La deuda exterior de España pulveriza otro récord

«Las cifras más recientes del Banco de España -correspondientes al cuarto trimestre de 2009- reflejan que el endeudamiento exterior se sitúa ya en 1,76 billones de euros. Se trata, de largo, de la cifra más alta jamás alcanzada por la economí­a española, y supone un aumento del 5,7% respecto del mismo periodo del año anterior»

Desde el comienzo de la crisis, lejos de disminuir, ha seguido creciendo, en un 13% desde el cierre de 2007. Pero si se comara con los datos de 2005, resulta que la deuda exterior de España ha crecido nada menos que un 54%. Esto quiere decir que ya representa el 168% del producto interior bruto. (EL CONFIDENCIAL) EL PAÍS.- Muchas de las críticas que se hacen, especialmente en EE UU, al régimen cambiario chino pasan por alto varios aspectos esenciales. En primer lugar, lo que importa no es el tipo de cambio bilateral del yuan con el dólar, sino su tipo de cambio efectivo (TCE), esto es, ponderado por las monedas de los principales socios comerciales de China. Pues bien, el TCE del yuan ha aumentado el 10% en los dos últimos años y creció el 20% entre marzo de 2008 y marzo de 2009, una apreciación masiva en plena crisis, cuando las monedas de otros países asiáticos estaban cayendo y en un contexto de fuerte disminución de las exportaciones chinas. Opinión. El Confidencial La deuda exterior de España pulveriza otro récord y ya equivale a 1,76 billones C. Sánchez El endeudamiento exterior de España no cede. Continúa subiendo -aunque de forma más moderada– pese al intenso proceso de desapalancamiento que se han visto obligados a realizar los agentes económicos, principalmente familias y empresas, a consecuencia de la crisis y la falta de crédito. Las administraciones públicas, por su parte, continúan emitiendo deuda de forma extraordinaria para hacer frente a los enormes agujeros presupuestarios. Las cifras más recientes del Banco de España –correspondientes al cuarto trimestre de 2009- reflejan que el endeudamiento exterior se sitúa ya en 1,76 billones de euros. Se trata, de largo, de la cifra más alta jamás alcanzada por la economía española, y supone un aumento del 5,7% respecto del mismo periodo del año anterior. Desde el comienzo de la crisis, lejos de disminuir, ha seguido creciendo, en un 13% desde el cierre de 2007. Pero si se compara con los datos de 2005, resulta que la deuda exterior de España ha crecido nada menos que un 54%. Esto quiere decir que ya representa el 168% del producto interior bruto (PIB). La cifra es relevante no sólo porque sigue creciendo, sino sobre todo por el hecho de que son las administraciones públicas las que han tenido que acudir con mayor asiduidad al capital extranjero para obtener financiación. El endeudamiento público exterior ha crecido nada menos que un 28% en el último año, hasta los 298.768 millones de euros. De esta cantidad, alrededor del 85% está suscrito a largo plazo. O lo que es lo mismo, hay que devolver 229.356 millones a un plazo superior a un año. Los datos del Banco de España se presentan en términos brutos, por lo que para saber realmente cuánto debe este país al extranjero hay que restar lo que le deben los agentes económicos exteriores, tanto públicos como privados. Y lo que reflejan las estadísticas es lo siguiente. Con datos correspondientes al cuarto trimestre del año pasado, la posición de inversión internacional de España frente a no residentes de la zona euro se sitúa ya en 983.400 millones de euros. Pero si se excluye al Banco de España, se estaría hablando ya de un endeudamiento neto equivalente a 1,027 billones de euros. Se trata, igualmente, de un nuevo máximo histórico, y supone un aumento del 10% respecto del año anterior. Para hacerse una idea de lo que supone hay que tener en cuenta que en 2001 ascendía a 311.000 millones de euros. Es decir, que en apenas ocho años se ha triplicado ampliamente. Con estos datos a la vista, España se consolida como una de las naciones desarrolladas más endeudadas con el exterior en términos netos. Y desde luego por delante de los países señalados con el dedo como los más frágiles, lo que ha provocado tensiones en los mercados de deuda, Mientras que el endeudamiento neto de España representa el 98% del PIB, en Grecia se sitúa en el 87%. El endeudamiento de Portugal es ligeramente superior, equivale a un 108% de su producto. El fuerte aumento del endeudamiento exterior a partir de los primeros años 2000 tiene que ver con las necesidades de liquidez para financiar el gran aumento de la actividad económica, fundamentalmente vinculada al sector de la construcción. A partir de 2008 se ha producido un fuerte desapalancamiento de los agentes privados, pero el sector público ha tomado el relevo, lo que explica que el saldo entre activos y pasivos continúe creciendo. ¿Qué es la deuda externa? La deuda externa de un país, tal como lo define el Fondo Monetario Internacional (FMI), comprende los saldos de todos los pasivos frente a no residentes que van a dar lugar a pagos por amortización, por intereses o por ambos conceptos. Por lo tanto, incluye todos los instrumentos financieros, excepto las participaciones en el capital y los derivados financieros, ya que estos dos tipos de instrumentos no suponen, necesariamente, la realización de pagos. Como se ha dicho, los datos oficiales reflejan que España continúa siendo uno de los países del mundo con mayor deuda externa. Según The World Fact Book-una publicación estadística editada anualmente por la Central de Inteligencia de EEUU- España ocupa la sexta posición en términos absolutos, cuando se trata de la duodécima potencia mundial en términos de poder adquisitivo, lo que permite hacer comparaciones. La lista de deudores la encabeza EEUU, históricamente el país que más necesita del ahorro exterior. Pero teniendo en cuenta que la economía de EEUU es diez veces más grande que la española, en este caso la relación es de seis a uno, lo que significa que España está mas endeudada que el gigante norteamericano, una auténtica trituradora a la hora de captar fondos del exterior. En particular de China y de los países emergentes con balazas de pagos ampliamente con superávit. EL CONFIDENCIAL. 5-4-2010 Opinión. El País Falso culpable Pablo Bustelo Muchas de las críticas que se hacen, especialmente en EE UU, al régimen cambiario chino pasan por alto varios aspectos esenciales. En primer lugar, lo que importa no es el tipo de cambio bilateral del yuan con el dólar, sino su tipo de cambio efectivo (TCE), esto es, ponderado por las monedas de los principales socios comerciales de China. Pues bien, el TCE del yuan ha aumentado el 10% en los dos últimos años y creció el 20% entre marzo de 2008 y marzo de 2009, una apreciación masiva en plena crisis, cuando las monedas de otros países asiáticos estaban cayendo y en un contexto de fuerte disminución de las exportaciones chinas. En todo el debate sobre el yuan conviene no olvidar que el TCE de otras economías asiáticas, como Taiwan, Filipinas o India, ha caído sustancialmente desde el inicio de la crisis global, favoreciendo su competitividad a expensas de la de China. Tampoco hay que perder de vista que las exportaciones chinas se redujeron nada menos que el 16% en 2009 y que se están recuperando lentamente, por lo que es muy difícil que se produzca una apreciación rápida y sustancial del yuan. En segundo término, el superávit por cuenta corriente de China ha mostrado una corrección notable: ha pasado del 11% del PIB en 2007 al 5,5% del PIB en 2010. Esa caída, a la mitad, es superior a la reducción del déficit corriente de EE UU, del 5,2% del PIB en 2007 al 3,5% del PIB en 2010. Esto es, China se está ajustando más rápidamente que EE UU. La razón, claro está, es que la evolución de la demanda interna ha sido muy diferente en uno y otro país. En 2009 creció mucho (el 12,3%) en China y cayó el 2,6%, quizá de manera insuficiente, en EE UU. En tercer lugar, el tipo de cambio del yuan con el dólar es asunto de dos. Hay economistas chinos que afirman que el dólar está sobrevalorado y que, por tanto, debería caer para ayudar a corregir los desequilibrios globales que subsisten y que seguramente volverán a crecer después de la crisis. En otras palabras, ¿por qué pretender que todo el ajuste cambiario lo haga el eslabón más débil? Todo eso no quiere decir que el yuan no esté infravalorado. Seguramente lo está, aunque no en la proporción que se suele usar en EE UU, que llega a alcanzar el 40%. Además, una apreciación contribuiría, en China, a reorientar el crecimiento hacia el consumo interno, a reducir el todavía alto superávit corriente, a retomar el control sobre la política monetaria (subcontrata a la Reserva Federal, a través del tipo de cambio fijo vigente desde julio de 2008) y a frenar las presiones inflacionistas. Sin ir más lejos, no tiene mucho sentido que un país en desarrollo, con todavía importante pobreza, tenga excedentes corrientes tan altos, porque eso significa que es prestamista neto con respecto al resto del mundo. Esto es, a China le interesa que su moneda se aprecie, aunque también que lo haga lenta y progresivamente, para perjudicar lo menos posible al sector exportador. Lo que no está nada claro es cómo una apreciación del yuan afectaría a la economía y al déficit comercial, bilateral y total, de EE UU. Aumentaría el valor de las importaciones y, por tanto, perjudicaría a los consumidores. Podría acelerar la inflación y hacer necesaria una política monetaria restrictiva antes de tiempo. Puesto que buena parte de las importaciones estadounidenses de productos chinos son intrafirma, la apreciación del yuan podría aumentar el déficit bilateral, como ocurrió entre 2005 y 2008. Incluso si cayese éste, el déficit total podría no disminuir, ya que aumentaría el desequilibrio con otros países asiáticos, como Vietnam o India, hacia los que se desplazarían las importaciones. Tampoco es evidente que EE UU se arriesgue a una guerra comercial con China. Hay un equilibrio del terror financiero entre los dos países. China podría reaccionar a medidas proteccionistas diversificando sus enormes reservas en divisas (2,4 billones de dólares, de los que se cree que dos terceras partes están en la moneda americana) hacia el euro o el yen, provocando una caída desordenada del dólar. Esto es, la posibilidad de destrucción mutua asegurada (MAD en inglés) debería hacer pensar a quienes reclaman en EE UU medidas contundentes contra China. El problema, por consiguiente, no es el tipo de cambio del yuan. Los desequilibrios globales se deben, sobre todo, al sobreconsumo con endeudamiento y al alto déficit presupuestario en EE UU y, en mucha menor medida, al exceso de ahorro en China (que ha alcanzado un increíble 51% del PIB) y a un crecimiento alimentado con bajos precios de la energía y de otras materias primas. Washington debería pensar en poner orden en casa antes de buscar falsos culpables. Aunque China, por la cuenta que le trae, debe fomentar su consumo interno y propiciar una pauta de desarrollo menos devoradora de recursos. EL PAÍS. 4-4-2010

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