Desde la invención del óleo por parte de los pintores flamencos, hasta la incorporación de las nuevas tecnologías a la creación artística, pasando entre otros por la fascinación que Marinetti y los futuristas sentían por la mecánica. El desarrollo científico y tecnológico de cada época ha condicionado y al mismo tiempo estimulado al mundo del arte, que constantemente fagocita de todo lo disponible en su contexto social e histórico. La obra H.E.L.L.O, del castellonense Jota Izquierdo, representa un claro ejemplo de la aplicación al arte de los procesos informáticos, la programación, la iluminación artificial y el sonido. Charlamos con su autor para que nos desvele los secretos de esta pieza y descubrir el importante papel que la tecnología está alcanzando en el arte, también en España.
Entrar en el esacio expositivo de La Gallera -antiguo recinto dedicado a las peleas de gallos, en pleno centro de Valencia-, es durante estos días hacerlo en una absorbente atmósfera que poco menos que nos traslada a un futuro de ciencia-ficción. 72 focos de colores asociados a 72 altavoces, capaces de reproducir infinitas combinaciones. El imaginario pop acumulado del espectador le remite directamente al contacto extraterrestre establecido en el film Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977), algo que Jota justifica de inmediato: “Se trata de repensar los arquetipos con los que he desarrollado mi pensamiento. Encuentros me interesa especialmente porque es una celebración, espectacular y bienintencionada, de los poderes comunicativos (casi curativos) del cine y por tanto del arte. Otro elemento de gran interés es el órgano audiovisual que permite la comunicación con los extraterrestres, con El Otro en definitiva. A lo largo de la historia han habido varios intentos científico-poéticos de relacionar los colores del espectro visual a las notas musicales, Newton fue el primero.” “Me interesan varios aspectos de la película –continúa el artista-, uno es el personaje interpretado por Richard Dreyfuss, un buen salvaje de suburbio que siente la pulsión irresistible de acudir al autocine de la escena final a contactar con los extraterrestres. Ese arrebato se le manifiesta de forma creativa, dibujando y esculpiendo el lugar del encuentro: Devil’s Tower. El arte le libera de su familia y le convierte en un ser de otro mundo. (…) Arte y tecnología llevando al ser humano (a través del espectáculo) a su liberación, esta cuestionable intención resume uno de los ejes de la instalación.” Jota Izquierdo consigue unir en su pieza al eterno triunvirato de ciencia-arte-tecnología, y además conectarlo directamente con la memoria colectiva y el imaginario popular de nuestro tiempo. “La memoria colectiva audiovisual forma parte de la obra –confirma de inmediato-. Lo que me interesa de las alusiones es que al analizar este entorno aprendido surge una narración doble, la que posee la obra original y la que se construye con la nueva obra. En este juego doble se muestra la arquitectura del ritmo de lo aprendido y se desvela la ilusión. Estos procesos en mi trabajo vienen de repensar la narración a partir de analizar estructuras sonoras, me interesa el eco del dub, el scratch del hip-hop o el drop de la electrónica. Los elementos que erosionan el fluir de la narración.” Pero al hablar de ciencia y tecnología, Jota no se circunscribe en absoluto a los avances más actuales. “Para crear la instalación hemos partido del propósito nunca realizado en Encuentros de que las notas y los colores están conectados. La escala tonal y lumínica que utilizamos es la creada por el físico y matemático francés Louis Bertrand Castel, que era un firme defensor de la existencia de sólidas relaciones directas entre los siete colores y las siete unidades de la escala, según la óptica de Newton. Además alrededor de 1742, Castel fue el primero que propuso la construcción de un “clavecin oculaire”, un órgano de luz, como un nuevo instrumento musical que simultáneamente produce el sonido y el color asociados "correctamente" para cada nota.” Y todo esto sólo es posible a un exhaustivo estudio, y un dominio patente de la programación informática y los dispositivos derivados de ella. No hay imágenes matéricas, el arte es el entorno y el medio para crearlo. “A partir de esta idea original he colaborado con David Alarcón en la programación musical y con Emanuele Mazza en la visual. De esta forma la programación, conectada a una base sonora de 500 sonidos sampleados, genera una serie infinita de secuencias a partir de la original (re-mi-do-do-sol).” Pero después de esto la cuestión que se plantea es evidente: ¿Qué ocurre con los grandes monopolios de la informática, que controlan a día de hoy estos procesos? El software libre y el código abierto es la respuesta, una opción utilizada en masa por el colectivo del “arte electrónico”, que tiene mucho que decir en esta “batalla” constante en la que los usuarios pelean por su libertad frente a las grandes corporaciones. “El arte electrónico es un gran laboratorio en el que se demuestra que el trabajo abierto es capaz de generar nuevas estructuras de relación y pensamiento, un armazón político. Esta "batalla" que dices creo que es una guerra de los ciudadanos, no solo de los artistas, pero el arte sigue siendo ese espacio en el que se deben generar nuevas ideas, no solo para autofagocitar sino para su uso comunitario.” Jota deja claro así que no sólo de estética y de lúdica vive su obra, sino que el arte electrónico tiene un claro fundamento transformador y transgresor. “La instalación trata de romper los usos turísticos de los espacios expositivos, provoca una interacción con el público, un acontecimiento. Así mismo la obra, tanto conceptual como formalmente busca la inserción de los dispositivos artísticos en las relaciones ya establecidas en la sociedad. (…) El arte electrónico surgió de pequeños garajes como el enésimo movimiento liberalizador, muchos de sus artistas siguen investigando estas posibilidades y otros han ganado su primer millón. El futuro que me gusta pasa por la creación colectiva e interdisciplinar y por trabajar desde un posicionamiento de ciudadano.” Merece una atención especial la explicación técnica que Jota nos describe de su obra: “Con la relación de Castel de colores y notas, y cada una de sus 10 octavas, obtenemos la posibilidad de desarrollar una partitura con 120 notas y 120 colores distintos. Esta composición se crea con el software MAX/MSP que al mismo tiempo que crea nuevas partituras controla el encendido y apagado de los focos, además de su color correspondiente. De esta forma la programación, conectada a una base sonora de 500 sonidos sampleados, genera una serie infinita de secuencias a partir de la original (re-mi-do-do-sol).” H.E.L.L.O Hasta el 29 de Noviembre. Sala La Gallera. Valencia.