos países, son los mayores beneficiados de un movimiento que, de consumarse, les va a suponer no sólo cobrar unos intereses mucho más altos por esa misma deuda, sino disponer de un grado de intervención y control sobre la política económica y fiscal de esos países muy superior a la que ahora mismo poseen.No es en absoluto casual que la respuesta que se está gestando estos días bajo la batuta de Berlín, sea la creación de un Fondo Monetario Europeo. Un instrumento, dicen, para evitar “excesos” fiscales de los países más débiles, pero en realidad diseñado para imponer sobre ellos la exigencia del pago de la deuda, tanto pública como privada, por encima de cualquier otra prioridad. El lastre del endeudamiento El segundo engaño consiste en ocultar, tras los números de la deuda pública, el verdadero problema de la economía española, que es el endeudamiento con el capital extranjero, el endeudamiento al que han sometido al país un puñado de banqueros y monopolistas a lo largo de la última década para poder expandirse internacionalmente y multiplicar sus beneficios.Basta con echar un vistazo a los gráficos para comprobar cómo la deuda pública total de España está a un nivel inferior, o incluso muy inferior, al de las grandes potencias desarrolladas, Japón, EEUU, Alemania, Francia, Italia,.. Si el problema fuera estrictamente el volumen de deuda pública de cada Estado, ¿por qué las mismas exigencias que hacen a España, Grecia o Irlanda no se la aplican también ellos mismos?La razón es que lo que se está produciendo en este ámbito, es una feroz pelea entre las distintas oligarquías financieras del mundo occidental capitaneado por EEUU por ver quién carga con la parte más gravosa de la factura que, necesariamente, ha de pagarse por la crisis. Una lucha de poder en la que el poder económico, pero también el poder político, la colocación y el peso de cada país, de cada oligarquía financiera en la cadena imperialista, juega un papel esencial.Las potencias política y económicamente más fuertes buscan descargar sus pérdidas sobre los países más débiles. Sometiéndolos a una mayor explotación para recuperar por este lado lo que han perdido por otro.Por ejemplo, los bancos alemanes –dotados de una gran liquidez monetaria gracias al permanente superávit que la economía alemana tiene con el exterior debido a su gran capacidad exportadora– han sufrido unas pérdidas enormes con el estallido de las hipotecas subprime.Ellos fueron uno de los mayores poseedores de los activos tóxicos que Wall Street ‘empaquetó’ y distribuyó por todo el mundo. Lo cual les ha provocado ingentes pérdidas de capital, de recursos y de activos.Pero ahora, en lugar de ‘reclamar’ a sus autores –que son políticamente más fuertes que ellos– las pérdidas provocadas por lo que como todo el mundo reconoce que fue una auténtica estafa a escala gigantesca, recurren a exprimir a las poblaciones de aquellos países que, como el nuestro, son más débiles. ¿Deudas para qué? Países a los que sus clases dirigentes, tanto el poder económico como el poder político, tanto los Botín como los Zapatero, han conducido a una situación de endeudamiento que les deja, literalmente, desarmados ante las presiones y exigencias de los grandes capitales mundiales. El problema de la economía española, es necesario insistir en ello, no es el monto total de la deuda pública, sino el gigantesco volumen de endeudamiento privado al que nos han conducido un puñado de grandes bancos y monopolios.Como puede verse en el gráfico de la posición de inversión internacional neta, a partir del segundo trimestre del año 2002, nuestro país entró en una dinámica en la que necesitaba cada vez más recurrir a la financiación exterior para hacer crecer el PIB. Hasta el punto que en apenas una década hemos cuadriplicado nuestro déficit en la balanza de pagos con el exterior. Desde poco más del 20% del PIB en 1999 hasta más del 80% en 2009.Pero este ingente endeudamiento con el exterior no se ha destinado a dinamizar o hacer más eficiente el tejido productivo. Tampoco a invertir en tecnología o a crear nuevas fuentes de riqueza social. Mucho menos a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.Su destino principal ha sido que los dos grandes bancos, Santander y BBVA (pero sobre todo el primero), unos pocos monopolios (Iberdrola, Telefónica, Repsol,… y poco más) y un puñado de grandes constructoras (Ferovial, Acciona, Sacyr, ACS,..) expandieran de tal modo su negocio por medio mundo que hoy cuadriplican los beneficios de hace 10 años. ¿Hay algún trabajador, algún autónomo, algún campesino, algún pequeño o mediano empresario que en ese tiempo haya multiplicado por cuatro su salario o sus ingresos? En la respuesta a este sencilla pregunta está todo el misterio de por qué España se ha convertido en el país más endeudado del mundo per cápita. Ganancias al doble Ahora que este gigantesco volumen de endeudamiento ha llegado a su límite y no va a más, ahora que la crisis financiera mundial ha “secado” las fuentes de donde procedía la liquidez necesaria y ha llegado el momento de empezar a devolver, y con unos intereses crecientes, la deuda acumulada, sólo en ese momento aparece la deuda pública en escena como factor desencadenante de los planes de ajuste que tratan de imponernos.Cuando en septiembre de 2008 cayó Lehman Brothers y colapsó el sistema crediticio internacional, los máximos dirigentes de los dos grandes bancos, Santander y BBVA diseñaron el plan de rescate bancario que el gobierno Zapatero se apresuró en aplicar. Gracias a él, la deuda pública española, que se había mantenido a un nivel muy por debajo de la de las grandes potencias europeas, empezó a dispararse, acumulándose un déficit fiscal que este año ha llegado ya al 11,4% del PIB.A través de un diabólico mecanismo, los mismos bancos que habían consumido el grueso de los recursos públicos origen del aumento del déficit, se han dedicado a comprar durante 2009 gran parte de esa misma deuda pública emitida para tapar sus agujeros y reponer sus pérdidas. Sólo que, mientras reciben dinero a manos llenas del Banco Central Europeo a un interés del 1%, acumulan títulos de deuda pública por el que cobran un interés del 4,5%. Interés que es el que ahora vamos a empezar a pagar todos nosotros en forma de subidas de impuestos, tasas, arbitrios o recorte de gastos sociales en servicios básicos como las pensiones, la educación o las infraestructuras.Cumpliéndose así aquello que dice Marx en El Capital de que “la única parte de la llamada riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesión colectiva de los pueblos modernos es la deuda pública”.